La dueña se despierta en el sillón con la tele prendida. Aún es madrugada, la madrugada pegajosa que precede a la Nochebuena. La remisería Ayelén, allá por la zona de Plaza Miserere, está desierta. La dueña se separó del marido y hace noches que duerme en la salita de la remisería.
El encargado no lo ve con buenos ojos que la dueña se quede ahí, aunque sea la jefa; tampoco que esté afilando con uno de los remiseros, el más joven y mejor plantado. No lo ve bien porque si lo viera bien no estaría cumpliendo con su trabajo, lo demás vaya y pase. Tampoco su hija ve bien que su madre se la pase consumiendo las cosas que ella, su hija, vende en el kiosco. El kiosco está aparte de la remisería aunque comparta el ambiente, hay que dejarle cada tanto a quien le corresponda. Y también aparece la novia del encargado a quien se le acaba de morir el hermano (pasado de rosca se murió el hermano, judía la novia del encargado), que ahora se quedó con el depósito de baratijas electrónicas donde alguna vez trabajó el remisero joven quien se guardó, calladito, el resultado de algún tongo a espaldas del muerto, espaldas que tal vez cargan la traición al amigo. Y queda nomás el viejo burrero por presentar, el que lidera el ránking de saberla lunga, el que lleva en el lomo muchas vigilias navideñas, el que conoce de primera mano eso de irse a la mierda y volver vencido.
La cartografía de la frustración porteña, que dejó en sus valles tantos cuerpos amasijados, resulta puro extrañamiento a través de la mirada de Verónica Schneck. Es cierto que POR MISERERE tiene un eje dramático opaco aunque para sus fines es lo menos importante. Tanto en el texto como en la puesta en escena la atención se circunscribe al cuerpo, al cuerpo social que sojuzga a las tres mujeres, y al cuerpo individual, que se afirma, resbala y se da por vencido en los tres hombres. La potencia dramática de esta pieza, pues, está en la tensión entre el cuerpo de los personajes (el conjunto de individualidades como representación de lo comunitario) y el continente húmedo, consumido, de latente desesperación, que habita las paredes de la remisería, espacio que supo ser tabla de salvación en otros tiempos y que ahora ni siquiera se da cuenta de que agoniza, cuando los cambios impuestos sin contrato barren las esperanzas de una felicidad permanente. Es el cuerpo del afiatado grupo de actores el que sostiene la investigación de Schneck, que prefiere dejar expuesta la carne de cada uno para que el sudor y las lágrimas descubran un espíritu al que le duele ya no ser.
Por Carlos Diviesti
POR MISERERE, escrita y dirigida por Verónica Schneck. Con Amelia Pugliese, Pablo Peverelli, Juan Manuel Maciel, Daniel Di Cocco, Viviana Resnik y Roberta Blázquez Calo. Viernes a las 20.30 en Espacio Sísmico, Lavalleja 960.