El viernes 17 y 24 de Junio, Open House de Daniel Veronese vuelve a subirse a escena en el teatro 25 de Mayo enmarcada en el ciclo “teatro mítico de Buenos Aires”. Esta obra surgida de un proyecto de graduación de la UNA en 2001 se resiste a la extinción. Solo está la mitad del elenco original, su famoso conejo murió y en este retorno el director saltó por la borda (podríamos sumar que Lou Reed autor del track central también nos ha abandonado en 2013). Más allá de su premisa pulsional que sentencia que” la obra no va a dejar de hacerse nunca”, Open House ha sabido “auratizarse”, y en su contemplación reverbera y se desborda un momento histórico: el comienzo de una edad de oro para nuestro teatro ( que demás está decir también ya ha pasado). En esta entrevista, la actriz Nayla Pose (la chica del piano) se detiene a reflexionar sobre este museo imaginario teatral y su derrotero a través del tiempo, donde se une una memoria colectiva y su propia biografía.
Open House parece ser una postal de cierta modalidad escénica muy transitada en una época. Siendo que las obras teatrales son producciones históricas del presente más inmediato ¿Por qué te parece que Open House soporta el paso del tiempo? ¿Cuáles son sus propios elementos que le permiten actualizarse en cada retorno?
-No sabíamos si esta vuelta iba a ser posible. No estábamos tan segurxs de soportar el paso del tiempo, tampoco lo estamos ahora. A finales del 2019 nos llamaron del Festival Internacional de Buenos Aires para hacer unas funciones conmemorando los 20 años del estreno ( 27 de octubre 2001). Luego vino lo que ya sabemos: el mundo cambió y todo quedó dado vueltas. A mediados del 2021 retomamos las conversaciones pero antes de dar una respuesta certera necesitábamos hacer unas pruebas.
Todo lo que pasó en aquellos encuentros fue contundente y emocionante. Cuando terminamos hubo un silencio, de esos que suceden después de momentos que son simples pero que te marcan la vida. Luego Veronese dijo: “A mí me sigue emocionando”
Y así fue como 14 años después de la última función volvimos a escena.
Tal vez Open House soporte el paso del tiempo por su profunda carga existencial. Tal vez por ese delgado filo entre la ficción y la realidad… o porque la búsqueda de lo genuino está tan presente en la escena como las pérdidas que fue sufriendo la obra. No lo sé realmente. Lo que puedo decir es que antes éramos 10, un conejo y un director. Ahora solo somos 5. Y eso se siente. Nuestros cuerpos caen a la escena con el peso de su propia historia.
Nosotrxs sabemos que lo que hacemos es teatro viejo. La obra se despliega como una especie de objeto arqueológico, el reflejo de un momento de nuestro teatro, de nuestra historia individual y colectiva.
Open House es una obra que es testigo de nuestros cambios en el mundo.
En esta época, en donde todo parece estar contaminado por la lógica del supermercado y el descarte nos gusta la idea iluminar lo viejo, lo inútil, de exponerlo, darle valor.
Creo que otro elemento que colabora en la actualización del material es todo el dispositivo que circula alrededor del abandono. Con cada abandono hay una reescritura. Y esa reescritura nos permite decir cosas y sumar capas nuevas. Cada abandono radicaliza el proyecto. Por cierto, ahora nos abandona nuestro director. Open House estrena en el CC 25 de mayo una versión de la obra sin dirección.
La obra surge como proyecto de graduación del Conservatorio Nacional, ahora UNA. Desde ese momento han pasado varios años y muchas funciones. Esta obra transita zonas sensibles sobre el dolor, la pérdida, la soledad ¿Que te enseñó habitar este espectáculo en lo referido a esas “tragedias humanas”? ¿Hay algún fragmento de la obra que hayas internalizado?
Creo que hacer teatro me enseñó a vivir. Somos arrojadxs a esta existencia sin un manual, todo es muy complicado. Cada unx va haciendo lo que puede utilizando las herramientas que tiene a la mano, y el teatro se ha convertido para mí en ese instrumento con el que busco tramitar la existencia.
Open House fue muy importante en mi vida pero un día me fui. Después de 8 años de trabajo con el equipo, 7 años de funciones ininterrumpidas, giras y montones de aventuras, me fui. La obra siguió en cartel un año más y después entro en un período de letargo de 14 años. Sin embargo hay algo que siempre estuvo conmigo y es el impacto que me produjeron estos textos: ¨La vida es densa y rápida, no hay demasiado tiempo para perder en lo que no sentimos íntimamente¨.
La premisa de Open House es que nunca se dejará de hacer hasta que se vaya el último intérprete. Entonces ¿Es de alguna manera esa premisa, quizás irónica, una forma de resistir ante la presión de la productividad y el éxito que en cierto momento capturó a las obras “independientes” y las hacia funcionar como productos de la industria cultural (no es redituable, baja de cartel)?
Exacto. Pero esa lectura sucede o se potencia como consecuencia del paso del tiempo. Cuando nosotrxs empezamos a hacer teatro, el circuito independiente tenía menos presiones como industria cultural. Al menos ese es mi recuerdo. Podríamos conversar un largo rato sobre las estéticas y modelos de producción que a partir de la posibilidad de trabajar en festivales de otros países comenzaron a reproducirse. Pero esa es otra charla.
Cuando estrenamos, el pais venía de 10 años de menemato que terminaron en el colapso del 2001.La pizza con champagne y la erosión del discurso eran moneda corriente pero en el pequeño circuito de teatro independiente en donde yo empezaba a desenvolverme aun parecía latir algo que resistía. Ese es mi recuerdo.
El teatro independiente en el que nace Open House era muy distinto al de ahora. Y el mundo también. Esto se emparenta con lo que antes decía, ese ¨teatro viejo¨, a la luz de este contexto, obviamente invita a otras posibilidades de lectura.
La escena intenta ofrecer un paisaje posible entre lo poético y lo real, entre lo patético y lo sublime. Siempre, de alguna manera, buscando invocar la energía poderosa y esencialmente conflictiva de la existencia, apelando a la intuición y sensibilidad del espectador. Pero el mundo gira a lo loco y los cambios en él, infieren en la apreciación del paisaje.
En todo este tiempo buscamos ser capaces de crear un objeto de arte que pudiera transformarse, en donde la propia obra pudiera absorber cada pérdida, ese vacío que deja un actor o una actriz cuando se va de un proyecto. Un objeto de arte para el público pero independiente de él. Un objeto que potenciara cierto acontecimiento entre nosotrxs.
“Si el público no viene la hacemos igual”
Cuando convertimos a la obra en un organismo vivo nos dimos cuenta que la muerte también era parte del proyecto.
Todas las obras mueren, pero intentan ocultarlo, si un actor se va es reemplazado por otro. Open House, en cambio, aprendió a soportar las pérdidas y el abandono. Se hace cargo de su muerte, la expone, no trata de tapar el agujero que queda cuando un actor se va. Un cuerpo no reemplaza a otro cuerpo, sino que estamos ahí denunciando la falta, decidimos mostrar las arrugas, no hay lifting posible.
Y pensando un poco en el futuro ¿Cuál te gustaría que sea el destino de esta obra? ¿Podrías imaginarte a unx solx de ustedes llevando todo el peso adelante?
-A mí me gustaría hacer la obra cada 5 o 10 años. Todxs lxs que volvimos al cuerpo de Open seguimos vinculadxs al teatro. Y a todxs nos seduce esa idea.
En el año 2003 en el mítico Kunsten Festival en Bruselas, después de 2 años de funciones, Daniel nos propuso hacer la obra para siempre. En esta vuelta entendimos que para siempre puede no ser todo el tiempo.
Los cinco que estamos ahora ya nos fuimos alguna vez. No sé si podría imaginarme a uno solx de nosotrxs llevando la obra adelante. No lo sé, Solo sé que la obra tendrá una muerte natural, que irá desapareciendo de a poco hasta que solo queden las huellas de las palabras.
Open House
Dramaturgia y dirección: Daniel Veronese
Intérpretes: Julieta Petruchi, Nayla Pose, Martín de Goycochea, Melina Milone, Natalia Segre
Teatro 25 de Mayo. Triunvirato 4444.
17 y 24 de Junio. 20 Hs.