Destacado actor en la escena independiente, Yamil Chadad le cuenta a Llegás su experiencia como realizador de cine, y reflexiona sobre las condiciones del trabajo en tiempos de pandemia.
Yamil Chadad es una imagen recurrente en el escenario alternativo de Buenos Aires, tanto por su ductilidad actoral como también por ser dueño de una presencia que lo distingue entre los actores de su generación. Dueño de una máscara que puede mutar de la ternura a la violencia sin demasiado esfuerzo, difícil resulta olvidar su trabajo en la pieza de Yoska Lázaro Los errores de Noé (2009), en el que su personaje, Mario, se acerca a la verdad de ciertas cosas durante tiempos oscuros. Hoy, recientemente egresado de la Universidad del Cine como realizador cinematográfico, alterna su trabajo entre la escena, la escritura y la dirección audiovisual. En 2018 realiza un corto inquietante sobre cómo una rebelión que desequilibre al sistema puede partir de la absoluta pasividad (Vaca profana, que puede verse por www.cinear.com.ar)
y desde 2017 transita por los meandros del negocio de la muerte en la pieza Casa Linguee, escrita y dirigida por Christian García que ya transitó su quinta temporada y seguramente vuelva a escena cuando lo permitan los tiempos que vivimos. Ese trabajo, que cuenta con un gran número de actores para la escena independiente, despertó en Yamil Chadad la necesidad de transformar la experiencia en una película. Sobre eso, sobre el trabajo como condición, y sobre este tiempo extraño que afrontamos, charlamos con él en un alto del rodaje.
Cómo surge la posibilidad (o la necesidad) de adaptar Casa Linguee al lenguaje del cine.
Casa Linguee es una obra de teatro que lleva cinco años girando por diferentes teatros de Buenos Aires. Está integrada por un colectivo donde hay actores, directores, docentes, artistas plásticos, músicos y realizadores audiovisuales. En la previa de las funciones llevaba la cámara y grabamos diferentes materiales que luego nos servían para difundir la obra. Lo que empezó a suceder fue que ese material grabado de manera casera contenía imágenes muy potentes que podían sintetizar nuestro trabajo de escena. Ahí fue cuando decidí adaptar la obra de teatro al lenguaje audiovisual.
Qué tomaste en cuenta para adaptar esa pieza teatral al formato de cortometraje.
Los caminos para adaptar una obra de teatro al audiovisual son varios. Tomé el camino de la transposición: respetando el mundo, el entorno, los personajes, la atmósfera, fui adaptando la historia a los tiempos de un cortometraje. Había que tomar decisiones ya que la obra de teatro dura una hora y el cortometraje tiene una duración más acotada. Durante mi último año en la Universidad del Cine, presenté el guión en un concurso interno y fue seleccionado, con fecha para rodar en mayo de 2020. La pandemia nos negó la posibilidad de grabar en ese momento, y luego, con los protocolos de la industria cinematográfica que aparecieron más adelante, terminamos por efectivizar el rodaje en enero de 2021. Desde la producción hicimos un esfuerzo enorme para atravesarlo con mucho cuidado y respetando las normas de prevención. La elección de las locaciones facilitó el trabajo de todo el equipo, veintiún actores y catorce técnicos. Treinta y cinco personas trabajando en grupos durante una semana, es un número bastante grande si tenemos presente las condiciones que atravesamos.
Qué diferencias encontraste al dirigir este trabajo respecto de la dirección de Vaca profana, y cómo se desarrolló el rodaje de este corto concretamente, dado el contexto en que vivimos.
La temática del trabajo es algo que me interesa mucho porque el trabajo siempre fue fundamental en mi casa familiar. Mi abuelo materno, inmigrante sirio, llegó a Buenos Aires en la década del ’40 sin nada, pero en busca de un lugar donde realizar sus sueños. Se dedicó al comercio. Con una canasta bajo el brazo y un facón en la cintura (no le gustaba que le digan turco), salía a recorrer la zona sur de la capital a vender productos. En las sociedades que vivimos hoy en día es casi imposible vivir sin trabajar. Es imposible vivir sin negociar porque el trabajo escasea, y cada vez hay más gente fuera del sistema. La pandemia profundizó esta desigualdad. Muchos son los que tienen cada vez menos, y pocos los que tienen cada vez más. En Vaca profana, mi trabajo anterior, una vaca se cansa del sistema y decide no entrar en la faena del matadero. En un plano fantástico, la vaca se rebela y causa un desequilibrio en el frigorífico. En Facundo, un desempleado acude a un nuevo trabajo y es tratado con hostilidad e indiferencia. Este desempleado, movido por su necesidad, es capaz de soportar cualquier tipo de hostilidad, pero todo tiene un límite, que puede ser la enfermedad o la muerte.
Cómo ves el trabajo en el cine, hoy. Qué pensás que pueda modificarse de él a futuro, y cómo pensás encarar nuevos proyectos si la situación se sostiene en el tiempo.
Nadie estaba preparado para esto. La pandemia nos tomó por sorpresa a todos, a la humanidad entera. Si bien, a casi un año de confinamiento, hemos aprendido a convivir y a cuidarnos, hay espacios que han sido relegados, postergados, y la cultura es uno de ellos. La mayoría de los teatros y los cines siguen cerrados. Parece que esto viene para largo, pero estoy convencido de que hay que cuidarse y convivir con las precauciones necesarias para seguir construyendo.
Yamil Chadad es actor, director de cine, docente universitario y prepara su adaptación audiovisual de Casa Linguee