Los recuerdos se actualizan al narrarlos. En cada una de esas narraciones, aparecen desplazamientos y transformaciones en relación con la situación vivida. La memoria requiere de un cuerpo donde encarnarse y a través del cual fluir. En Todo lo que nombro desparece, encontramos un personaje que, frente a un interlocutor, cuenta la historia de su vida. La particularidad que tiene es que, a medida que avanza la obra, este interlocutor va pareciéndonos cada vez más imaginario. Para el personaje, el laberinto de la memoria ofrece una desafío.
Hernán Lewkowicz encarna a La Deseo, una artista transformista situada en un tiempo y espacio que permanece como un enigma. Se nombra a sí mismo en masculino y en femenino, cómoda en su identidad. El trabajo escénico de Hernán se potencia desde la sutileza de sus movimientos. Tiene la capacidad de mostrarse frágil en algunos momentos y enorme desde su presencia escénica en otros. Al cantar, al desplazarse en el escenario y al mirar su alrededor produce sensaciones mezcladas. Hace que deseemos la felicidad para La Deseo, aunque, a medida que avanza la obra, cada vez más su alrededor parece ir evaporándose.
Vemos su delicada y sensual presencia en el día de su cumpleaños. La obra transcurre en un espacio íntimo que podría ser el camarín o el cabaret vacío, previo a la llegada del público. Se nos ofrece la posibilidad de mirar por la mirilla de una puerta y observar ese tiempo preciado a solas. Es el tiempo al que no tenemos en general acceso como espectadores. Una mesa, una silla y una lámpara son los únicos objetos que la acompañan. Se suma el excelente trabajo de iluminación realizado por Ricardo Sica que le otorga al espacio espesor poético. La Deseo lleva una bata que con diferentes funciones al cubrir y desvestir su cuerpo alternadamente.
Con el pretexto de que hay un interlocutor interesado en tomar notas sobre su vida, La Deseo nos la comparte. Está a la espera de un pretendiente que está siempre a punto de llegar. A medida que avanza con los relatos, el entusiasmo y expectativa que tiene nos produce una profunda empatía. Esto ocurre al mismo tiempo en que vamos comprendiendo la inestabilidad discursiva que despliega y las dificultades que tiene para construir relatos coherentes.
La obra fue escrita por Hernán Lewkowicz quien la codirige junto con Jesi González Ajón. Uno de los temas centrales en la obra es el modo en que nos contamos a nosotres mismes frente a otras personas. Otro acierto por parte de Todo lo que nombro desparece es que nos empapa de la subjetividad del personaje. A medida que transcurre, vamos observando el mundo desde la propia percepción subjetiva de La Deseo. Esto nos lleva al terreno de la duda y, en sintonía con el título de la obra, todo aquello que va relatando se vuelve fragmentario. Los interrogantes que deja abiertos funcionan como incógnitas estimulantes para intentar desentrañar desde dónde nos está hablando. En esta representación de una subjetividad entreverada, la dulzura, calidez y seducción del personaje aparecen como remansos frente a lo confuso.
La historia de vida de La Deseo está repleta de fantasía y de dolores. La obra tiene la valentía de trabajar en distintos registros. El actor pasa de la alegría de algunas situaciones vividas y la inocencia de su incredulidad a los terrores experimentados. Sobresale el retrato amoroso que la obra propone de este artista antes de salir a escena. A su vez, se abren preguntas en torno a nuestras maneras de contarnos el mundo y en torno a la fragilidad de nuestras memorias.
Por Agustina Trupia
Todo lo que nombro desparece
viernes a las 22:30hs
Teatro el extranjero
Dramaturgia, Intérprete: Hernan Lewkowicz.
Dirección: Hernán Lewkowicz, Jesi Gonzalez Ajón.