“El negocio es la negación del ocio y esto es un teatro: tiene que moverse con el ocio, tiene que ser juego y tiene que ser goce”. Cata Briski
A esta altura del 2021 no es novedad que muchos espacios culturales de la ciudad de Buenos Aires tuvieron que cerrar sus puertas. Lamentablemente, la pandemia visibilizó una situación de precariedad cultural que continuó en decadencia hasta destruir muchas salas y trabajos. Porque la cultura también es parte de la economía laboral.
A pesar de las malas noticias, sabemos que el impulso cultural no se detuvo: artistas, técnicxs, gestorxs, productorxs, comunicadorxs, etc., resistieron con acciones concretas.
En el Teatro del Perro, su cooperativa fue el pilar que sostuvo al espacio durante la pandemia. Con mucho esfuerzo, y gracias a varios apoyos y subsidios, Laura Saban (acróbata), Santiago Mazzanti (músico), Adrián Ruiz (iluminador), Josefina Sagasti (bailarina y productora), Ramiro Cortez (bailarín y músico), Valeria Fariña (actriz e historiadora) y Catalina Briski (bailarina y actriz), lograron sobrevivir en su pequeño triángulo de Villa Crespo, barrio que está convirtiéndose en polo gastronómico. “Somos todxs trabajadorxs de la escena, no sabíamos si íbamos a sobrevivir ni nosotrxs ni el espacio, porque vivimos de esto. Fue muy angustiante, pero con deudas y poniendo plata del bolsillo, continuamos”, cuenta Catalina Briski, sentada en ese querido espacio de resistencia que defienden, mientras recuerda la desesperación que fue no tener ingresos e igual tener que sostener el alquiler del lugar, que recién a finales de noviembre empezó a hacer fechas en la calle, en la esquina, así como la jam de música y danza “Prácticas del destierro”, realizada a la gorra, para que la gente pudiera asistir.
Cata sostiene que la cultura la tiene que defender el pueblo, que los espacios tienen que cuidar los lazos con sus barrios, con la gente que lo habita. En ese sentido, repasa las acciones territoriales de la recientemente inscripta Cooperativa Perra durante este tiempo pandémico: un festival virtual, varias ollas populares, alianzas con cooperativas de barrio, la Asamblea de Chacarita. “Estar en la calle hace que instantáneamente se sumen los vecinxs, aunque falta más diálogo, nosotrxs tenemos que seguir preguntándonos”, enfatiza.
También se pregunta cómo subsistir culturalmente en una ciudad donde el mercado avanza y arrasa con todo, donde pueden cerrarse muchísimos espacios porque no hay ninguna ley de alquileres para locales, lo que para ella “sería clave”, y reflexiona sobre las políticas culturales ya que, muchas veces, los subsidios que son para creación se usan para pagar alquileres, “vos querés hacer obra y la plata se la lleva el dueño de la sala, hay muchas organizaciones que están peleando por subsidios que no tendrían que ser el sostén, eso no es sustentable, salvo que te regalen un teatro”, agrega.
Catalina es una mujer coherente, para ella enunciados y acciones deben ir en conjunto, algo que piensa en relación al feminismo en el ámbito de la cultura, al darse cuenta desde la gestión que la ‘batuta’ la manejan siempre los hombres. “Hay que entender realmente cuáles son las disputas que tenemos que dar dentro del sector cultural, el capital lo suelen tener los chabones y hay que ir ahí a disputarlo o a buscar estrategias que a veces son más incómodas como mujeres. No fue cómodo tener que estar acá en ciertos momentos pero hoy tenemos una cooperativa, un espacio que nos representa, con más docentes mujeres que hombres, donde tenemos nuestras disidencias, pero tratamos de revisar internamente las conductas en donde está operando el patriarcado. Fue un camino más largo pero esa diversidad merece tiempo para realmente entendernos”.
Con esa coherencia y determinación, proyectan desde la Cooperativa Perra una curaduría que se comprometa en su vínculo con el barrio, con propuestas intergeneracionales y en encontrar obras interdisciplinarias donde el teatro tenga música en vivo, la música tenga performance, “nos gustaría tener esa impronta, esa línea general, no cerrada pero sí como protagonista, y volver a la presencialidad, encontrarnos en formato de esquina pero volver a hacer obra adentro”.