Vida, vuelo, paisaje - Paula Sanchez
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Lado B

Vida, vuelo, paisaje - Paula Sanchez

21 de abril de 2021

Hoy es el turno de Paula Sánchez de hablar de su ocio. Nos abre la ventana de su intimidad sensible desde la escritura: un camino de búsqueda constante contemplando suavemente los lugares cotidianos mientras va descubriendo de a poco como aparece el deseo

 

El ocio

¿El ocio? Bueno, sí. El ocio.

Digamos que lo más difícil no es hablar del ocio, sino darme cuenta qué es el ocio para mí, y cuándo es que estoy “ociando”, digamos.

Cierro los ojos y me concentro.

Primera conclusión: Ocio es cuando me levanto a la mañana, muy dormida, en un estado de completa virginidad de imágenes y pensamientos.

Una hora y media (lo que dura mi despertar) mirando un punto en el horizonte, despeinada, con el mate en la mano, en una lucha realentizada para maniobrar el termo sin volcar el agua, ni rebalsar el mate.

Ahí pareciera que estoy transitando lo más parecido al ocio.

Ocio en su estado puro, ¿pero será tan así?

No me convence. Tiene que haber algo más.

Me vuelvo a concentrar.

El ocio. ¿Tengo momentos de ocio? ¿El ocio es NO hacer Nada? ¿Nada de nada? ¿Estado zen? ¿Como una estatua? ¿Una piedra?  ¿Los pensamientos pasan como nubes?  ¿Entrego el peso al suelo? ¿Eso es realmente el ocio?

No me suena. Ni siquiera cuando duermo estoy así. Casi diría que, todo lo contrario.

No va por ahí.

Último intento de concentración.

Tengo momentos de ocio, sí.

Pero son otra cosa.

Se parecen más bien a un “hacer” diferente. Un hacer meditativo, placentero. Un hacer porque me gusta hacer. Un hacer que nace desde otro lugar, y llega a otro lugar.

El ocio es un “hacer” niño.

No pretende, no espera, no tironea, no reclama, no cobra ni vende, no tiene objetivo, no persigue, no busca.

Un “hacer” porque adentro cosquillea el deseo y permitírmelo es glorioso.

El ocio me moviliza cuando lo dejo participar de mi vida cotidiana.

En el medio del trabajo (que, aunque me guste lo que hago, no deja de hacerme correr a lo loco de acá para allá, llena de obligaciones, reuniones, ensayos, clases, cosas para terminar “ayer”) el ocio encuentra grietas por donde entrar y resulta un bálsamo.

Practicar artes marciales es el preferido de mis ocios, leer un libro, sentarme a escribir, aprender algo nuevo, solo porque me gusta hacerlo, cocinar cositas ricas, ver amigos.

Haceres placeres. Haceres meditativos. Haceres que renuevan la energía que se va fugando si no la cuido.

El ocio en mi vida es de a poco un territorio ganado.

Pasan los años y empiezo a entender su vital importancia.

Ayer por ejemplo planté zapallos.

Ocio vida.

El otro día escribí un poema.

Ocio vuelo.

El domingo salí con el auto a San Miguel del Monte a mirar la laguna.

Ocio paisaje.

Pequeños gestos de ocio como acariciar un gato, besar a alguien, disfrutar una palta, imaginarme cosas que quiero hacer en un futuro cercano, recordar lo que soñé anoche, escribirlo, dibujarlo…

El ocio es oxígeno, alimento.

No es eso que hago, cuando dejo de hacer las cosas importantes.

Tampoco es lo que me repara, cuando estoy rota por hacer “ferozmente” las cosas importantes.

El ocio es lo importante.

La vida es una sola.

El ocio es un puente que une e integra, como se integran el sueño y la vigilia, en esa hora y media de desayuno zen.

 

Por Paula Sánchez

Actriz, directora, docente, investigadora, escritora

Actualmente se encuentra dirigiendo la Compañía Ligeros de Equipaje, y llevando adelante “Palabras/Visuales y Otra Yerbas” proyecto audiovisual de creación de contenidos junto a la Ilustradora Teresa Checchi.

Revista Llegás Autor
+
ver más notas