Ya hace una larga década que el cine de Valentín Javier Diment viene sacudiendo la modorra de la producción nacional. Enamorado de los géneros los toma del cogote y los sacude. En esta oportunidad se atreve a sumergirse de lleno en el más enloquecido melodrama fasbideriano pero siempre desde la mirada personal que caracteriza al director de parapolicial negro y el eslabón podrido por mencionar dos de sus mejores películas.
“El apego” es la historia de dos mujeres. Carla (Jimena Anganuzzi) llega embarazada a la casa de la doctora Irina (Lola Berthet). A partir de allí se desata una trama que partiendo de esa estética fassbidenderiana (sobre todo hay reminiscencias muy claras a la ansiedad de Verónika Voss) paseara por el policial y el gore sin perder nunca el sentido del humor, una marca de autor del propio director. Diment desde sus primeras películas pareciera tener la capacidad de poder narrarlo todo y eso es lo que sucede desde que el personaje de Anganuzzi acepta quedarse en esa mansión gélida y aterrorizante. El film desde lo climático se emparenta a lo que entendemos por película de terror pero termina siendo una descripción quirúrgica del alma humana. Sin dar notorias precisiones del contexto histórico en el que sucede la trama el director nos da algunas pistas y esa decisión estética hace más sugerente y enrarecido al relato. En un momento en una vieja radio escuchamos que se acaba de estrenar “La parte del león”, opera prima de Adolfo Aristarain. La trama en relación a la venta de bebes también se desarrolla con una delicadeza narrativa que omite remarcaciones explicitas sobre la última dictadura militar.
Diment trabaja desde la ficción bajo el precepto de la narración de una fábula sin remarcar nunca lo evidente. De algún modo esta película también puede ser pensada como un policial clásico. Como hiciera hace ya 15 años Adrián Caetano en su descripción de la mansión Sere en la extraordinaria “Crónica de una fuga”, Diment construye una mansión siniestra como un lugar en donde anida el mal. En la película hay ecos en “De las diabólicas”, esa obra maestra de Henry Clouzout que teorizaba en la década del 50 del siglo XX el deseo lésbico sumergido el mismo en una trama que navegaba también entre el melodrama y el policial. El hogar de Irina y la actuación de Berthet (mimetizada con ese recinto en su frialdad glacial en la primera parte del film) también nos remiten a “Los ojos sin rostro”, ese film sobrecogedor de George Franju sobre el dolor y la omnipotencia del discurso científico. A medida que la trama avanza comenzamos a dudar (gracias a la cámara de Diment que sabe dónde y cuándo poner el ojo) de la razón de Carla. Entonces el relato policial da paso a la historia de amor más apasionada que conto el cine argentino en la última década. El blanco y negro le cede su lugar a una paleta de colores rabiosos y ambas protagonistas cargan el peso del relato al hombro llevando adelante una historia de amor más grande que la vida misma.
El film en el momento de ser invadido por el color se transforma en un notable melodrama. Los ojos de Irina al descubrir el amor son la antítesis a la frialdad que llevaba en el rostro hasta ese momento y que intuimos comenzó lentamente a resquebrajarse desde el momento en el que su destino se cruzó con el de Carla. El pasaje al color en el film desatara otras subtramas. Un psiquiatra con métodos poco particulares para curar la locura y un extorsionador con olor a dictadura completaran una historia en el que lo principal tiene que ver con la pasión con la que Diment narra los sentimientos por fuera del registro obvio de la época. Esta película habla de aborto y de robos de bebés pero todo eso nos lo cuenta desde el amor al cine que profesa el propio director y es el marco en el que se da esta historia de amor locura y muerte.
El film de Diment termina siendo una fenomenal reflexión sobre los hilos siniestros que moldearon nuestra subjetividad y nuestra historia nacional en los últimos 50 años reflexionando a su vez sobre los parámetros de normalidad que la sociedad establece en esta época y también en tiempos precedentes.
Claramente es un film de actorxs, son las actuaciones (desde las protagónicas hasta las secundarias) las que sostienen la trama y le trasmiten la emoción necesaria al relato. Diment filma los rostros de Carla y de Irina como los grandes directores de la historia del cine filmaron a sus musas. Dreyer en “Juana de arco” contó con María Falconet. En los 60 Godard tuvo a Ana Karina y Truffaut a Jeanne Moreau. El apego también es eso. Una historia de amor narrada por un tipo que en cada plano nos dice que ama al cine y que nos contagia ese amor a nosotros, los espectadores. El tipo de amor de un tipo que sabe que la técnica sin corazón no vale nada.
Por Juan Pablo Susel
El apego. Argentina (Argentina 2021). Dirección y Guion: Valentín Javier Diment. Fotografía: Claudio Beiza.Interpretes Lola Berthet, Jimena Anganuzzi, German De Silva, Marcela Guerty, Elvira Onetto, Edgardo Castro, Luis Ziembrowsky.