Esta performance, que se propone como unipersonal, pone en cuestión los términos de la soledad. El cibermundo es parte del presente que habitamos, donde los ‘me gusta’ representan las endorfinas que conviven con tiktokers, youtubers, instagramers, y un sinfín de imágenes, en los que apenas algunos textos subsisten para la lectura.
En este territorio de virtualidad las redes constituyen una compañía, así como lo fueron la radio y la televisión en su momento, son aperturas al afuera, donde habitan les otres que de esa manera comparten con une. Esas ventanas al mundo exterior, que simulaban el vínculo con los demás, se ampliaron en la globalidad multiplicando las posibilidades de comunicarse y relacionarse en tiempo real.
Paradójicamente, el millón de amigues en las redes sociales no significa la vinculación real con el otre, aunque puede tratarse de un acompañamiento que resulte en más de un caso, indispensable.
No estoy solo se presenta como un dúo entre Iván Haidar y sus “huellas digitales”. El protagonista realiza diferentes pruebas audiovisuales para estar consigo mismo, aunque la compañía resulte un tanto fantasmal. "No estoy solo es la síntesis de un proceso de varios años, en el que desarrollé una metodología de trabajo para la creación de dispositivos unipersonales y autónomos”, explica Haidar quien comenzó ese desarrollo con Otra línea (2017) y Cómo las cosas llegaron aquí (2021), propuestas en las que también utilizó la duplicación como una herramienta para ponerse en relación con alguien.
Sin embargo, a diferencia de las piezas anteriores en las que creaba archivos digitales de imagen y sonido, tal como relata el autor, en esta se trata de una relación consigo mismo a través de transmisiones de su propio cuerpo en tiempo real: “Mi motivación fue explotar ese recurso para crear una dramaturgia sobre el contacto, tocar y no tocar, ser y no ser tocado a la vez. Dejar aparecer una sensibilidad en el intento de materializar un ‘otro’, y subrayar su ausencia con su presencia fantasmal”, señala con un enunciado lacaniano.
La imagen fantasmal de sí mismo que aparece en escena está realizada con una calidad que, por momentos, puede confundir al público. ¿Vemos al cuerpo real o la proyección virtual del intérprete? Un cuerpo que se vincula con la multiplicación de sí, se desplaza, se agujerea, se superpone, o simula desmaterializarse en el aire como si se desprendiera del cuerpo material.
Eso fantasmático puede leerse como una representación del anhelo de la materialidad concreta de los cuerpos, interrumpida por la virtualidad. En el juego entre la presencia y la ausencia, el contacto físico y sensible de la experiencia en vivo, pone de manifiesto sus tensiones. ¿Qué es lo real? ¿Hasta dónde es posible tocar un cuerpo? ¿Cuánta soledad o cuánta compañía puede haber en une misme? Las capas que constituyen a une individue son muchas (individual, social, ancestral, energética) y todas esas imágenes repetidas pueden ser diferentes velos de un mismo ser.
Los recursos tecnológicos permiten un juego audiovisual que cruza fronteras animando al pensamiento a elucubrar significaciones de lo visto: desde cierto narcisismo en el juego con la imagen especular hasta una proposición respecto a la clonación del cuerpo, pero no es interés del autor tematizar lo tecnológico: “La tecnología para mí es un medio, un vehículo, y no un tema. Es la herramienta que encontré para escribir poesía, y profundizando con estos recursos se va definiendo un lenguaje, una estética”.
La propuesta se activa en la escena como un laboratorio cuya confrontación con el público constituye la mejor alimentación para seguir expandiendo imágenes, juegos de la imaginación y más horizontes de significación.
Creación, dirección e interpretación: Iván Haidar.
Composición de canción: Aldo Benítez e Iván Haidar.- Producción y distribución en Latinoamérica: Cafe Müller Territorios.- Coproducción: Fide, Cobai, Red de
Martes 21 hs en El galpón de Guevara (Guevara 326) Entradas por Alternativa teatral.