El bosque de raíces muertas
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro

El bosque de raíces muertas

por Lilian Sprovieri

12 de mayo de 2025

Una niña grande camina las ocho cuadras que separan la casa de su madre de la de su padre. Infinitas veces. Carga consigo sobres con dinero, conservas, artefactos para arreglar, artefactos ya arreglados, prendas zurcidas y la pregunta sobre su pasado. ¿Quiénes son estas personas que me dieron la vida, y qué los separó?

Una foto dispara alguna respuesta, se representa en escena. Marita Ballesteros y Enrique Amido tienen en brazos un bollo de mantas que simula a la bebé recién nacida, la niña grande que encarna Sofía Gala mira y relata desde un costado. Ella entiende con liviandad que ese fue de los pocos momentos en los que estuvieron juntos. No hay más fotos, no hay más recuerdos. Nadie responde sobre cómo inició esa familia ni cómo se disolvió. Pensarse y reconstruirse será el trabajo de esta hija y el hilo narrativo de la obra.

Para quienes somos hijos de los nacidos en la década del 40 y el 50 encontraremos en esos padres un paralelo y un estereotipo reconocible. La hija de ese matrimonio sin embargo atraviesa una particularidad nada común para la época, sus padres están separados. Esa condición refuerza la pregunta sobre su origen y el motivo de las particularidades que atraviesa su vida.

Una Marita Ballesteros de aspecto irreconocible nos representa una ama de casa, católica, que cocina y permanece en el hogar. A ocho cuadras Enrique Amido, el mismo actor de Los Bienes Visibles (también en Dumont 4040), interpreta a un padre carpintero-ebanista, dedicado íntegramente a su oficio, bueno pero poco demostrativo y algo huraño. Entre ellos y a pesar de estar en las antípodas, observa el personaje de Sofía Gala, existe una cordialidad inmensa y distante. Nunca se llaman, lo único que los conecta es su hija.

Lo que se pierde se tiene para siempre, plantea una solemnidad y un drama. Los chispazos de humor y la poesía del texto nos ayudan a atravesar nuestra catarsis sin desarmarnos en el trayecto de casa en casa. 

La dramaturgia está basada en los libros de Alejandra Kamiya: Los árboles caídos también son el bosque y El sol mueve la sombra de las cosas quietas. En particular surgen del texto dos cuentos en específico. Uno es “Separados” el que le da el eje y “Tan breves como un trébol” que le aporta la escena dramática y reveladora a la obra.

Alejandra Kamiya es una escritora argentina de ascendencia japonesa. Su obra ha sido publicada con intención y decisión por la editorial Eterna Cadencia, posicionándola como su autora estrella. Cuenta la leyenda que sus libros han pasado de mano en mano y no han tenido tanta ayuda del marketing de bateas. En parte esta idea romantiza y aporta a su literatura de prosa depurada con pinceladas de su herencia zen.

Los temas de Kamiya son universales: los vínculos afectivos, la naturaleza y su relación con los animales, la soledad, el tiempo y la muerte. Dentro de lo sencillo del fluir de su narrativa se inscriben estos temas profundos y resaltan frases de poesía filosófica dignas de levantarse a buscar un lápiz. En “Tan breves como un trébol”, uno de los cuentos que se insertan en la obra teatral, leemos: 

Lo veo y siento miedo. Una aguja de miedo. Es algo que ha nacido en mí junto a él, este miedo. Un miedo tan real que puedo tocarlo como toco el alambre. Tiene púas. Grito el nombre de mi hijo.

Cuando el personaje de la madre comienza a perder la memoria en la pieza teatral, su hija decide traerla a vivir consigo. La trama se complejiza. Su padre también con el paso del tiempo requiere atención, al gran ebanista el destino cruel le ha dado Parkinson. La hija esa niña, que ya es grande pero continúa cerca de ellos, elabora una hipótesis “quizás mamá tiene que olvidarlo todo para poder vivir”. Una tragedia ha sido contada, una razón que puede dar respuesta a la pregunta de esta hija, y a la pregunta de todos nosotros los espectadores que ahora entendemos que estamos ante el tema de la maternidad.

El personaje de Sofía Gala dice “Ya entonces había dejado a Pablo porque él quería que nos fuésemos a vivir juntos, tener hijos, y no sé cuántas cosas más para las que yo no estaba preparada. O de las que no tenía ganas”. Esa aguja de miedo que se había insertado en su madre desencadenó los motivos de la complejidad del vínculo en esta familia de tres que se monitorea a la distancia. La hija nació en parte, para sanar un dolor y para maternar a esos padres. 

Todos somos hijos y muchos traemos hijos al mundo, Lo que se pierde se tiene para siempre, aviva las emociones de la relación filial y permite una catarsis enmarcada y cuidada. Dejándonos una sensación liviana del teatro a casa, porque pudimos atravesar ese sentimientos sin quedar pegados a esa astilla infinita que es la responsabilidad sobre otro ser humano. El giro de la obra hacia el final, es un giro inesperado, de tan feliz y positivo que resulta.

Foto: Luis Sens

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LO QUE SE PIERDE SE TIENE PARA SIEMPRE
Actúan: Enrique Amido, Marita Ballesteros, Sofía Gala Castiglione, Camila Marino Alfonsín
Dramaturgia: Javier Berdichesky, Andrés Gallina
Dirección: Anahí Berneri

DUMONT 4040
Santos Dumont 4040
Jueves y viernes 20 h

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