Pensar en un lado B trae consigo discos de vinilo de siete pulgadas. Si entrecierro los ojos veo el combinado de mis abuelos y los cuadrados de cartón protegiéndolos del polvo y las ralladuras. Se destinaba el Lado A para la canción principal y el reverso para el tema secundario. Existieron incluso los “doble cara A” para aquellos discos que llegaban a la radio con la aclaración de la no predominancia de una canción sobre otra.
Pensar en lado B como metáforas del ocio. Interesante descifrar qué lado otorgarle al momento del esparcimiento, a la luz de su relación con aquellos discos. ¿Cuál es ese tiempo predominante?
A mí la división del tiempo en trabajo y ocio me resulta inasible. Me encantaría poder establecer esa diferencia. Organizar la agenda para una y otra actividad, como quien rota el disco y lo deja correr en determinado momento de la jornada.
A priori me encuentro con un privilegio: me gusta trabajar y trabajo de lo que me gusta. Tanto así que le otorgo al trabajo una considerable cantidad de horas y pensamientos. Pero independientemente de esa característica a la que destiné sesiones y reflexión en encuentros espiados por Freud y Lacan, alternadamente y en diferentes consultorios, hoy el contexto trajo el trabajo a casa y nos invitó a habitar espacios y tiempos híbridos. El ocio es hoy, más que un lado del disco, un momento “entre surcos''. La púa se topa con ese espacio casi sin previsión.
La pandemia nos volvió migrantes sin siquiera necesitar tomar el ascensor. Somos extranjeros en nuestro propio territorio. Nuestra casa es hogar y oficina. Cocina y aula. Dormitorio y sala de ensayo. Balcón con plantas y estudio de streaming. Reunión de compañía de teatro y ducha caliente. Trámite y serie en la tele. Escritura de proyecto y siesta de domingo. Asamblea de la asociación y reunión de consorcio. Dictado de clase de Actuación y esponja con detergente.
Encontrarnos en ese espacio-tiempo liminal, siempre el posible inicio de alguna cosa. Y es en ese momento, donde el “surco ocioso” de este disco cotidiano se presenta y me sorprende sin agenda. Allí entran a abrirse los libros. Esas lecturas que se entrecruzan. Avanzás por unas páginas para saltar luego a otro autor y días después volver al primero. A casa llegaron hace poco Darío Z con su Filosofía en 11 frases y Krishnamurti con su Darse cuenta. También entraron “Rediseñar la escuela…” de Lila Pinto, “Mirar el mundo desde el jardín” de Daniel Brailovski y “El medio es la violencia” de Roberto Samar. Libros que también migran por la casa buscando el clima propicio para la “interlectura” de cada vez.
De repente se enciende la ficción en la pantalla y me sorprende El método Kominsky, serie creada por Chuck Lorre con Michael Douglas, Alan Arkin. Surge entre las luces la impecable Cruella, con las Emma Stone y Thompson, rodeadas de una dirección de arte y una música para aplaudir. Y sin aviso, en el mes del orgullo, da play “El baile de los 41” y “El puto inolvidable”, esta útima sobre el activista Carlos Jauregui.
Recorriendo la ruta que me lleva al escritorio se despliegan ante mí varias pestañas. Allí en mi computadora se desliza el teatro, trayendo texturas que se cuelan entre plataformas y archivos. Nuevos formatos y el deseo inalterable de volver a la butaca, al piso de madera, al calor del tacho de luz en la mejilla. Mi ser director delante mío está abriendo mundos simultáneos en múltiples píxeles encendidos. Me aguardan otros proyectos ahí, en la barra de abajo, a la espera de ser maximizados.
Mientras me preparo para ensayar “Manos verdes”, humedezco las plantas y repaso el texto. Claro, también soy actor y Natacha Córdoba me encargó practicar unos acordes en la guitarra antes de conectarnos al meet. Suenan los acordes entre mis dedos mojados por el riego. Ahora entiendo. Mí Lado B es tan significativo que le sobra cualquier referencia a lo secundario. Es lectura, es música, cine, teatro. Mixtura de lenguajes, de tiempo y de espacio, de trabajo y ocio, de lector espectador y teatrista que sueña. De confiar, de esperar, de proyectarse, de saltar... y de ser el salto. Si el Lado B trae consigo el disfrute de lo artístico y la trama de la cultura, me quedaré un ratito más, entreabriendo los ojos para seguir siendo, más que estando. Al fin y al cabo, cualquiera sea el lado del disco, este gira y la música sigue sonando. Y yo aquí, entre el abrazo de mi marido y el ronroneo de los gatos... Cantando.
Emiliano Samar, actor, director de teatro, docente, escritor.