Fulminante y libidinoso
Sección Actualidad - Revista Llegás
Actualidad

Fulminante y libidinoso

por Ezequiel Alemián y Mariano Gigena

26 de noviembre de 2024

"Paracas podría ser la continuación de Lima Oeste, pero Lima Oeste corre de norte a sur y Paracas corre de sur a norte. Se encuentran donde se continúa Caseros, después de la estación, escindiéndose en dos diagonales; la que va hacia el sur mantiene el nombre, la otra es 15 de noviembre.

Por 15 de noviembre se dispersan los taxis y colectivos que acaban de vaciarse junto a la estación, en una cuadra tomada por un shopping a cielo abierto de ropa y electrodomésticos. Sostenidas por tutores, para que no se balanceen, en la vereda, pusieron unas palmeras tropicales.

Frente a las palmeras, sobre una rampa de acceso está el bar Roca & Pizza. Sus dos paredes exteriores son de vidrio, tiene adentro muebles de madera joven, bien barnizada, y suelos crema, de porcelanato brillante. Venecitas en los tonos del marrón y del naranja decoran la barra. En sus columnas hay varias pantallas de plasma, sintonizadas en un mismo canal; transmiten la imagen de un galpón que arde en llamas. Los manguerazos de los bomberos se levantan hasta alcanzar casi la vertical, y caen luego sobre el punto en que es más intenso el fuego. 

Sobre unos paneles de cartón, afuera, un vendedor exhibe anteojos para sol, plantillas para zapatos y máquinas de afeitar. Al lado de los anteojos tiene un espejo. Varias personas se detienen a conversar con él, o simplemente lo saludan. 

Atrás, una chica con un carrito y termos vende café y facturas. Cuando sirve, da o recibe dinero, tiende la mirada hacia un punto lejano y difuso. 

Después, donde estaba ella hay un muchacho con una canasta de mimbre llena de sándwiches. Una mujer busca monedas para terminar de pagar el suyo y un anciano que anda achacosamente compra otro, que mete en una bolsa de plástico. 

Viniendo del hall de la estación baja un chico vestido con un equipo de gimnasia verde y blanco y el pelo rapado, salvo una larga crencha en el centro. Carga otro canasto lleno de sándwiches y se pierde en dirección a la plaza. 

Por Lima Oeste pasa un vehículo de registro de Google Maps. Es blanco, pequeño, y tiene en el techo un aparejo tecnológico que corona una cámara esférica con varios ojos de vidrio. A los pocos minutos, haciendo el mismo recorrido, pasa otro auto igual. 

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La primera cuadra de Caseros es ancha hasta Salta. En Salta se vuelve a escindir, girando alrededor de una estación de gas. 

Todos los surtidores están ocupados por taxis, el capot en alto, el cable que conduce el gas conectado en alguna boca del motor. Otros esperan en el espacio libre entre las islas, o hacen fila en la calle. Los taxistas aprovechan la demora para pasarle un plumero a la carrocería, o se recuestan en el lugar del acompañante y descansan. 

Un silbido agudo, de fuga a presión, cruza el aire como un disparo. 

Por la mano que viene hasta Salta llegan camiones pesados sin carga. 

La mano que va se abre por tercera vez en el vértice de un parque. Remonta la senda de los hospitales psiquiátricos hacia un lado y bordea el parque hacia el otro. 

Hay en ese vértice una plazoleta con una fuente. En el medio tiene una escultura de mármol blanco, tamaño natural, de un indio montado. El animal se ha parado sobre sus patas traseras y el indio se sostiene de las crines con la zurda; estira la diestra hacia abajo como si estuviese lanceando algo. 

Un graffiti repite la cabeza que había sobre Pavón, oscura, redonda y pelada, con los ojos sin párpados. La rodean otras similares más pequeñas, que se confunden con el gris azulado del fondo. La mayor exhibe debajo de cada ojo una estrella, que también podría ser una lágrima. 

El barrio parece comprimirse cuadra sobre cuadra, de forma espiralada. 

Sobre un edificio de la esquina de 15 de noviembre destacan unos carteles que anuncian la gestión del documento a inmigrantes. Grupos de extranjeros se agolpan en la puerta. En dos camionetas estacionadas ahí se hace el trámite 'express'. En la caja cerrada de una de ellas, tres empleados revisan papeles en unas mesitas. No hay demasiada luz, ni altura suficiente como para que alguien permanezca de pie. La gente espera afuera, sentada en unos sillines de camping. 

Uniendo Lima con Salta, el pasaje Echagüe corta en dos la manzana de enfrente. La mitad que rodean Echagüe, Lima, 15 de noviembre y Salta está, a su vez, partida al medio por otro pasaje, Vieyra. 

Un solo edificio ocupa el terreno que rodean Vieyra, 15 de noviembre, Salta y Echagüe. El smog de los escapes y el polvo urbano han oscurecido las paredes de piedra del inmueble hasta volverlas de un negro lustroso. Tiene unas puertas de metal forjado, sin vidrios, que dejan adivinar la apretada oscuridad de los pasillos interiores, y permiten que salga a la calle un hedor a humedad fría y antigua. Es un edificio de tres pisos, el último con bohardillas y balcones. Lo atraviesa un pasaje a cielo abierto paralelo al Vieyra. Sastre se llama, es peatonal y público, y para pasar por él hay que empujar un portón de chapa. 

Al Sastre dan las ventanas traseras del edificio, que los vecinos usan para colgar ropa. En el aire se mezclan olores de comida con música tropical. El piso es irregular, por tramos tiene baldosas y por tramos cemento; grandes rejillas destapadas dejan ver la confluencia de líquidos espesos. 

Otras ventanas dan al Sastre, que no pertenecen al edificio. Están en un rincón, protegidas por unas rejas blancas de trama estrecha. El frente del inmueble al que pertenecen da al Vieyra. Desde el pasaje se ve en las sombras un hall distribuidor, y una escalera de hierro en el centro del espacio desnudo. Hay un portero eléctrico con un solo timbre, sobre el cual hay un pequeño cartel: 'Casa transitoria. Movimiento territorial de liberación'. 

Parrillas podridas, puestos de flores desvencijados, pupitres rotos, carcasas desarmadas de objetos irreconocibles, cajas para vendedores ambulantes, pancheras, carros vencidos y otros objetos de hierro se acumulan sobre el empedrado."

Fragmento de EL REGRESO de EZEQUIEL ALEMIÁN
Relato.
Epílogo: Valeria Tentoni
Ilustración de portada: Pablo Boffelli
Estampa: Daniel Raul Rinaldi
Contratapa: Carlos Ríos
* Coeditado junto a Tren en Movimiento HOMOFABER EDICIONES
Encuadernación rústica-cosida / Cubierta de cartulina Elle Erre 220 gr serigrafiada a una tinta / Guardas coloreadas a la masa e interior de papel Bookcel 80 gr / 18 x 12 cm / 80 pp.

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PREGUNTA A EDITOR INVITADO: MARIANO GIGENA

¿Qué balance hacés del panorama actual de las editoriales artesanales?

En términos generales el balance que hago del panorama es muy positivo. Con el correr de los años uno ve cómo se van incorporando nuevas camadas de editoriales artesanales a la par que se consolidan las existentes. Cómo van construyendo un perfil propio, una comunidad de lectores, un catálogo, sus canales de circulación. O los mismos vínculos por colaboración, simpatía o solidaridad que se van tejiendo entre los diferentes proyectos. Todo nos habla de su buena salud y que más que tratarse de un fenómeno pasajero, una moda, las editoriales artesanales se instalaron definitivamente. 

Es más, me parece que a la par que se es parte del circuito tradicional/industrial del libro, se está generando un circuito nuevo, que se solapa y convive con el anterior. Esto lo veo en la creación de diplomaturas, ferias y librerías, con un perfil más cercano al libro objeto  y al arte impreso. En algún sentido me parece que las editoriales artesanales hicieron ganar terreno, corriendo la frontera previa del ecosistema del libro. Y esto porque se planteó un paréntesis, se hizo una pausa para detenerse a pensar en el objeto, sus posibilidades técnicas y estéticas, su materialidad, sus modos y costos de producción. 

Por otro lado, más allá del objeto, creo que alrededor de la construcción del catálogo el editor artesanal también tiene grandes posibilidades. Se pueden poner en circulación obras olvidadas en el basurero de la historia, incluso textos más recientes, pero que en la dinámica de novedad y descarte son rápidamente desechadas. Se pueden llevar adelante traducciones de obras que nunca fueron publicadas en nuestro idioma, hacer apropiaciones a partir de materiales diversos, ediciones piratas/bootlegs, etc.

Hay muchas posibilidades y eso es una gran ventaja que tienen las editoriales artesanales. Pero también plantea desafíos sobre cómo jerarquizar la obra en relación al objeto, cómo pensar la selección, la construcción del catálogo. Cómo darle esa identidad abierta que nos permita ser reconocidos, trabajando la propia singularidad del proyecto, confiando en el recorte que propone el catálogo. Pero que a la vez que tenga sus debidas puertas de escape, para que el proyecto no se vuelva predecible, no pierda la frescura, la capacidad de sorprender y hacer publicaciones inesperadas.

MARIANO GIGENA // HOMO FABER
@homofabered

Mariano Gigena (1982) nació en Avellaneda y vive en Quilmes, localidad del conurbano bonaerense. Es Docente en Historia y Ciencias Sociales en el ex Nacional de Quilmes. Edita homo faber desde el 2020.

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