Con Los Amigos, Vivi Tellas continua discutiendo las formas de representación. El otro real e inaccesible como materialidad de la ficción. “Creo que Biodrama está dejando de ser teatro” – desliza Vivi Tellas, directora de Maruja Enamorada, Las Personas, Tres filósofos con bigotes (entre muchas otras) y creadora del ciclo/concepto. Gestado en los primeros años del siglo XXI el Ciclo intentaba “investigar cómo los hechos de la vida de cada persona – individuales, singulares, privados – construyen la Historia. ¿Es posible un teatro documental, testimonial? ¿ O todo lo que aparece en un escenario se transforma irreversiblemente en ficción? Ficción y verdad se ponen en tensión en esta experiencia.” (Texto de presentación del proyecto que data del 2001, publicado en el libro Teatro en el Borde de Mónica Berman). La afirmación que da comienzo a este párrafo nos alerta de que si Biodrama está dejando de ser teatro el virus ficcional se esté erradicando. De a poco. En Los Amigos, un Biodrama afro la experiencia documental encuentra su máxima expresión. Mbagny y Fallou son dos senegales viviendo en Buenos Aires que llegaron con la última migración potente desde esa zona. Compartiendo con un estilo íntimo relatos de infancia, imágenes, rituales religiosos y objetos personales dinamitan las nociones de dramaturgia sometida por la literatura. Se desmarcan de eso. La Otredad es barrada en su temor y se vuelve ficción inclusiva. Sin artificios.
Los Amigos es una experiencia de “otredad radical” ¿Cómo te parece que a partir del propio aura de los intérpretes, sus objetos, sus relatos y sus imágenes se redefine este concepto? ¿Hay una intención política de aproximación al Otro temido e insondable, sobre todo en una época donde la inmigración es acusada de desintegrar el tejido social?
- Sí, hay una intención fuerte de integración, de dejarse invadir por otros conocimientos y experiencias, de transformarse. Por otra parte, encontré en mis intérpretes el deseo de estar presentes. Creo que el centro del teatro es estar presente. Por supuesto que es una obra con una intención política en toda su dimensión.
Manifiesto de Niños
Antes de ingresar a la sala Mbagny y Fallou dialogan en su idioma en la cocina/camarín de Zelaya. El sentido es inaccesible, no hay pistas. Sin embargo el recorte de ellos dos en otro rol al que estamos espontáneamente acostumbrados (turistas o manteros) nos obliga a repensarlos como otro tipo de sujetos. Emerge la proximidad. No del actor si no de la persona. Hay un esfuerzo de comunicación. La lengua local se les presenta ajena y su inmersión en ella entrega una “actuación” con una ternura natural por fuera de cualquier concepto intelectual sobre el actor y su rol escénico. Es una representación imposible e innegable por fuera del marco epistemológico de la semiótica. No todo es signo. La cantidad de recuerdos de infancia se evocan al pasado pero su forma de enunciación los vuelve reales. El uso de las palabras es de respeto y de cuidado, hasta de descubrimiento. El descubrimiento del trabajo asombroso de afectar en otra lengua. O en una lengua. Como los niños.
¿Qué nociones tenían Mbagny y Fallou sobre el teatro occidental particularmente sobre la performance? ¿Cómo fue tu trabajo con ellos con respecto a su rol como “entidades” escénicas?¿Hubo ciertas instrucciones “pedagógicas”?
- Mbagny y Fallou son grandes lectores y tienen una relación importante con la poesía. Eso nos permitió encontrar un territorio común para entendernos. Trato siempre de trabajar con lo que me ofrecen los intérpretes y sus posibilidades y deseos, nunca ser pedagógica en términos de actuación o técnicas de cómo deben hacerse las cosas. Eso es lo fascinante de trabajar con intérpretes que no están entrenados en la actuación. Los cuerpos inocentes que aparecen en escena siempre me sorprenden.
Las formas que se despliegan
¿Es la oxigenación del teatro dejar de ser teatro? Sería presuntuoso responder este interrogante porque las respuestas serían antagónicas: unos proclamarían la exacerbación de las intensidades escénicas siendo esta su marca indeleble y especificidad, y otros abogarían por el mute de los artificios en la búsqueda de las temperaturas físicas y reales que suceden en el encuentro contractual entre público y actores. Aunque leyendo algunas señales de afuera podríamos pensar que lo biodramático es Ley, que las diégesis personales imperan por sobre las construcciones poéticas y los falo-dramaturgismos ( para usar un neologismo compuesto que sirva para describir esas situaciones donde la palabra/la mímesis/la trama ampulosa se derrama soberbia y tediosa).
En el último FIBA gran parte de las obras extranjeras transitaban los carriles del Biodrama. ¿En dónde te parece que reside en la actualidad el interés poético de poner elementos documentales de la vida real como material escénico?
- Hay un desafío muy inquietante en poner lo real, lo documental en contacto con el teatro, con el artificio. Produce una tensión particular. De alguna manera también el espectador empieza a estar más incluido y se borran un poco las distancias entre la escena y la audiencia. Los elementos de la realidad se ponen en fricción y también se cuestiona la noción de verdad. A mí me interesa mucho la escena inestable y frágil, trato de resistir al control y al virtuosismo y a la solvencia. Pienso que el error produce ideas nuevas. Cuestionar la noción de verdad. En Los Amigos pasa. No solo del teatro si no de la verdad trascendental que creemos tener sobre el Otro. Juan Ignacio Crespo. Los Amigos un biodrama Afro. Intérpretes: Mbagny Sow y Fallou Cisse - Producción: Sol Sañudo. - Dirección: Vivi Tellas. ZELAYA. Zelaya 3134 - Domingo 19 Hs.