El Borges volvió a abrir sus puertas renovado bajo la esfera de la Subsecretaría de gestión y espacios especiales del Ministerio de Cultura de la Nación, que también tiene a cargo el CCK y Tecnópolis. El cambio de lo privado a lo público apuesta a la inclusión de la diversidad e invita a ser habitado como un lugar de integración del arte y la cultura de la ciudad para todos y todas.
Jimena Pautasso, a cargo de la Dirección de planificación y programación, destaca el trabajo que se hizo sobre el edificio y el espacio, así como en la recuperación de la memoria a través de rearmar ciclos que ya pasaron en el Borges. Es el caso de “Experiencias en escena”, proyecto creado y coordinado por la coreógrafa e investigadora Adriana Barenstein, que una vez por mes presenta una obra de danza que cruza diversos lenguajes. “Intentamos expandir las fronteras de la danza para crear lenguajes híbridos que conjuguen palabras, performance, dramaturgia, medios audiovisuales, música. Buscamos investigar la potencia del cuerpo y el movimiento, la reflexión acerca de lo coreográfico”, señala la coreógrafa, y Pautasso añade: “Adri propone ciclos que transforman el espacio y que lo interpelan, entonces va tejiendo eso que queremos proponer que es que todas las áreas del centro cultural formen parte de un mismo ámbito, una misma red.”
“Experiencias en escena” tiene que ver con ese Borges que se encuentra en transición y en el que la danza se propone como una línea fuerte. Barenstein señala que se siente agradecida de ser partícipe del diálogo entre lo que transcurrió y lo que está por venir mientras reflexiona acerca de la crisis que afecta enormemente a la cultura y que pone en movimiento al pensamiento y la imaginación para dar respuesta a los desafíos de esta transición, algo que excede el campo de trabajo particular: “Es una reflexión que va más allá y que tiene que ver con la formación de nuevos públicos y con la discusión que se da entre los artistas que participan, con un diálogo con los técnicos, con todo lo que bordea al espectáculo mismo que es muy interesante y de mucho aprendizaje, hay cosas que están ahí y que tocan a la danza, como el museo de bellas artes. Hay un cambio grande en la disponibilidad de los técnicos y lo arquitectónico porque hubo una remodelación del espacio y eso te afecta de alguna manera. No es lo mismo estar en un espacio que tiene una moqueta que estar deslizándote en un espacio absolutamente amplio y sin horizonte”. De esta manera, Barenstein señala que hay que generar las condiciones para que el cuerpo pueda habitar de una manera el espacio, y plantea la cuestión del museo vivo para que realmente los lugares se transformen en refugios en relación a la vida: “vos estás ahí y hay una cantidad de cosas que podés hacer, íntimas, y que no harías en otro tipo de espacio, y eso a mí me parece que es algo muy interesante que está sucediendo en este momento en el Borges, que vos entras y te dan ganas de quedarte, porque el espacio también te está invitando a habitar, porque pasaste y viste un libro y te quedaste ahí, hubo una intervención en la escalera y que te convocó a estar ahí,” remarca y añade que cuando hay un guion curatorial, algo que conecta, “es interesante las cosas que suceden, la gente se siente contenida, cómoda, puede volar e imaginar más, porque hay algo detrás que sostiene. Es como un gran laboratorio y tiene mucho horizonte.”
En esta nueva propuesta, áreas como la sala Bon Marché, sede del Museo Nacional de Bellas Artes, la tienda Matria de artesanías, el pabellón dedicado a la literatura de Borges que cuenta con una biblioteca y zona de lectura, además de las salas y el auditorio en donde se pueden ver espectáculos de tango, danza o música, muestras de fotografía y artesanías, conviven en un tejido que las vincula. Como afirma Pautasso, los proyectos se van trasformando porque es otro el contexto, desde la infraestructura y lo arquitectónico, hasta los ciclos como “Experiencias en escena” o “Tango al paso”, una actividad que ofrece clases de tango, y que está dedicado a una milonga por mes para la formación y la programación de espectáculos de tango danza en el auditorio. La directora señala que la danza y las visuales desbordan sus espacios: “desde la planta baja hasta el tercer piso, quien va a visitar el centro cultural, lo vive como un todo de alguna manera porque de alguna forma está todo el espacio entretejido”, agrega.
Estos cambios revitalizan ámbitos como el de la danza que requieren la materialidad del cuerpo para existir y que estuvieron pausados durante la pandemia, cuando el cuerpo se volvió peligroso porque podía trasmitir el virus. Ahora la reflexión del Borges gira en torno a cómo generar esos espacios cuidados donde el cuerpo funcione también como conector.
“El objetivo es poner el cuerpo en el espacio, viviendo el espacio del Borges, y la propuesta de danza se suma a este habitar el espacio e integrar todas las disciplinas en las vacaciones de invierno; la danza articulada con las artes visuales y con la literatura, con el tango, porque va a suceder en conjunto”, cuenta Pautasso en relación a las próximas vacaciones de invierno y da la palabra a Barenstein que explica que se tratará de un proyecto itinerante donde se pueda jugar con salir al encuentro del otrx: “Son intervenciones breves en distintos lugares y un taller interactivo con lxs niñxs. Lo que se busca es la mirada, el punto de vista, la familia, jugar con eso de la mirada y que sea itinerante, salir a buscar, como las actividades al aire libre, salís al encuentro del público; la energía de la presencia del cuerpo es una fiesta”.
Porque las experiencias del cuerpo en el Borges proponen festejar el encuentro entre las personas en un momento de tanta crisis social en el que la cultura necesita revitalizarse, para seguir la batalla por la transformación de las corporalidades y la inclusión.
“Experiencias en escena” es un signo de que las presencias del cuerpo y de la danza en el espacio pueden volver recargadas.