En un país cada vez más derechizado, discriminatorio y racista, esta obra de danza contemporánea se propone disputar la misma idea de danza hegemónica como un modo de reivindicar la danza y devolverle su aspecto de propulsor de afectos y no tanto de extractor técnico, de acuerdo a las palabras del director. Quillén Mut es bailarín, coreógrafo, docente, performer, director y artista visual desde el sur global. También investigador del Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella, 2024.
La obra plantea que existen otros modos de habitar y compartir el mundo y que salen de la mirada heteronormativa y normalizadora de la sociedad. ¿Cuáles son las tensiones entre nombrarse y ser nombrado? ¿Es posible ver en mí otra cosa que no sea una mujer? Frente a la vergüenza o exposición de lo extraño, de lo otro, lo distinto, lo monstruoso, de lo disidente, lo marica, lo trans, se pone de manifiesto que hay otras formas de existir y convivir que no están regidas por el bullyng o las opiniones fascistas, donde la vergüenza termina siendo un efecto negativo de repliegue de nuestras particularidades o de nuestros deseos”.
El elenco acciona en nombre del Afectariado combativo, un “colectivo sin caras fijas” que organiza actividades musicales y performáticas en el contexto cultural porteño, además de realizar fiestas bajo el nombre de El Chocho rico, una crítica cultural a la noche que propone habilitar el contacto y la colectividad. El material coreográfico es una antología de movimientos de sus vidas, materia prima para la creación de la danza.
Coreografías de la vergüenza utiliza el procedimiento de la acumulación, tanto en los movimientos como en la sonoridad y la iluminación. Se apoya en el procedimiento del unísono en el que todxs siguen una coreografía que lxs unifica, desplegando sus especificidades individuales como un “tornasol de desidentificaciones”, con el deseo de colectivizar la práctica sin homogenizar el contenido. “La formalidad del unísono juega con la hipótesis de que lo mismo no existe, que la convivencia se da en el marco de las diferencias”, refuerza el coreógrafo, que indica también cómo el paso de ese unísono va fallando, quebrándose en el intento de sostenerlo y mostrando “las fisuras de ese intento de ir juntxs dentro de las diferencias que habitamos”.
Estos archivos de la vergüenza constituyen aquellos pasos reprimidos por una sociedad heterosexual, blanca y colonizada, persecutoria de lo distinto. La coreografía se nutre de los propios movimientos que lxs intérpretes dejaron de hacer por haber sido objeto de burla o discriminación, porque son danzas que construyen procesos de subjetivación maricas, trans, etc., tal como indica Mut, quien destaca a lxs integrantes de la obra que politizan la danza en tanto efecto transformador de las subjetividades.
Esta práctica dancística colectiva puede leerse como un acontecimiento político en un momento histórico de retroceso en materia de derechos. Una obra para reflexionar sobre cómo nos vinculamos desde el cuerpo con lxs otrxs y, de paso, revisar los propios mapas movimentales.
Coreografías de la vergüenza
En escena: Mau Pierotti, Ari Lutzker, Lucía Bertotti, Jan Valente, Cami Paladino, Sasha.
Disc-jockey: Tobey.- Asistencia: Shiuliano.
Vestuario: Joishii.
Iluminación: Laura Abad.
Producción ejecutiva: Quillen Mut, Ari Lutzker, Lucía Bertotti, Jan Valente, Cami Paladino, Tobey.
Producción general: Tomo Cabrera.
Diseño de video y flyers: Tomo Cabrera.
Colaboración artística: Silvio Lang.
Dirección: Quillén Mut.
Una creación del Afectariado Combativo.