Pasionaria
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Pasionaria

A más de 10 años de su estreno vuelve esta sutil pieza, representada con gran sensibilidad por Flor Dyszel y Aníbal Gulluni, los viernes 19 hs. en Espacio Callejón.

18 de agosto de 2021

La obra de Lucia Moller narra con precisión quirúrgica un duelo y todo lo que este conlleva. Interpretada por Flor Dyszel y Aníbal Gulluni narra un final pero también un inicio. Ambos puntos de la historia se entremezclan como se mezcla la vida. Solo el paso del tiempo permite distinguir donde termina lo viejo y donde nace lo nuevo. Sin ponernos pretenciosos en la cita gramsciana Pasionaria se construye con pequeños retazos de dolor en donde la voz amada se desvanece ante una demanda inconducente. Hecha de gestos mínimos, algunos altisonantes, otros imperceptibles la obra de Moller se construye a partir de esa conversación imposible que significa el fin de una relación.

Ahí la vemos a ella en pantuflas acostada, derrumbada como si llevara consigo todo el peso del mundo pero el personaje interpretado por Dyszel lleva la desdicha de su criatura con altura y elegancia hasta cuando la misma pierde los estribos. Su grito conmueve y estremece y a su vez hace reír. La vemos a ella desarmada la mayor parte del tiempo ante ese fin de ciclo pero esa angustia nunca llega al desequilibrio total. Es alguien que está en la cornisa como podría estarlo cualquiera de nosotros cuando algo muy querido se termina. La acción a su vez es conducida con maestría desde una puesta en escena barroca en donde el espacio repleto de objetos es la representación física de ese caos emocional

Hay en pasionaria un trabajo notable sobre la ausencia, tan importante es la misma que termina transformándose en el tercer protagonista de la obra. Como en maridos, la obra maestra de Casavettes donde unos amigos despiden a un integrante de la manada en la obra de Moller también sentimos de modo ostensible el peso de esa ausencia y es la voz y el cuerpo de Dyszel el que nos trasmite lo doloroso de ese final y lo lumínico que fue ese pasado que ya no es.

La gran virtud de la obra de Moller es que nunca hay regodeo en el dolor. Al igual que en el cine de Casavettes la vida prosigue y ese inevitable devenir es el faro que orienta las acciones de los personajes.  Dyszel lleva adelante de modo conmovedor a una criatura presa de una tristeza radical pero su actuación nunca cae en la parodia ni el absurdo.

Cuando creemos que el fin del amor implica el final definitivo sucede inevitable la vida. En este caso ese devenir se encuentra encarnado en el delivery interpretado por Aníbal Gulluni con su sagacidad habitual para navegar entre la comedia y el drama. Ese cortejo torpe que lleva adelante este delivery enamorado también conmueve hasta las lágrimas porque es la confirmación que hay luz incluso en la oscuridad más insondable. La dulzura del final entre el cuartito de helado que ella pide y que el amorosamente trae y la canción que él le dedica a ella son la representación nítida de esa vida que sucede a pesar de nosotros. Capturar ese fluir de las cosas es la virtud principal de esta pieza de orfebrería de 45 minutos que termina resultando más grande que la vida misma.

Por Juan Pablo Susel

 

Pasionaria

Viernes 19 hs.

Espacio Callejon – Humahuaca 3759

Elenco: Flor Dyszel, Aníbal Gulluni.

Dirección y dramaturgia: Lucia Moller.

Supervisión. Daniel Veronese.

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