La premisa del “para siempre” puede provocar terror. Que un vínculo, una amistad, una pareja, una casa, un trabajo, un modo de vida o un lugar sean para siempre implica aferrarse a una decisión y dejar atrás otros caminos posibles. Nunca es fácil eso del “para siempre”. El hijo eterno, novela de Cristóvão Tezza adaptada por Bruno Lara e interpretada por Michel Noher, pone en escena algo de ese conflicto que los humanos –finitos por naturaleza– solemos tener frente a lo que en apariencia se presenta como eterno e inmutable. En este caso, el relato de Tezza presenta a un padre que debe afrontar la llegada de un hijo inesperado; bastan apenas unos cromosomas para modificar toda su existencia y la forma de concebir el mundo. Al hijo que nace en esa clínica durante los ’80 le diagnostican algo que hoy los médicos informarían como síndrome de Down pero que en esa época todavía recibía el nombre de “mongolismo”. El mundo del protagonista se derrumba porque teme que ese hijo simbolice el fin de sus sueños personales y sus ambiciones literarias.
La escena en la que el protagonista recibe la noticia está muy bien construida. El cuerpo del actor bajo la luz, una silla como único elemento escenográfico y el discurso médico que sólo alude a los aspectos técnicos de la cuestión y que en su asepsia engendra una gran violencia, quizás involuntaria: “El pliegue epicántico, la hendidura palpebral oblicua, el dedo meñique curvado hacia adentro, el aplanamiento en la parte posterior del cráneo”. Esa sucesión de características anatómicas no dice demasiado. A decir verdad, no dice nada de todo eso que el padre (y la madre) deberá enfrentar a partir de ese momento, ni de cómo es la vida con un hijo que recibe este diagnóstico o cómo será la paternidad, el vínculo que los dos forjarán en el futuro. A partir de esa noticia todo es pura incertidumbre y el texto narra el periplo atormentado del protagonista: desde el día del parto en la clínica hasta la adultez del hijo.
La interpretación de Noher es sólida y, al mismo tiempo, sensible. Después de cinco años al frente de este unipersonal (por el que fue nominado a los premios ACE como Mejor Actor en Obra para un solo personaje) se fue apropiando cada vez más del texto y hoy logra una performance orgánica en la que cuerpo, movimiento, ritmo y parlamento configuran una sinergia dramática. El personaje atraviesa estados muy diferentes: se trata de un escritor treintañero desempleado que sueña con tener una carrera estable y hacerse con un nombre en el mundo de la literatura. Escribe ensayos y fantasea con el éxito, pero cuando llega este hijo no imagina que en esa situación pueda haber nada que contribuya a su proyecto personal. El abordaje de Tezza es interesante por su crudeza y honestidad: no ahorra miserias ni egoísmos pero tampoco apela al golpe bajo. El protagonista imagina distintos escenarios posibles, entre ellos que el bebé muera, que no resista, que contraiga cualquier enfermedad por tener las defensas demasiado bajas (algo típico en estos casos). Parece cruel escucharlo pero esa rabia, ese dolor y ese cinismo forman parte del tránsito hacia la aceptación.
Para escribir esta novela el autor se basó en sus propias experiencias y el personaje que creó funciona como una suerte de alter ego. La obra puede leerse desde lo biográfico, claro, pero resulta mucho más interesante la operación de intentar leerla en otras claves para ir un poco más allá del yo y lo estrictamente personal. Hay algo muy rico que se pierde si no se habilita una resignificación desde otras perspectivas, porque al fin de cuentas la obra problematiza la diferencia, la mirada de lxs otrxs, la empatía y esa necesidad vital de poder ponerse (al menos por un rato y como ejercicio de entendimiento) en zapatos ajenos. En esta nueva temporada vale destacar la dimensión ritual facilitada por el espacio –el Nün tiene una intimidad particular que es bastante difícil replicar en otras salas– y también por las breves intervenciones del actor al inicio y al final de la función, momentos que de alguna manera allanan el camino y ponen por delante la dimensión del encuentro en ese fogón teatral, la importancia radical de estar presentes durante una hora, desconectados del exterior y las notificaciones del celular para poder atravesar con plenitud ese viaje emocional.
Por Laura Gómez
Libro: Cristóvão Tezza
Intérprete: Michel Noher
Dirección: Daniel Herz y Juan Pablo Galimberti
Teatro Nün, Juan Ramírez de Velasco 419
Sábados 20.30 hs. Entrada general: $4000.