La frase del título recuerda que el fuego necesita adherirse a otro elemento para poder arder porque solo no puede encenderse, no existe. La llama prendida, abrazada a algún material combustible, es la que echa luz. Y qué mejor combustible que un cuerpo que danza.
Con esa metáfora que pide poner el propio fuego, encenderse para ofrecer luz, les intérpretes se juegan sus cuerpos (físicos, psíquicos, energéticos), ardiendo en el escenario de la sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas, que renueva algunos ciclos culturales que desde hace décadas alumbran la zona.
Para iluminar hay que arder es una obra que “busca reflexionar sobre la danza y desde la danza preguntándose específicamente sobre sí misma, pero cruzando este auto cuestionamiento con la necesidad de abrirlo a quienes no pertenezcan a su ámbito específico”, dicen les intérpretes y creadores de esta pieza de danza que dialoga expresamente con el público presente.
Desde un pensamiento que se mueve, estas danzas reflexionan sobre el acto mismo del movimiento, sobre la creación y también respecto al original en el arte, interrogantes que rondan las producciones artísticas desde tiempos lejanos en las que anida la duda si está primero la danza o les bailarines.
¿Qué obra es esta? es una pregunta que brinca burlona imitando ciertos movimientos reconocibles para quienes están habituades a las obras de danza espectacular occidental, que se analizan y estudian en espacios de aprendizaje universitario como la Universidad Nacional de las Artes (AKA UNA), pero que cualquiera que se anime a las poéticas del convivio teatral puede disfrutar.
En un escenario vacío de otros artilugios que no sean los cuerpos y en el que las luces tienen la potencia de generar poesía junto con el movimiento de les intérpretes, tonos rojos, verdes y sombras dibujan sobre la imaginación del público ciervos, montañas y valles. Un arco se perfila al fondo después de oír un conjuro de palabras entre las que la frase “el movimiento es un arco entre dos muertes” (AKA Humphrey), se superpone a las sombras perfiladas en la lejanía.
Jesús era bailarín -afirman desde el escenario- mientras traen con su nombre siglos de culpa cristiana. Pegada a ella, se cuela la prohibición de mover las caderas en la danza clásica. El ballet: domesticación del cuerpo, sumisión de la carnalidad femenina hasta transformar el deseo en pecado. Asimismo la danza en sus inicios académicos, como una forma de organización social que doblega al pueblo frente al monarca.
Retomando ese punto cero de la historia occidental (Jesús), que es bailarín tanto como podemos serlo todes les espectadores que, interrogades por les intérpretes, nombramos los temas musicales preferidos que usamos en la ejecución de diversas acciones cotidianas. Bailar es un verbo.
Volviendo a la danza, la obra pregunta ¿qué podría ser común a todas y todos en el acto de danzar? Si pensamos que la mayoría de las personas baila en algún momento de su vida, ¿será que al moverse disfrutan, se divierten, sienten? ¿Será el placer de integrar cuerpo y mente en un accionar sensible que destruye la dicotomía cartesiana? Al igual que quienes se suben a escena y nos convocan a observar sus saltos, pausas, poses, y percibir el acto reflejo que la empatía kinestésica produce en nuestros cuerpos acomodados en las butacas. Bailar nos prende fuego.
La obra lleva ardiendo algunos años en distintas oportunidades que tuvieron el puntapié a finales de 2016 de los laboratorios de Pro Danza bajo la tutoría de Eleonora Comelli y posteriormente el premio estímulo a la creación de la UNA en 2018.
Ahora es el reinaugurado espacio del Rojas quien cobija ese fuego para pensar en términos de danza.
Tal vez podríamos simplemente expresar que bailar es patrimonio de la humanidad, que para iluminar, tiene que arder.
Bailan: Lucas Minhondo, Mercedes Ferrari y Juan Salvador Giménez Farfán. Asistencia de dirección: Yamila Troncoso. Colaboración artística: Lucía García Pullés. Música original: Federico Karrmann. Diseño de vestuario: Lapietra Estudio. Diseño de iluminación: Paula Fraga. Creación colectiva con dirección de Noelia Meilerman y Juan Salvador Giménez Farfán.- Fotos: Alejandra Del Castello.
Funciones: viernes 10, 17 y 31 de marzo 20:30 hs. Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038.