Lejos de perspectivas apocalípticas, Federico Irazábal, analiza y comenta las particularidades de esta nueva edición del FIBA que transcurre entre lo virtual y presencial.
Finalmente el FIBA 2021 empezó a andar. Archivistas e historiadores anotarán cómo la pandemia influyó y modificó para siempre (o no) a las artes escénicas y sus plataformas de exhibición y circulación. Entre la adaptación forzosa (obligada por la necesidad de los hacedores de algún tipo intercambio económico) y los ensueños de nuevos lenguajes en un horizonte de prototipos ideales por venir, el régimen de verdad sentenció: si, una experiencia virtual, por streaming, puede ser leída como una experiencia teatral más. Tanto el concurso de obras Nuestro Teatro del Cervantes, como esta nueva entrega del FIBA legalizan este acontecimiento. Siendo el director artístico de este Festival (uno de los más importantes de la región) Federico Irazábal comenta en esta entrevista sus impresiones sobre esta edición tan particular, que pivotea entre lo virtual y lo presencial, destacando las ventajas de este tipo de formatos y guardando recaudos en anticipar los impactos estilísticos y de lenguaje que podría sufrir el teatro.
Mientras estabas trabajando en el 2020 para esta edición, tomando en cuenta las condiciones hostiles que se presentaron ¿Qué cambios notaste tanto en vos como organizador del festival y de los hacedores a la hora de pensar y armar sus respectivos proyectos?
-El FIBA 2121 se empezó a armar a principios de febrero del 2020, apenas terminó el anterior. Desde que está anualizado ya no es como antes que había un tiempo para descansar. Ahora terminas y arrancas. Hay un punto donde se yuxtaponen las ediciones de los festivales porque una vez que yo entrego toda la artística habitualmente ya me empiezo a dedicar a la siguiente. En este caso ya tenía delineada una parte de la programación (me refiero a lo internacional) y una vez que se produjo la cuarentena todo eso se detuvo. A partir de ahí empezamos a trabajar en propuestas alternativas, fuimos diseñando diversos modelos de festivales, algunos que eran absolutamente digitales, pero también supimos que tenía que aparecer un protocolo para el funcionamiento del teatro como finalmente ocurrió, en principio en espacios al aire libre, y cuando se permitió como todos conocemos la apertura de las salas comerciales, oficiales e independientes terminamos de generar el proyecto que ahora está en desarrollo y a punto de suceder. Fue ir adaptándose de manera semanal a los cambios que había en el mundo en los distintos festivales para que no hubiera una cancelación que nadie quería que sucediera.
¿Hay alguna propuesta que te haya impactado especialmente (su trabajo del contenido, su forma, su pensamiento sobre el espacio) tomando en cuenta las restricciones del distanciamiento, ya sea local o internacional?
-Si claro, durante todo el año se produjeron tanto acá como en el mundo una enorme cantidad de proyectos profundamente creativos que incorporaron esas restricciones en donde uno podría pensar que las restricciones son siempre limitantes, pero dentro de eso, también se generan zonas por medio de las cuales poder seguir produciendo. Obviamente que la relación con la tecnología es una de las más claras y todo lo que sucedió con el teatro en streaming, virtual, después es otra discusión, si eso es considerable teatro o no, es otra cosa que ha sucedido todo el año que yo no me propongo responder ni afirmativa ni negativamente, pero si entender que la tecnología se convirtió en el 2020 en un aliado para el sector teatral, por lo menos desde el punto de vista laboral, después veremos si también desde el lenguaje y entendiendo que la tecnología no solamente aporta al lenguaje, sino que también aporta al sistema productivo y de circulación. Si yo tengo que pensar un enorme cambio que va a haber en esta edición es el mercado. Porque el año pasado contamos con 150 programadores (que es un delirio!) uno de los números más altos de la región. Este año lo duplicamos porque los profesionales del sector comenzaron a incorporar la posibilidad de hacer mercados virtuales que es algo que viene para quedarse. De aquellos festivales que no puedan por tiempo o dinero tener un programador ahora con un par de horas por días en una semana, y ver toda la programación que un festival ofrece, puede modificar la circulación internacional de proyectos. Después insisto, lo que vaya a pasar con el lenguaje escénico, eso habrá que ver, eso es respuesta de los propios creadores si absorben las herramientas que usaron este año o si cuando esto vuelva a la normalidad, veremos en qué medida se resignifica o simplemente se abandona lo que pasó en el 2020 y seguimos como si nada hubiese ocurrido.
En unas notas sobre su conocido escrito Walter Benjamin reflexiona: “La reproductibilidad técnica de la obra de arte” hace de ésta un objeto de diversión. ¿Crees que el streaming puede desplazar al teatro hacia la industria cultural y vaciarla de cierta potencia de resistencia?
-No, no soy tan apocalíptico. La verdad creo que lo que podría llegar a ocurrir es lo que te decía antes, es una reabsorción, convertida en herramienta. Lo que decís de Benjamín, fue “el medio y el fin” desde la mirada de lo escénico te encontrás con un problema. Ahora si lo pensás en cómo la tecnología ya venía trabajando asociada a las artes escénicas, en donde lo que vos veías era prácticamente pantallas con actores [se refiere aquí a cierto teatro alemán]. Yo creo que eso ya ocurría, yo creo que los artistas este año al tener que apropiarse de esas herramientas, desarrollaron una destreza en el uso. Sumado al hecho que las tecnologías a lo largo de la historia suelen ir abaratándose y eso permite una difusión mayor si se quiere con su uso. Va a dejar de ser un fin, y va a ser un medio más para que lo tome el que quiera. Tanto desde lo productivo, como de la recepción. De igual manera el público quiere ir a un espacio físico a encontrarse con los artistas, no sé si va a ser un 100% trabajo en streaming o si vamos a encontrar que podemos hacer teatro físico en un lugar concreto pero a su vez poder difundir eso por streaming en vivo y gente que no está en la ciudad y no tiene posibilidad de verla, tenga la chance de comprar un ticket y verlo de ese modo. No creo que esto tenga una perspectiva apocalíptica para nuestro sector.
A partir de una nota del año pasado sobre las condiciones de producción y los proyectos que se exhibían en el FIBA que antes entusiasmaban y se comentó que ahora no tanto. ¿Cómo te parece que quedó definido el debate? ¿Sinceramente que lugar pensás que ocupa este Festival en el esquema de la producción de teatro independiente?
-El FIBA se fue redefiniendo en tanto se fueron redefiniendo las estéticas y los lenguajes. Lo que ocurrió es que empezó a haber una mirada sobre el “site specific”, sobre el recorrido urbano, la instalación urbana, sobre otros cruces, que iban más allá de lo escénico, más allá del punto de vista de lo arquitectónico teatral, y eso fue delineando también algún tipo de programación, y en ese sentido ocurrió lo mismo con la programación del teatro independiente que es la columna vertebral que conforma nuestra programación, y en ese sentido el FIBA acompaña el sistema de producción que tiene el teatro independiente. Lo acompaña mostrando las producciones, lo acompaña en algún caso coproduciendo. Y este año como ocurrió, se generaron tres premios diferentes. Y si, lo que debería decir es que cada vez hay más, y este año ocurrió mucho que en las convocatorias empiezan a aparecer proyectos que tienen que ver con esta línea de trabajo en torno al “site specific”, en torno ciertas nociones de “teatro expandido” que están ahí paradas al límite, que pueden pararse al límite de lo teatral propiamente dicho hacia lo cinematográfico como fue El público (Mariano Pensotti) o hacia las artes visuales. Me parece que en ese sentido hay una línea estética que está definida de ese lugar y tiene que ver con modos de producción del lenguaje contemporáneo sin negar todo lo otro.