La ley de la calle
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La ley de la calle

Togo marca el regreso cinematográfico de Adrián Caetano desde la plataforma Netflix. Como ya había hecho en Un oso rojo, el director vuelve a apropiarse de los tópicos del Western para construir una fábula sobre la antigua disputa entre el bien y el mal.

23 de noviembre de 2022

A simple vista es una película menor en la filmografía de Israel Adrián Caetano sobre todo si comparamos a esta última con cumbres narrativas como lo fueron películas fundacionales de lo que fue ya lejos y hace tiempo el nuevo cine argentino como Pizza birra y faso dirigida junto a Bruno Stagnaro, donde también narraba la vida en las calles y ya en solitario Bolivia, Un oso rojo o Crónica de una fuga.

Togo, es el primer film de Caetano filmado en Uruguay cuenta la historia de un cuidacoches que vive a la intemperie interpretado por Diego Alonso muestra a un personaje con muchos puntos de contacto con el pollo de Okupas.

El protagonista conoce a una adolescente adinerada con problemas existenciales y desde ese momento ambos construyen el clásico vinculo filial que se sostiene a partir de las diferencias más que de las similitudes. El lugar de pertenencia de Togo es la calle y los vecinos de ese barrio de clases acomodadas son sus aliados ante la irrupción de los “malos” que vienen a sacar a Togo y sus amigos de su negocio intentando apropiarse de su puesto de trabajo.

Todo parece naif e inocente en la película pero por detrás de esa fachada argumental se encuentra la construcción de un western urbano en el que la lucha entre el bien y el mal es el eje central del relato. Togo es una especie de Un oso rojo ATP.

Diego Alonso representa a un personaje marginal que construye desde su ética personal un modo de enfrentarse a un mundo en donde las reglas se imponen por la fuerza. Los villanos del relato en tanto solo se encuentran unidos por el afán de lucro o por la imposición de sus negocios por medio de la violencia. Esa violencia contenida como en todo buen Western se desencadena en un par de escenas notables en donde la cámara es la que habla.

Caetano se luce utilizando su técnica siempre al servicio del relato en un tiempo lleno de cineastas virtuosos sin alma. Por otro lado Togo es un típico producto de Netflix que sucede en Montevideo pero podría suceder en cualquier ciudad.

Todo es inespecífico como lo es el decorado de este capitalismo tecno financiero en el que se suceden las acciones de los personajes. La calle con su ley arbitraria es el lugar donde sucede este cuento de hadas.

Se observa de modo claro el conflicto al interior de las clases desposeídas. Como describió Marx en el siglo XIX la conciencia de las clases populares es el gran tema del capitalismo y lo que impide la llegada de un cambio. De este modo la lucha no es entre ricos y pobres sino entre el bien y el mal.

El film de Caetano a diferencia de muchos otros contemporáneos que juegan con el realismo no se regodea en el padecimiento del otro. La escena final en donde el clímax de la historia llega a su punto límite está resuelta de modo austero con la utilización de la cámara en el lugar donde esta tiene que estar.

La descripción detallada de este mundo injusto en donde la riqueza está repartida de modo abrumadoramente desigual se atenúa con la victoria final de un hombre solo que sabe que hay cosas con las que no se juega. Esa módica victoria es una toma de postura política que describe al cine de Caetano. Un cine popular donde al menos en la ficción existe la posibilidad de un final feliz, vaya que no es poco.

Por Juan Pablo Susel

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