Con Otra Vida (Bajo La Luna), su notable libro debut, Daniel Lipara transforma en poesía una experiencia de su niñez en la India que incluye a su tía, a su madre y a Sai Baba.
Al poco tiempo de morir su padre, Bono declaró en una entrevista para Rolling Stone que cuando un ser querido muere aparece una herencia que no figura en el testamento. En su caso, luego de perder a su padre, sintió que se había modificado su modo de cantar, que su registro era más amplio y cantaba con otra espesura, con otra profundidad. La herencia de Bono era la voz paterna trasvasada a la suya. Resulta paradójico. Un suceso triste puede venir acompañado de un regalo que al mismo tiempo que lo compensa resulta indivisible de la tristeza que lo origina.
A muy temprana edad Daniel Lipara recibía una herencia anticipada pero es muy probable que en aquel entonces todavía no lo supiera. Y, al igual que el del cantante de U2, ese regalo es también fruto de un hecho doloroso. Su madre padecía cáncer y a su tía no se le ocurrió mejor antídoto que llevarla a ella y a su pequeño hijo de viaje a la India para consultar a Sai Baba. Muchos años después, Lipara se hace poeta y recupera esa vivencia convirtiéndola en el eje de Otra vida, su primer libro. Su herencia es la experiencia de este viaje y su consumación una serie de poemas que por momentos parecieran comportarse como un relato novelesco pero que nunca pierden su pulsión lírica.
El primer desafío al que se enfrenta Otra vida es cómo convertir semejante experiencia en literatura. Lipara lo resuelve desde varios ángulos. Por un lado desde el género. En lugar de hacer de la historia personal un típico bildungsroman apela a la potencia poética como una forma de distancia con respecto a la realidad. Y a su vez para extrañar a la poesía recurre a procedimientos narrativos propios de la prosa. De este modo lo autobiográfico se borronea y, aunque aparezca su apellido entre los versos y los personajes, el texto cobra autonomía y gana ciertos tintes de ficción. Otra vida también puede leerse como pura invención poética. Pero al mismo tiempo ese extrañamiento buscado replica el extrañamiento del niño junto a su madre enferma y a su tía en el áshram de Sai Baba en Puttaparti. El otro aspecto es la forma. Lipara construye un libro conceptual en el cual los poemas, aunque tengan un peso y un valor individual, están emparentados por una unidad temática, la del viaje en cuestión. A su vez elige no utilizar puntuación, algo común en la poesía contemporánea pero que en este caso sumado a las interrupciones del verso y a los encabalgamientos a la William Carlos Williams fragmentan el sentido, lo desestabilizan, lo encriptan, pero también lo multiplican: “el nombre/de la isla es por el rey/que funda la ciudad y empieza a trabajar la tierra el rey que labra/y las primeras casas son de lava dicen/que es el hijo de Eolo y dicen que es el nieto/de Ulises y Calipso”, escribe. Por último recurre a lo que podríamos llamar proceso de mitificación de lo real. Los poemas de Otra vida están en constante vaivén entre lo terrenal y el mitológico, entre lo familiar y lo exótico, entre lo mundano y lo excelso, entre lo barrial y lo universal, entre lo coloquial y lo poético. Es como si Lipara, aún teniendo entre manos una vivencia llena de riqueza, desconfiara de su propio material autobiográfico, como si no le fuera suficiente y necesitase llevarlo más allá y medirlo con la tradición clásica. Barrios porteños como Mataderos u Once en sus versos se convierten en islas helénicas, el padre en un labrador o en un guerrero que “peleó en su casa”, el asado en un banquete dionisiaco o hasta en la mismísima invención del fuego “con hojas de eucalipto ramas trozos de corteza” y una radio, que no por casualidad se revela su marca, en “Minotauro”. Por eso también cuando nombra a los personajes principales -su tía, su madre, su padre- Lipara añade la etimología de los nombres que luego se van a repetir como un mantra (“Se llama Susana/que significa bella como flor de loto”, “Se llama Liliana/que significa bella como una flor de lirio”, “su apellido es la isla de Eolo y su nombre el que labra la tierra”) o el mismo origen de su apellido gana un poema entero que repone la historia mítica de la isla siciliana del que proviene con el dios Eolo y Ulises como protagonistas.
¿Pero cuál es la otra vida a la que alude el título? Podrían ser varias. La otra vida que nos precede, nuestra tradición, nuestros antepasados. También esa otra vida después de la muerte. O la idea de otra vida posible luego de este viaje iniciático. Pero sobre todo es aquella otra vida anterior a la llegada al ashram y a su promesa de iluminación. En silencio Baba dice: “olvidá lo que te trajo / tu escuela tus amigos la chica que te gusta tu otra vida”. O sea todo lo que el libro nos narró antes del viaje. Por eso una vez que el trío llega a la India Otra vida cambia. Los poemas se abisman, se vuelven aún más fragmentarios y dispersos, asumen nuevos riesgos. La frase de Baba es una enseñanza espiritual pero también un consejo de escritura. Esta clase de herencias pueden ser un regalo envenenado, una granada que nos explota en las manos, o una bendición, como este libro.
Por Martín Caamaño