EL ARTE COMO BUSQUEDA Y EL ESPACIO PUBLICO COMO LIENZO, ES EL METODO DEL ARTISTA DARIO CORONDA, ALIAS KRTU, EN EL CAMINO DEL HALLAZGO DE SU IDENTIDAD
El artista callejero es un mediador urbano. En cierto modo se aboca a la tarea de amigar al ciudadano con su entorno, deshaciendo la uniformidad, negando la opacidad a través de mensajes profundos y estéticos. El creador que desarrolla su arte en el espacio público comparte a la vez que interpela, regala y transgrede, ofreciendo el susurro de su grito con inigualable abnegación. Tal vez no se vuelque con total consciencia a esta filantrópica tarea, y sus motivaciones, los resortes que lo impulsan a la creación, provengan de historias íntimas e insondables vivencias. De un modo u otro, todo yace en la obra: la búsqueda del artista, la necesidad del espectador, y el elemento mágico que da vida al núcleo de la existencia.
Krtu, alias Darío Coronda, o viceversa, es uno de estos superhéroes que combaten la aflicción con sus pinturas, regalando inmensidad, creando universos que se superponen con toda naturalidad a lo más terrenal de nuestro mundo. A través de su pasión por el muralismo, despliega su arte sobre las paredes, imprime colores que en el mundo del asfalto siempre son motivo de atención, saliendo de los cánones típicos de las tonalidades grises, interrumpiendo como un arcoíris, noble, puro, y que suele decir mucho más que una lluvia entre los rayos del sol.
Krtu, o Kartu, hace de su trabajo artístico un estilo de vida, y en esa vocación tan marcada su camino ha sido siempre esbozado por pinturas y trazos, desde la infancia, pasando por su incursión en arquitectura, recalando en Bellas Artes y luego volcado profundamente al arte callejero.
“Desde chico me atrapó el mundo de la pintura. Siempre dibujaba tratando de aprender cada día un poco más, hasta que llegó un momento en el que sólo me incliné a pintar, y pensando siempre que no hay límites para crear, que todo puede empezar en un pequeño cuaderno pero nunca se sabe dónde puede terminar. Los años de bellas artes me dieron mucha técnica y experiencia en el hacer, pero allá por el 2010, inicié un camino nuevo hacia el muralismo, street art, o arte callejero.”
No es casual que entonces le diera un giro a su pasión por el arte, ya que por esos tiempos chocó con un descubrimiento inesperado, que llegó de boca de su primo Mauricio.
“Yo nací en el ’76, y me enteré en el 2010 que no era hijo biológico de mi madre de crianza. Desde entonces estoy en esa búsqueda. Uno de los factores que me llevó a refugiarme en el arte fue justamente eso, porque viví momentos muy duros, no comía, no tenía ganas de nada, tuve ataques de pánico, lo único que sí me daba ganas era de pintar o dibujar. Ya lo venía haciendo desde antes pero a partir de ese momento me aferré mucho más a eso”.
En ese camino que Darío inició buscando sus orígenes, su obra tomó un rol protagónico, en cada uno de sus trabajos hay una señal que deja como si fuera un sendero de guijarros que lo ayudan a trazar el camino de esa búsqueda de identidad, y a la vez no descarta que sirvan como guía para quienes puedan estar en esa misma indagación, del otro lado del punto de partida. A veces promociona mucho lo que hace, pensando más que nada en poder llegar a sus orígenes.
Impulsado por esta cuestión de la búsqueda, además de hacerse los análisis para el CONADI (que no arrojaron vínculos con desaparecidos de la dictadura), participa activamente de convocatorias relacionadas con identidades robadas o desaparecidas, por ejemplo como artista visual en el 40º aniversario de la creación de Abuelas de Plaza de Mayo, o en la reciente realización de un mural con los rostros de Riki y Yoyi, dos jóvenes desaparecidos en 1978, en un edificio de la calle Borges donde vivieron y fueron secuestrados por un grupo de tareas.
A través de su familia adoptiva pudo averiguar algunas cosas, aunque su padre apropiador, probablemente quien más supiera acerca su madre biológica, falleció años antes de que su verdad saliera a la luz. La historia de Darío, además de atravesar una realidad extendida en nuestro país, se va almacenando en muros y paredes, en casas y calles, que se vuelven depositarias de su clamor, que es también el clamor de los que buscan lo que se arrebató.
Él mismo sitúa su obra “donde la determinante espacio-tiempo juega constantemente con identidades, encontradas y muchas veces no tanto. Mi obra tiene mucho que ver con ese lado de la identidad. En cuanto a temáticas, hay un dejo de vacío, y de miradas que quizás no son tan felices sino algo tristes, y que arrastran una tensión”.
Con esa tesitura fue moldeando su camino, atravesado –como su obra– por una incesante búsqueda sin destino certero, aunque siempre asociado a la pintura y la creación, volcado principalmente al muralismo, que junto al amor, fueron los motivos que lo trajeron desde Córdoba a tierras porteñas.
“Jamás me hubiera imaginado en Capital Federal, pero al venir a vivir en una gran ciudad, con una propuesta cultural que sale de las baldosas, comenzaron a abrirse otras miradas, otras escalas. Empecé trabajando en el taller del pintor cordobés Roger Mantegani, donde afiancé mucho mas la técnica hasta que salí por primera vez a los espacios públicos de Buenos Aires.”
A esta altura queda claro que Krtu no guarda los secretos con el celo de un mago; su honestidad para describir el modo en que se aboca a sus obras lo pinta de cuerpo entero, con perdón del pleonasmo.
“Mi manera de trabajar es la obra desde adentro y afuera; puedo comenzar con bocetos dentro del taller que tengo en Palermo y me pueden llevar afuera, o estar en la calle pintando y que la misma calle me lleve dentro del taller a bosquejar para ver qué sucede. Puedo saber cómo empezar pero no dónde voy a terminar; es como una construcción del día a día, cargada de incertidumbre porque muchas veces quizás no me sale nada, pero con la consigna del hacer siempre, que es el modo en que comienzan a aparecer ideas. Acostumbro salir en bici por ahí o caminar y observar paredes, espacios, esquinas, casas, y cuando veo algo que me atrae mucho pienso una idea, voy a ese lugar y propongo a los dueños intervenir las paredes con el permiso de ellos o de los vecinos de la zona.”
Krtu es un artista cuya técnica se aplica a su vida. La incertidumbre en la que toda creación recae en algún momento de su génesis, sólo es posible de atravesar cuando se está en movimiento. Krtu busca el camino para continuar su obra, tal vez una pincelada, un gesto, una repentina presencia. Darío busca sus orígenes, y en el viaje va construyendo un camino que lo visibiliza, le da esperanza y, sobre todo, le brinda una identidad única e irrepetible.
KRTU
www.dariocoronda.com
Facebook: Dario Coronda Krtu
TEXTO: MARTÍN D’ADAMO