El CETC creado en 1989 como Centro de Experimentación en Ópera y Ballet por Sergio Renán y Gerardo Gandini, es un espacio que lleva más de 30 años dedicado a la experimentación y cruce de las artes. Ubicado en el subsuelo del Teatro Colón, la escenografía natural este Lado B -similar a unas catacumbas e inusual frente a la omnipresencia que tiene el Colón-, favorece la creación de piezas originales que la misma dirección del CETC impulsa.
Desde el 2022, la directora a cargo de la programación es la bailarina y coreógrafa Diana Theocharidis, una artista y gestora con un pensamiento coreográfico sobre la curaduría del espacio, que convoca a artistas diversos para que investiguen y produzcan obra especialmente para el lugar y en diálogo con la institución.
Históricamente el Teatro Colón ha representado la cúspide de una alta cultura preservada de la contaminación que significa desde esa perspectiva la cultura popular. Es el Lado A de las aspiraciones a ser parte de una cultura impoluta, lejos de las masas. Podemos pensar que este Lado B constituye una apertura a creaciones independientes al favorecer la experimentación contemporánea de calidad gracias al aporte en producción que ofrece el Colón. En diálogo con Llegás, Diana Theocharidis se refiere al equilibrio entre las óperas, el teatro musical y la danza que potencia este centro escénico-musical experimental.
La programación
La temporada del CETC comenzó con un concierto de homenaje a Gandini cuyo diseño espacial fue realizado por Gonzalo Córdova que transformó el uso del espacio con una perspectiva coreográfica, en palabras de Theocharidis. A continuación, sorprendió con la presencia de tres propuestas de danza creadas por Florencia Gleizer, Ivan Haidar y Alina Marinelli, que se sucedieron casi a modo de ciclo.
En julio estrena Scarecrow, un espectáculo de cine concierto, que conjuga música contemporánea de Martín Matalón y películas mudas con películas de Buster Keaton. Luego se podrá ver Felicidad, un proyecto de ópera contemporánea sobre el texto Mujeres desesperadas de Samanta Schweblin, con música de Marcos Franciosi.
Posteriormente habrá una propuesta híbrida de la artista Nicola Costantino que va a ocupar toda la superficie del centro de experimentación como si fuera una galería, con música original creada especialmente por el compositor argentino Esteban Insinger y la dirección actoral de Maricel Álvarez.
A esta programación se le suma un concierto de un ensamble italiano que va a interpretar música de Italia contemporánea. Y para finalizar, estará Mariano Pensotti con una obra de teatro musical en torno a la idea de salas de cine que nunca se construyeron y guiones de cine que nunca se hicieron.
El vínculo de la experimentación escénica entre la danza y la música
La danza tiene un vínculo primordial con la música y con el espacio-tiempo que el movimiento y el diseño coreográfico generan, potencian, alumbran. Aunque la programación general es bastante variada en términos de géneros artísticos, la incorporación de los artistas provenientes de la danza independiente constituye una apertura del CETC fiel a ser un espacio de experimentación de ópera y ballet. “Ahora están en paridad la danza con la ópera, más los espectáculos mixtos como las instalaciones y la performances”, expresa la directora recordando que el Colón es un teatro musical, por lo que se pretende una preponderancia de la música. “En todas las propuestas que se presentan se busca que haya músicos en vivo o una composición creada especialmente para la ocasión, que los coreógrafos trabajen con un compositor, que haya un trabajo priorizando lo musical”, sostiene Theocharidis que puntualiza que el campo de las artes escénico musicales se intersecta permanentemente.
La dirección del CETC acompaña sugiriendo colaboradores para poner en funcionamiento esas “formas transicionales” que surgen del proceso de investigación entre las duplas creativas en diálogo con el lugar. Todos estos espectáculos son hechos a medida para un espacio que cada artista usa como quiere, “si alguien sigue toda la programación va a ver cosas totalmente diferentes que es otro de los criterios curatoriales, poder dar lugar a estéticas completamente distintas” indica la directora.
Theocharidis proviene de la danza independiente y sabe cómo es trabajar en ese circuito tan diferente de los requerimientos y tiempos de producción de la institución en la que está. Desde una mirada coreográfica del espacio, además de interdisciplinaria, propicia el encuentro de universos distantes, la variedad de estéticas y de artistas. Piensa en la experimentación como una manera de generar algo nuevo: “es experimentar con los materiales, con el lenguaje, el movimiento, la escritura, con el espacio, y también sobre la forma de presentación del espectáculo: cómo puedo crear una nueva forma de ver un espectáculo de danza o de escuchar música”.
Para Theocharidis el movimiento sonoro es físico y en una ópera hay una corporalidad del cantante como del espacio. “Un compositor decía que en el cerebro primitivo la misma zona que produce la música es la que produce el gesto del movimiento danzado, que después se empieza a separar. Para mí está todo muy relacionado”, reflexiona.
La nueva curaduría del CETC transforma el vínculo entre las disciplinas al correr al artista de su rol habitual y ponerlo a crear otra cosa para dar un impulso a la experimentación, que propicie la germinación de propuestas en las que innovar los formatos, las creaciones, las miradas y la expectación sea posible.
Dulcinea Segura