En “Historia y pasión, la voluntad de pensarlo todo”, un gran libro de diálogos entre Horacio González y José Pablo Feinmann, este último dice:
“Vos viste la foto de Lugones disfrazado de espadachín? También ‘Perón espadeaba’”.
González responde: “Sí, porque son dandis y son hombres de honor, el honor es una forma subjetiva de la derecha”. Y agrega; “hay giros hacia el lado libertario de las culturas de cualquier forma honorífica”.
En la obra de María Pia López sus protagonistas espadean. Y las espadas, en sus movimientos largos, movilizan los cuerpos.
Pero no se trata de cualquier movimiento: lo que se ve es una rítmica obsesiva en la que hasta los más pequeños e imperceptibles músculos se mueven, tiemblan, bajan o suben y aparecen en escena.
Cada uno de ellos es una letra y el cuerpo un vocabulario.
Hay un lenguaje gozoso de las fibras.
El espadeo es una apuesta por la absoluta democracia de los cuerpos. Una forma del honor.
También hay respiraciones que suben y bajan, se agitan y se distienden. El aire habla y en su movimiento nos arroja a lugares inimaginados.
Hay, finalmente, un tercer lenguaje: el de las palabras, tan potente como los dos anteriores.
La autora delata la imposibilidad de los sinónimos. Hijes, niñes, hijitos. No: hijitos, no. Hijitos rompe la cadena de sinónimos. Porque hijitos es más que hijes o niñes. Nombra a lo que aún no se puede nombrar.
Las palabras son siempre otras: tan extranjeras de nosotros y nosotras como delatoras de lo que no sabemos que nos van a producir.
Tres lenguajes. Gran obra.
Vayan a verla.
“No tengo tiempo”, obra de teatro sobre libro de María Pía López y actuación de Carolina Guevara y Leticia Torres. Dirección: Cintia Miraglia.
Daniel Rosso, sociólogo y analista político