Mientras prepara el estreno de un espectáculo en el CCC junto a la Compañía Tándem Teatro, la gran artista titiritera Daniela Fiorentino mutó sus hábitos en la pandemia para darle lugar, tiempo y vida al placer vívido del ocio.
Este último año una pandemia nos visitó (entonces la palabra o mi estado se resignificó) y había una materia pendiente en mi vida: ocear. Cuando me disponía pare ello, siempre, un torbellino de ideas que implicaban trabajo y /o movimiento, me asaltaba.
¿Por qué? Porque siempre lo asocié a la quietud.
Ocio = quietud, reposo, descanso de lo habitual.
Yo francamente no me llevaba bien con tal estadio. Pero este 2020 aprendí a OCEAR.
Los primeros meses luego del enojo y la incertidumbre, me dispuse a hacer nada. A que valía ese hacer nada, pero a la vez sentía que el ocio también era descubrir tiempo libre, no formal. Quizás descubrir un nuevo ocio que había que reivindicar si o si, porque si de formalidades se trata, el tiempo libre también aplica.
Estar en familia/ leer/ caminar/ discurrir /encontrar formas de dromedarios sin domesticar en las nubes. Pensar en una de mis películas favoritas El gran Pez y preguntarme que otro relato le faltó para que sea mejor aún, me llevaba unas horas de ocio.
Descubrí que me gustaba también ocear juntando objetos de familias parecidas. A saber: distintos tamaños de dados, familia de guantes, familia de payasos antiguos, temario de gatos en todas sus versiones y valencias. Miniaturas. Carozos de aceitunas esculpidos.
Sentir que reúno distintos temarios como si fueran herbarios en la bitácora de mi baúl para mi próxima obra, sería una suerte de ocio para mí, pero a la vez se podría leer como trabajo, entonces, ¿trabajo en ocio?. Puede ser.
Sofisticar lo que me gustaría aprender a pedir en palabras y actos hablando por dentro, frente a un posible destinatario que me cante las cuarenta para una próxima producción, está entre mis ratos de ocio, y acá lo mismo, ¿sería otra forma de trabajo?
Pero acá seguro le doy en la tecla, hace unos cuantos años recordé que cuando niña pensaba que Hacer visitas podría ser una buena fuente de trabajo, que me diera paz y sustento de grande. Y ahora, ya grande, que el sustento (decir la paz sería mucho) me lo dan las artes, mi tiempo de ocio preferido es HACER VISITAS
Visitar amigas
Disponerme a ir (con todo lo que ello implica)
Ir de visita con un halo místico, hacer de ese ejercicio una plegaria, una procesión, pensar en temarios culinarios, conversa, esperar día y hora con ansiedad, sin extremar, pero con cierto dulzor.
Hacer visitas es un arte, como exagerar (Saer ya lo decía: Exagerar es un arte) El tiempo de visitar se dispone en ocio, no hay que olvidar ni recordar, solo ir con algún tema y ganas, lo demás se resuelve.
Imagino un OSO enorme lleno de guata y panza con unos brazotes llenos de ganas de alojar a mis más preciadas amigas y ahí acurrucadas, servirles líquidos preferidos y así pasar la tarde- los años- los días.
Discos varios y una púa que dure lo que la visita necesite, que suenen al compás de una sola anécdota que nos involucre y al despedirnos decir:
- que no se corte!
- repitámosla!
- que hermoso la pasamos !
- suerte tenernos!
Y todo lo demás, también…
Daniela Fiorentino
Titiritera, Actriz, Docente de Educación Especial, Productora
Pronto estrena en el CCC junto a la Compañía Tándem Teatro.
Realizó funciones para el FIBA “Museo de lo Efímero” en el Museo Fernández Blanco y para el CCC dentro del Ciclo Verano Virtual.