Fugarse del mundo
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

Fugarse del mundo

En esta charla informal, Alejandro Catalán medita sobre las derivas de la actuación que se materializan en su nuevo trabajo Titanes junto a Pablo de Nito.

5 de abril de 2022

Esto es apenas un extracto. No hay preguntas. Es más bien un encuentro que se venía demorando y finalmente sucedió.

En el nuevo estudio de Alejandro Catalán todos los viernes se hace una presentación y algunos van. No parece una postura  sino más bien una modalidad de exhibición donde los implicados arrancan a actuar sin motivos aparentes.

Sería una traición describir Titanes. Esta “vincularidad teatral  hic et nunc” de Catalán y Pablo de Nito dirigidos por Gabriel Feldman es negatividad pura con respecto al pasaje de lo escénico a otro sistema simbólico. Sus núcleos intensivos de actuación subordinan “el concepto” de dramaturgia, relato y logos. La intuición nos alerta del goce afectivo de esos dos cuerpos a tal punto que el lugar de la expectación queda vaciado de sus juicios, sus categorías y sus garantías. Intento de fuga de las líneas duras del ser-de-la-actuación (porque claro, hasta la actuación está infectada de ontología).

Catalán piensa y habla

“Estoy pensando: lo que tiene que dirigir el proceso actoral es la inteligencia afectiva. Pasa que uno cree que eso es para la pareja, los hijos, porque nosotros estamos muy dispuestos a pensarlo todo menos la relación con la productividad. La sensibilidad que queremos darle a los vínculos primarios no es la sensibilidad con la que pensamos las agrupaciones con las que trabajamos o actuamos. Yo hago esto porque creo que el mundo está loco y que nos hace aceptar cosas locas. Esto es una alternativa corporal. Si no estás disociado, si actuar no va a ser parte de la posibilidad de experimentar la vincularidad, estas reduciendo la experiencia de tu vocación y pensando que el amor le pertenece a otras cosas. Amor y actuación están juntos. Cuando hay amor no hay producción, no es necesaria; los acuerdos de producción aglutinan lo que quiere estar juntos por otras razones. En este momento que la actuación sea un permiso para conectarse con el propio cuerpo y los otros de otra manera es básicamente salir de la ansiedad. La ansiedad es el sentido productivista. Estar dándonos el tiempo para descubrir quiénes somos, qué le vamos a ofrecer al mundo. Entonces en este momento, el problema que tiene la actuación es el problema que tiene el cuerpo en este momento.”

Pensar la relación con la productividad es pensar la estratificación de los enunciados que disciplinan el cuerpo. ¿Acaso hay otro cuerpo que el cuerpo diseñado para la producción material-simbólica? Sí, pero sin dudas habría que crearlo, estando advertidos que la creación no es un campo a priori libre de estas presiones, digamos, mercantiles aún en su pequeña forma.

 “La actuación está tomada por el trabajo. Que no haya plata o que uno sea ignoto, no significa que uno no esté tomado por el mercado de igual manera. Estar juntos significa, querer algo anterior a una obra. Es desear a alguien por la manera en que su cuerpo vive. Porque eso tiene sentido: estar juntos, no tener una obra. La actuación no se consagra porque me permite exponerme, se consagra porque puedo transformarme. El mensaje es cómo nos vinculamos. Si no estaríamos juntos por otra cosa. Nosotros vivimos en un contexto mercantil, estamos rodeadas de presiones. La “obra” que estoy haciendo es porque lo ví a Pablo y dije: yo quiero estar con este pibe!. O sea, lo único que nos falta es coger. Hay tanta confianza que hasta podríamos no hacerlo y tendría sentido igual. El diálogo que va a tener este trabajo con el mundo va a ser fiel a la manera en la que se defiende de no comerse el viaje del mundo”

Realmente no va de suyo que una obra deba ser una resistencia al mundo alienado, a su develamiento (como alienado) y crítica. Pero si no fuera esto ¿cuál es su función político-social, descartada la noción burguesa “el arte por el arte”? Este problema exterior advierte de otro: las estructuras jerárquicas que replican los peores modelos en las formas de producción de lo sensible.

 “Yo abandoné la dirección porque me di cuenta que me estaba convirtiendo en un patriarca. El lugar como es ejercido es patriarcal. Es como si te dijese, me sentía solo, sentía que terminando mi obra Amar, tenía que volver a pensar en qué gente iba a convocar para “mi teatro”. O sea la gente iba a estar contenta porque era yo el que los convocaba más que ellos iban a estar juntos. Siempre intenté que las obras se armen a pesar de uno, pero después me daba cuenta que era gente terciarizada por mí. Y eso lo empecé a ver como debilidad del procedimiento de las obras, veía en mis obras problemas que veo en las obras que están más tomadas por el mundo. Y que ya empezaba a desconocer eso que dirigía. Y ser alguien que se pone en un lugar que sabe más hacia donde hay que ir, es un lugar loco. Estas desestimando lo que es una grupalidad. Y que finalmente lo que eso le resta a la experiencia teatral es poder actuar unidos: una obra es la expresión de una vincularidad”

El camino de los creadores parecería que consiste en buscar su teatro, su voz, su estilo. En definitiva consiste en un proceso de singularización y de búsqueda permanente de la  identidad. En la noción de autor anidan partículas de divinidad (en el único sentido del término, el peor)

“En general los directores están exhibiendo su dirección en las obras. Me parece su condena y la imposibilidad de que haya cuerpos descubriendo la manera de juntarse. La cabeza, la idea de cuerpo del director, entonces se puede encarnar una idea libertaria de cuerpo, pero es una Idea simplemente. Cuando los cuerpos se encuentran es claro, es festivo.”

Hablando de teatro es inevitable hacer intervenir el término “ficción” y su función estética.

“La ficción está en acreditar esa unión. Y que ese vínculo sea, expresivamente, cómo la actuación encuentra esos cuerpos. El problema que tiene la ficción es que la reducción humana que implica entrar en su dispositivo de producción ya nace sin el deseo que junta esos cuerpos. Es que alguien te llama o te convoca. Hay síntomas de eso: es la inverosimilitud que aceptamos, lo que buscamos de la ficción es que sea interesante, provocadora, que sea inteligente, que sea zarpada. No le pedimos que sea verosímil. Porque un actor se pone a hablar y preferís escuchar a la gente en el hall del teatro. La ceremonia entrada-butaca, ya me la baja. La sala actual como lugar me resulta demasiado impersonal, no me invita a poner el cuerpo ahí, no se la pasa bien. Lo que sucede es que están apurados: no se están dando los tiempos para que las cosas sucedan. Todo es abstracto, zarpado, provocador. Coral. Pienso: Todos estos acá están materializando la cabeza de alguien, de otro, que no está acá.”

Esto es apenas un extracto. La transcripción periodística obliga al cercenamiento y a la mutilación. El montaje de los restos arma una historia más afectiva y sensible porque esa es su materialidad. Ser cronista y escriba de un vínculo íntimo es aceptar una derrota futura.

Juan Ignacio Crespo Autor
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