El título hace clara alusión al compositor, director de orquesta, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo, Richard Wagner, un nombre que puede sonar a complejidad y academicismo si se piensa en su música y su propuesta de “obra de arte tota” Pero parece que pocas personas pueden vincular este nombre con el terror de la Shoá, como señala Rotemberg, Wagner se volvió el músico del sistema porque representaba lo germánico para los nazis. El director se refiere a su propia ascendencia judía y cuenta que parte de la familia de su padre murió en la Alemania nazi, “tengo como una obsesión con el nazismo, quería hacer un cruce entre la música de Wagner y una especie de violencia física en escena que en su momento yo asociaba con la Shoá, el Holocausto, el plan de aniquilamiento de la población judía por los nazis; eso es lo que yo veía en la obra, pero desde que estrenamos, en la recepción nunca nadie vio eso de la obra, sino que lo llevaron hacia la violencia de género, a leerse por ahí”, señala el director y agrega “nosotros viajamos mucho y en el único lugar que me preguntaron por Wagner y los judíos fue en Bruselas. Te das cuenta que lo que importa es lo que lee el contexto.”
La obra recorrió festivales de todo el mundo en los que esas “cuatro valquirias que se montan sobre la música de Richard Wagner” se interpretan como cuatro mujeres con “la tarea de desactivar estereotipos y denunciar prejuicios relacionados con la feminidad, la violencia, la sexualidad, el erotismo y la pornografía, como expresa hoy en día la gacetilla.
Pablo Rotemberg es coreógrafo, director, músico, bailarín, también Licenciado en Cine que además estudió paisajismo. Tiene en su haber unas 20 obras que oscilan entre la danza contemporánea, el teatro físico y la performance, con un imaginario cinematográfico en la puesta escénica. Sus propuestas están atravesadas por una carga de violencia y erotismo que han delineado una especie de estilo propio que ya es reconocible en su trayectoria.
Estrenada en el 2013 en el Cultural San Martín (que también colaboró en la producción), La Wagner es hasta ahora la obra que más tiempo estuvo en cartel. A pesar de los cambios de algunas bailarinas en el transcurso de los años, la estructura prácticamente no se modificó, salvo un recorte temporal de una escena en la que las intérpretes sostenían durante casi 15 minutos un esfuerzo físico al que le gustaría volver. “A mí me interesa mucho el trabajo sobre la resistencia de los cuerpos como máquinas, cuánto puede resistir ese cuerpo en una situación de mucha exigencia física sin que esa exigencia se manifieste dramáticamente", relata Rotemberg mientras hace alusión a una escena de la obra Café Müller de Pina Bausch que describe así: “en el momento del abrazo, en el que la mujer se lanza sobre el hombre que la deja caer, y eso se repite como un bucle, lo que uno va viendo es una cosa muy teatral, porque empiezan a pasar cosas que modifican el movimiento, la forma se comienza a degradar y asume mayor valor dramático teatral. Eso no me interesa a mí, me gusta lo de maquinita”.
El coreógrafo reflexiona sobre el proceso creativo a la vez que puede distinguir aquello que le importa del trabajo físico desde que estrenó El lobo, unipersonal en el que su cuerpo se contorsionaba en un pequeño espacio que simulaba un baño con un piano. Desde ese entonces, sus creaciones muestran variados niveles de peligrosidad física, siempre en el marco con tenido de la precisión compositiva y de la dirección, que lo ubica en otro lugar. “Me gusta el rol de director porque es un rol que tiene que ver con el poder”, afirma explicando que en el cuerpo, eso se refiere a poder probar situaciones de compromiso y riesgo corporal, como las que le aparecían en su propio cuerpo cuando realizaba improvisaciones de movimiento: “probarlas en los otros al pedirle al intérprete situaciones de incomodidad que le obliguen a comprometerse con ese material y a encarnarlo de una manera que no tiene punto medio, genera una situación de poder”, reflexiona Rotemberg.
La obra nació del deseo del director de trabajar con la música de Richard Wagner y las bailarinas Carla Rímola, Carla Di Grazia, Ayelen Clavin y Josefina Gorostiza, intentando encontrar algo que pudiera convivir con esa música tan increíble y compleja. En ese inicio había convocado al artista escénico Alfonso Barón, que no pudo asistir al primer ensayo y que posteriormente se mudó afuera del país, ausencia que le mostró lo bueno de que fueran solamente mujeres. “La obra es porque estaban ahí estas cuatro grandes artistas, y la asistencia de Lucía Llopis. Ensayamos en todos los momentos que podíamos, que fue mucho, por eso siento que es un producto bien acabado”, afirma el director.
En estas próximas funciones, se podrá revivir la potencialidad que tienen los cuerpos de estas mujeres de poner las cosas “patas para arriba y recrearse en una instancia post-género”.
La Wagner
Intérpretes: Bárbara Alonso, Ayelén Clavin, Lucía Cuesta y Carla Di Grazia.- Diseño sonoro: Jorge Grela, Pablo Rotemberg .- Coreografía: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola, Pablo Rotemberg.- Asistente de dirección: Carla Rímola.- Dramaturgia y Dirección: Pablo Rotemberg.-
Funciones: Sábados 22.30 hs del 9 de septiembre al 14 de octubre en Timbre 4, México 3554 – Boedo 640