Cuando nosotros los muertos despertamos
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Reseñas

Cuando nosotros los muertos despertamos

8 de marzo de 2022

Una pieza teatral sustancialmente poética que invita a reflexionar –entre otras cuestiones-- sobre la muerte del amor. Con grandes interpretaciones, esboza un sinfín de emociones que refutan algunas teorías románticas ¿Es posible amar cuando unx tan sólo se ha vuelto un cadáver?

Un escenario prácticamente vacío se separa de lxs espectadorxs con un lienzo transparente, que lo cubre por completo. Pocos objetos en escena construyen un lugar de veraneo, en donde el escultor famoso y protagonista, Arnold Rubek, se encuentra descansando junto a su joven esposa, llamada Maia. Pero la tranquilidad es simplemente aparente. La muerte del amor irremediablemente deja huellas.

Uno de los disparadores que atraviesa de manera transversal a la pieza teatral es el desgaste de las relaciones matrimoniales, y a su vez, el sinsentido de la vida. En este caso, el factor que irrumpe para dar la discusión es la aparición de una antigua modelo, durante las vacaciones del escultor, quien ha sido muy importante para él ya que ha formado parte de su obra más fructífera. 

Hay dos relatos que avanzan en paralelo a medida que transcurre la obra. Por un lado, el éxito “vacío” que siente Arnold al haber triunfado en el mundo del arte con sus esculturas (sintiendo de todas formas que no tiene nada); por el otro, un matrimonio desgastado y un amor pasado que regresa a escena para simplemente no ser. Entonces la poesía se transforma en el vehículo que se apodera indiscutiblemente del espacio, para ahondar en la pena del artista, pero también en la de quienes, rodeándolo, quedan expuestxs a daños colaterales.

Aquella mujer que regresa a la vida del protagonista, Irene, materializa en su cuerpo –porque tiene heridas visibles—cómo el hecho de alcanzar aquel éxito, al que socialmente se apunta tantas veces, desgasta a aquellas personas que intentan acompañar dicha travesía. Perseguir el sueño, usar (en el hecho explícito de la palabra) el cuerpo de Irene para triunfar, no es más que un hecho salvaje, que como consecuencia la ha despojado de la posibilidad de sentirse amada. Es la cosificación la que “mata” a Irene, quien vuelve a la vida de Arnold, metafóricamente como un cadáver, ya sin esperanza.

Es por eso que en un momento de la obra Irene le reprocha, a quien la ha deshumanizado por completo: “Primero la obra, después los seres humanos. Te di mi alma y por eso estoy muerta. Quedé vacía”.

La pregunta conductora del espectáculo es sin duda si, después de la catástrofe y el haber destruido el cuerpo ajeno para beneficio propio, recuperar la hermosura es un camino viable o forma parte de una ilusión insensata y boba. “Y sin embargo dejamos escapar toda esa hermosura, ¿es muy tarde para el arrepentimiento?”.

Entre lo irreparable, la muerte en vida, la encrucijada de un matrimonio que no funciona, un éxito que no repara y un amor que ya ha sido, la noche de verano tiene otros matices. Maia se aventura en el bosque con un cazador, Irene abraza a quien amó y aún ama, Arnold, y eso pareciera cambiar el destino de las cosas. Sin embargo, ¿dos cadáveres se podrán amar?

Por Dolores Emilia San Pelegrini

 

De miércoles a domingo a las 20 hs, hasta el 03/04/2022

Teatro Nacional Cervantes, Sala María Guerrero – Libertad 815

Adaptación: Lautaro Vilo y Rubén Szuchmacher

Dirección: Rubén Szuchmacher

Actuación: Claudia Cantero, Andrea Jaet, Jose Mehrez, Verónica Pelaccini, Horacio Peña, Alejandro Vizzotti

Fotografía: Mauricio Cáceres

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