Imaginemos la vida de una estrella de cine de Hollywood que trabaja en la industria desde pequeña. Es exitosa, talentosa, admirada. Ahora bien, detrás de todos esos colores, brotan maltratos, violencias, abusos. Proyecto Garland trae con destreza e inteligencia estas cuestiones que, a su vez, tienen vinculaciones con nuestro presente.
Hubo muchos relatos literarios, audiovisuales, escénicos que mostraron el revés de las grandes estrellas. Sabemos —por todas las narraciones a las que hemos accedido y por los hechos ocurridos en nuestro país— que las apariencias engañan y que, en determinadas esferas del poder, se construyen deliberadamente las facetas públicas de las personas para encandilarnos. Hollywood, en tanto la expresión más refinada y la maquinaria mejor aceitada del mundo del espectáculo, es la que mejor lleva a cabo estos planes mercantilistas, a veces, en detrimento de la vida. Sabemos de actrices y actores que deben ocultar de manera forzada su orientación sexual por ser lesbianas, maricas, bisexuales o cualquier otra identidad que se corra de la heterocisnorma. También se nos ocurren ejemplos de parejas que, al modo de una escenografía perfectamente ornamentada y construida, sostienen realidades que nada tienen que ver con aquello que se nos quiere vender: monogamia, familia feliz, convivencia pacífica. Por medio de imágenes y relatos, se refuerzan las lógicas capitalistas y unificadoras, en contra de la variedad de subjetividades.
Sobre esta base de saberes se constituye Proyecto Garland. Una obra inspirada en la vida de Judy Garland. Fue escrita por Gerardo Grillea, quien se encarga también de la dirección, y por Marina Murilla, la protagonista que le da vida a la reconocida actriz y cantante estadounidense. Como su título lo señala, la obra de teatro se encarga de exhibir el reverso del tejido que conformó el proyecto de niña actriz y cantante estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer que fue deviniendo, entre otras cosas, una mujer con consumos problemáticos de alcohol y drogas. Si bien toca temas que ya conocemos y que sucedieron con el afán de sostener las grandes industrias culturales del mundo, resulta actual y urgente recordarlos.
Así, los abusos en la infancia tienen distintas vertientes que se ponen de relieve en la obra: los abusos sexuales aparecen como recurrentes y como parte de aquello que solventa el sistema. Son mostrados en la obra como una herramienta de adoctrinamiento y un pasaje que, a mediados del siglo XX, debía soportar quien quisiera estar en el medio artístico.
A su vez, se agrega la violencia intrafamiliar y la pregunta sobre los derechos de las infancias. ¿Hasta dónde es viable que trabaje una niña? ¿De qué formas se puede velar por el dinero que produce con su labor cuando es menor de edad? Si bien parecieran ser cuestiones que desde lo legal se han ido saldando con, por ejemplo, la Declaración de los Derechos del Niño en 1959, esta no existía cuando, veinte años antes, Judy Garland estrenaba El mago de Oz. A su vez, en la actualidad, a pesar de la legislación que rige, siguen dándose, al interior del mundo del espectáculo, modalidades problemáticas por parte de quienes crían niñes —como cuando su imagen es usada para campañas publicitarias en redes sociales—. Junto con esto, las mujeres cis, trans y travestis estuvieron históricamente sometidas a estas violencias. En la obra, ya sea por medio de su representante y pareja o por su médico, distintas figuras de la sociedad patriarcal la someten y controlan. El tutelaje constante que no deja respirar.
El virtuosismo, desfachatez y encanto de Judy son invocados en la obra por medio del trabajo actoral de Marina Murilla como forma de rendirle tributo a su memoria. El desequilibrio entre el inmenso talento y el ejercicio constante de violencia sobre Judy aparece en los diálogos y se replica en la puesta en escena. La obra es, a su vez, un musical a pequeña escala que empata la inmensidad de las comedias musicales hollywoodenses a las que hace referencia. Así, se avanza en una dirección incómoda de aquello que sabemos que ocurría —y aún sucede— pero que nos resulta más cómodo no ver. Se pone en primer plano la cuestión de la violencia patriarcal que excede el caso puntual. La vida de Judy, controlada por agentes externos, es un exponente de una situación en la que la sociedad es cómplice. ¿De qué maneras tratamos a las personas, específicamente a las mujeres cis, travestis y trans, que sufren violencias?
Los límites entre darle lugar a sus historias y el tratamiento mediático de los casos que las expone y revictimiza se vuelven difusos de forma habitual.
Proyecto Garland exhibe la maquinaria de construcción de un producto exitoso. No deja ningún rincón sin explorar. No es sólo la familia de origen la que violenta y desampara; también lo hacen la industria cinematográfica, las publicidades, la televisión. Es decir, se encuentra todo un aparato mediático puesto en detrimento de las identidades femeninas. La obra nos lleva a rememorar películas centrales en nuestro imaginario colectivo y una época dorada que no brillaba tanto como parecía.
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PROYECTO GARLAND. Una obra inspirada en la vida de Judy Garland
Actúan: Diego López, Marina Munilla, Leonardo Murúa
Dramaturgia: Gerardo Grillea, Marina Munilla
Dirección: Gerardo Grillea
NOAVESTRUZ ESPACIO DE CULTURA
Humboldt 1857
Domingos 20 h