El sueño de la convertibilidad
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Cine y series

El sueño de la convertibilidad

Con imágenes de su archivo personal, Natalia Labaké construye La vida dormida, una indagación sobre esa época que amamos odiar: los años 90s.

4 de agosto de 2022

Una pregunta resuena en los diversos campos de las artes con cierta insistencia y se torna clave: ¿Quién hablará del menemismo? Y en ese sentido, ¿Cómo contar  ese momento complejo y pleno de conflictos con la precisa distancia histórica? Tal vez, lo que me interesa es ¿Cómo nos cuentan los noventa a quienes crecimos en su transcurso, siendo parte de un consumo colorido, importado y televisivo de sensaciones frescas y pasajeras? Esa época donde un presidente de patillas bailaba de traje con una odalisca en el programa de Mirtha Legrand mientras se completaba el plan del neoliberalismo financiero comenzado por el golpe militar. Lo que sí se dió con mayor claridad en este tiempo, es la insistencia en el gobierno de Isabel Perón, ese punto clave para la entrada a la militarización, que vino -entre otras formas- con una obra de teatro como Happyland (2020) escrita por Gonzalo Demaria y dirigida por Alfredo Arias, y una novela como Claudia (2021) de Julián Gorodischer. Estas ficciones intentaron ir a tocar ese huevo de la serpiente, jugaron con la figura de Isabelita cabareteando en Panamá o la pusieron en diálogo con la redacción de una revista femenina que intentaba retratar (y construir) el mundo de las mujeres.  

En este contexto, es muy probable que pedir a una película como La vida dormida (2020) que nos cuente sobre una época pasada o nos rasque una herida específica del Isabelismo o el menemismo sea fútil (son períodos fuertes con los que se relacionan los personajes del documental). La decisión de la vuelta al archivo es otra, ese archivo personal de la cineasta se pone a disposición de las miradas del presente vinculadas con los feminismos y el lugar de las mujeres en esas tramas masculinistas. Estas mujeres, en algunos casos objetualizadas o relegadas, se vuelcan al misticismo como salida -tal vez el clima de nuestra época-. Las mujeres están algo perdidas en esos espacios, la tía Bibi intenta recordar una poesía, espera la llegada del final de la vida, tiene la mirada tranquila. 

Hay tres pasajes que llaman la atención. En las imágenes del archivo de la abuela de Natalia Labaké, la cámara pasea por un hotel de lujo en Punta del Este con la llegada del presidente, hay un cantante italiano y un niño que toca el órgano. La escena se vuelve onírica por el dispositivo (está filmada con una handy). Luego, Natalia filma a su tía Bibi mientras los demás duermen en un patio -puede ser un domingo familiar-, ella se queda de pie sonriendo con un sombrero y su mirada que está en otro plano, -bien parece una película de Martel-. Por último, la madre de Natalia hace un relato donde cuenta cómo paulatinamente se metió en una familia de la que se sentía atraída por la manera de hablar, y en la que fue quedándose en silencio. En esas tres situaciones se juegan las conexiones y apuestas que hace Labaké.  

Antes que la Historia argentina -y las tramas del peronismo que pujan con un archivo de un discurso proferido para “las compañeras”-, se habla de una historia personal y singular.  

Por Lucas Martinelli 

 

*Durante septiembre y octubre habrá proyecciones en el CC 25 de Mayo, CCGSM y CCHC. 

  

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