Se vienen las vacaciones de invierno y no hay espacio cultural de la ciudad de Buenos Aires en la que no se pueda disfrutar de algún espectáculo para las infancias. Ese pequeño público tiene gran atractivo y el Teatro Colón no podía faltar. Del 17 al 28 de julio ofrece tres obras a través de su Instituto Superior de Arte (ISATC) que dirige Marcelo Birman: Moliendo a Molière, Mundodanza y Colin y Colette.
De este programa pensado para disfrutar en familia queremos destacar el estreno de Colin y Colette, una adaptación de una ópera del siglo XVIII para las infancias del siglo XXI que cuenta con la puesta en escena, coreografía y dirección del régisseur y coreógrafo Alejandro Cervera, que en este momento se encuentra estrenando Vivaldi x 2 con el Ballet del Sur en Bahía Blanca.
Colin y Colette es un espectáculo basado en la ópera El adivino de la aldea de Jean-Jacques Rousseau, filósofo del siglo XVIII conocido por su obra El contrato social y autor de frases célebres como la siguiente: “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. La obra cuenta una historia de amor e infidelidad entre un pastor y una pastora que logran resolver el conflicto amoroso gracias a la intervención de un mago adivino. Tal vez el abordaje del amor romántico desde un autor como Rousseau, que propone un contrato social para poder convivir justamente en sociedad, tiene que ver con ese acuerdo necesario también en las relaciones. ¿De qué manera se abordan los conflictos? ¿Qué acuerdos son necesarios para sostener un vínculo afectivo? ¿La necesidad del otro es parte de ese encadenamiento al que refiere Rousseau?
Al tocar el tema de la infidelidad que se plantea en la pareja, la obra podría suponerse con un perfil más adolescente, aunque está plagada de personajes con quienes también pueden identificarse los niños actuales del siglo XXI. Hay una bailarina de Gualeguaychu, un gaucho, un ser medio humano medio oso, una mujer-mona, un súper héroe; y termina con la típica fiesta de casamiento con selfies y todo. Un espectáculo bastante vistoso y atractivo para las familias.
“Me dio mucha risa porque caminando por el Abasto vi cartelitos pegados en los árboles que decían ‘arreglo problemas de pareja, doy solución’, con un número de teléfono de WhatsApp y es un poco lo que Rousseau trata en 1752: una persona que arregla por plata problemas de pareja”. Cervera reflexiona respecto de esta curiosa obra y señala que el vínculo amoroso entre campesinos implica pensar una relación de amor más popular una generación antes que Mozart. Es decir que Rousseau va a prologar lo que va a pasar con la ópera romántica del siglo XIX, que ponen en escena el amor de los sectores populares, como el caso de La traviata o la ópera mozartiana, según relata el director. “Es interesante que va apareciendo en la mente de los músicos y los libretistas la idea de lo que sucede en los sectores que no son poderosos, los sectores populares, los pone en valor y les da entidad, sobre todo en un momento en que la historia la escriben los poderosos”, puntualiza.
A más de una persona puede darle curiosidad el abordaje de esta temática que pone en juego el conflicto amoroso de la infidelidad en una época en que las relaciones parecen ser más abiertas y libres, aunque también continúan apoyándose sobre la ilusión de un amor romántico que dure para siempre. Cervera hace hincapié en cómo ya en el siglo XVIII se refieren al amor como si fuera un niño: “si te toca no sabes si está bien o si está mal; cuando uno se enamora no sabe porque a lo mejor puede ser el amor de su vida y quizás es una persona casada y tiene que romper esa relación para establecer otra”, y agrega “a mí me parece que Rousseau habla también de una gran libertad y de un concepto nuevo del amor que está separado de la religiosidad de la idea del matrimonio”.
Veremos si el amor en danza puede enseñarnos formas más libres de vincularnos.