Desde el origen de la industria del cómic Superman o Capitán América entre tantos otros superhéroes representan la idea de bien y detrás de esa idea pura de bondad una bandera (la americana) es levantada para marcar como deben ser las cosas. Estados Unidos es el bien y el estandarte de la libertad. Si Estados Unidos es el bien, lo otro es el mal. Hasta la caída del muro de Berlín la Unión Soviética era ese otro que encarnaba la idea del mal absoluto.
Imaginémonos ahora por un instante que Superman no hubiera nacido en Estados Unidos y hubiera en cambio sido un hijo de la revolución rusa en tiempos de Stalin.
Eso mismo es lo que hizo el genial guionista Mark Millar en su cómic “Hijo rojo”. El hombre de Kriptón nacido y criado en la patria socialista es parte de un concepto que la editorial DC viene trabajando desde hace tres décadas bajo el nombre de otros mundos. De este modo los guionistas pueden jugar temporalmente y hacer pequeñas modificaciones sobre los personajes icónicos de la compañía. El director Sam Liu y el experimentado guionista J.M. De Matteis siguiendo la trama de Millar llevaron al cine esa historia desplegando una imaginación visual notable que nada tiene que envidiarle a la historia original.
Que hubiera sucedido si Superman hubiera nacido en la Unión Soviética y hubiera sido el hijo dilecto de Stalin. Si la mujer maravilla hubiera rechazado el amor del hombre de acero de la república socialista por que no le gustan los hombres (algo que durante mucho tiempo se insinuó pero que en estos años de destape feminista es más factible que suceda en las ficciones). Que hubiera pasado si Batman fuera un anarquista individualista en contra del estado autoritario que dirigía el hijo de Kriptón transformado en heredero de Stalin.
Imaginen este cuadro de situación y agreguemos a Lex Luthor como presidente de Estados Unidos y a Lois Lane como su mujer para completar la escena.
El film de Liu y el cómic de Millar son osados desde lo ideológico ya que si bien muestran la brutalidad del régimen soviético (lo que es un clásico en el cine comercial americano a lo largo de casi todo el siglo XX) también son ostensiblemente críticos de las inequidades del capitalismo y del ambiguo rol que cumple Estados Unidos en la creación y sostenimiento de ese orden mundial.
El film de Liu es fiel al guión de Millar y en esa virtud de narrar la historia política del siglo XX en clave cuasi policial se encuentran una de las principales virtudes de esta historia cruda construida a partir de una economía de recursos notable que sostiene la tensión de principio a fin.
Sobre el trasfondo de la guerra fría Liu y De Matteis describen el conflicto entre oeste y este. Lo más interesante es que en hijo rojo se observa con distancia este conflicto geopolítico y si bien el trazo con el que se describe al Superman soviético siempre es grueso la mirada de Liu tampoco es empática ni naif en relación a las intenciones de Estados Unidos en relación a esa lucha geopolítica sin cuartel.
Superman hijo rojo como todas las grandes películas del género superheroico que se revitalizó a partir de comienzos del siglo XXI de la mano del universo Marvel ofrece un virtuosismo estético muy marcado asociado en esta oportunidad al uso de los colores y a un dibujo de tintes clásicos que le sienta muy bien al relato.
En las películas del género superheroico contemporáneo se tematiza constantemente la idea de apocalipsis y de guerra frente a un enemigo que viene a alterar la paz.
Esta idea llegó al paroxismo en Avengers End Game donde se imagina la idea del fin del mundo. Ese apocalipsis que en modo de trauma Hollywood procesa desde la caída de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Hijo rojo muta en contemplación de un tiempo histórico finiquitado en donde igualmente se siguen realizando de modo velado los valores de una democracia (la americana) frente a un estado opresivo y deshumanizado que reduce a los individuos a sus más oscuros designios.
Lo más interesante finalmente del film de Liu además de su extraordinario pulso para el cine de acción y aventuras y el trabajo visual ya mencionado es la tensión narrada entre el desarrollo tecnológico y económico de la Unión Soviética y el lugar que Estados Unidos ocupa en esa batalla por el liderazgo del mundo representada por Luthor y la idea de este de crear un superhéroe a la altura del hombre de acero.
En esa representación realista de la lucha por el poder se encuentra una de los hallazgos más interesantes de una historia que se permite la idea de jugar con la existencia de otros mundos posibles. La filtración de esa línea realista en la trama complejiza la idea banal que también muestra el film de Liu acerca de un mundo frío y despótico como es el soviético frente al mundo democrático capitalista. Cuando Hijo rojo más se aleja de los estereotipos ideológicos y más se acerca al mundo real es cuando mejor podemos disfrutar del poder icónico de este personaje que con una capa roja desde hace casi un siglo solo intenta hacer del mundo un lugar mejor.
Por Juan Pablo Susel
Superman: Hijo rojo: Estados Unidos 2018. Director Sam Liu/Guión J.M De Matteis basado en el cómic de Mark Millar. Música Frederik Wiedmann. Animación
80 minutos