Los Óscar son los premios que la industria de Hollywood se dedica a sí misma. Para entender su funcionamiento hay que comprender las circunstancias y tendencias que atraviesan a la producción audiovisual norteamericana y sus coletazos en la global. Hagamos un repaso.
Desde la irrupción del streaming -Netflix fue pionera en Estados Unidos en 2007 y desde 2011 también desembarcó en Europa y América latina-, el mundo del cine comenzó a transformarse. A partir de los 90, los grandes tanques -blockbusters- y las sagas lograron sostener a una industria en crisis por la masificación del video hogareño. En los primeros años del nuevo siglo, el séptimo arte debió enfrentar la posibilidad de acceso a los contenidos a través de la piratería, y en este nuevo capítulo de embate a las butacas - post 3D, 4D e IMAX- las estrategias intentan renovarse sin alcanzar del todo los éxitos previstos. Ahí los Óscar, tiesos y brillantes, hacen su aporte dorado a una industria que mueve millones de dólares e incalculables valores culturales en la puja por la narrativa del mundo.
En ese contexto el 12 de marzo tendrá lugar la 95.ª gala de entrega en el epicentro de la máquina de los sueños: el imponente Dolby Theater situado en Hollywood Boulevard, Los Ángeles, California.
Este año, diez títulos compiten por el galardón máximo: Top Gun: Maverick, secuela del clásico de 1986, y la película que se ha convertido en la más taquillera de la carrera de una megaestrella como Tom Cruise; Ellas hablan que, dirigida por Sarah Polley -una figura del cine indie- logró meterse en la terna gracias a un elenco liderado por Frances McDormand y Rooney Mara, y un tema que preocupa a la industria tras el fenómeno del #MeToo; la que contabiliza más nominaciones y frenetismo: Todo en todas partes al mismo tiempo, de “los Daniels” -Daniel Kwan y Daniel Scheinert-; la fábula irlandesa Los espíritus de la isla; la ganadora de la Palma de Oro, Triangle of Sadness; la nueva del veterano Steven Spielberg: Los Fabelman; la producción alemana original de Netflix Sin novedades en el frente que retrata la crudeza de la Primera Guerra Mundial y también compite por el premio a Mejor película de habla no inglesa (ver recuadro); Elvis, la biopic sobre Elvis Presley, el ícono norteamericano por excelencia; Tár, protagonizada por la australiana Cate Blanchett -una de las favoritas a llevarse la estatuilla a mejor actriz- que pone en escena la cultura de la cancelación; y el nuevo tanque de James Cameron: Avatar 2, que ya superó en recaudación a Star Wars: El despertar de la fuerza, y eso lo dice todo.
Empecemos por lo obvio: Netflix, a través de una remake que ganó el premio de la Academia a la mejor película en 1930 y que condena lo absurdo de la guerra -en una Europa tomada por el tema desde hace un año cuando Rusia invadió a Ucrania- vuelve a la carga con su vieja aspiración de que alguna de sus producciones originales se lleve el Óscar a la mejor película. Desde Roma, en 2018, pasando por El irlandés o Don´t look up, el gigante del streaming no da tregua con sus propuestas a una Academia que, todavía, se le resiste. ¿Sin novedades en el frente será la excepción?
Sigamos por lo inesperado. En el almuerzo que cada año reúne a todos los nominados, Steven Spielberg abrazó a Tom Cruise y, según trascendió, le dijo: “Le has salvado el culo a Hollywood y bien podrías haber salvado la exhibición cinematográfica”. Sonrisa mediante concluyó: “En serio, Top Gun: Maverick podría haber salvado a toda la industria del cine”. Lo que explica la actitud de una leyenda como Spielberg que, con su autobiográfica Los Fabelman aspira a siete Óscar, es la recaudación de su competencia: 1.480 millones de dólares en todo el mundo. Un número impactante que, para fortuna de la industria, fue superado por Avatar: El sentido del agua, de James Cameron, que también compite por el máximo galardón y logró recaudar 2116 millones de dólares. Lo dicho: Hollywood busca que la gente vuelva al cine. Post pandemia, el séptimo arte todavía es una de las actividades en recuperación.
La secuela de Top Gun tuvo su estreno en salas norteamericanas en mayo pasado luego de un álgido debate entre Cruise y Paramount, que pretendía reducir su ventana de exhibición para llevarla a su plataforma de streaming lo antes posible. Pero Cruise se negó y su olfato no falló. La película fue un éxito de taquilla. Punto para el también protagonista de Misión imposible.
Así, la presencia de los blockbusters en las ternas encuentra su razón de ser. Más allá de las plataformas, el cine de autor o el de denuncia, el antiguo modelo Hollywood basado en venta de entradas necesita los grandes tanques para sobrevivir a la era del streaming y la post pandemia. Por eso la Academia, siempre generosa, le ha dado lugares preponderantes a dos films de este tipo.
En Tár, dirigida por Todd Field, Cate Blanchett interpreta a Lydia Tár, una directora de orquesta lesbiana que, en la cúspide su carrera, es acusada de abuso sexual y, de forma abrupta, pierde su trabajo y el amor de su familia. Blanchett, criticada por representar a una mujer como victimaria, se defendió alegando que el film trata en realidad sobre "la naturaleza corrupta del poder". Siempre políticamente correcta, la estrella de Hollywood que ya se consagró con este papel como mejor intérprete en el Festival de Venecia, los Critics Choice Awards y la última edición de los Globos de Oro, aclaró: "Creo que el poder es una fuerza corrupta, no importa el género de la persona. Creo que nos afecta a todos". Es que el corazón de la película se hace eco de cancelaciones varias cuyos estruendos aún resuenan en una industria que siempre busca redención y nuevos comienzos. ¿Será posible hacerlo con estilo?
Ellas hablan entra en la misma sintonía: aborda un tema candente que la industria todavía procesa. Basada en hechos reales, retrata a las mujeres de una colonia religiosa menonita que intentan reconciliarse con la fe tras haber sufrido abusos sexuales. La transposición de tiempo y lugar es un atenuante que, de alguna manera, permite a Hollywood reflexionar mientras lava sus culpas.
Desde la alfombra roja del glamoroso Festival de Cannes sin escalas llegó a la de los Óscar Triangle of Sadness, escrita y dirigida por el sueco Ruben Östlund. La mordaz sátira anticapitalista explora con humor escatológico el mundo del lujo e imprime un sello de cooperación entre los prestigiosos festivales internacionales (Berlinale acaba de entregar un premio honorífico a Spielberg y Tár fue estrenada mundialmente en Venecia) y la industria norteamericana.
Elvis es una virtuosa película musical sobre la vida y carrera del cantante, actor, bailarín e ícono estadounidense Elvis Presley dirigida por el australiano Baz Luhrmann (el mismo de Romeo + Julieta y Moulin Rouge). La biopic aspira a ocho estatuillas, entre ellas varias de los rubros técnicos (Fotografía, Montaje, Maquillaje, Vestuario, Sonido y Diseño de producción) y eso justifica su presencia entre las 10 candidatas a mejores del año.
Con Brendan Gleeson y Colin Farrell como dos amigos que se distancian sin motivos aparentes, Los espíritus de la isla destaca por su belleza simple y melancólica, y la capacidad para actualizar un mito atemporal como el de Caín y Abel. En el otro extremo, Todo en todas partes al mismo tiempo es súper contemporánea -en forma y contenido- y aborda desde la comedia y la ciencia ficción múltiples asuntos. Incluso el multiverso. Ya por eso no podía quedar afuera.
De aquí en adelante, la gran duda: ¿qué premisa hollywoodense primará en esta entrega: la corrección política sobre heridas aún abiertas en la industria, el apoyo a los tanques, la alianza con el cine autoral internacional, la valoración por nuevas narrativas que atraen a las generaciones más jóvenes, o el retrato de la cultura norteamericana a través de sus íconos culturales? El 12 de marzo se develará el misterio.
Quiero ganar el tercero
En Argentina, 2023 será recordado como el primer año del siglo siendo campeones del mundo. La alegría por sumar una estrella en la camiseta ha llenado de orgullo a los argentinos y las argentinas quienes siguen esperanzados con la idea de recibir un nuevo premio: el Óscar a la mejor película de habla no inglesa para Argentina 1985, dirigida por Santiago Mitre.
La ficción que retrata “la cocina” del Juicio a las Juntas a través del trabajo de la fiscalía, con Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo interpretados por Ricardo Darín y Peter Lanzani, tiene la mayoría de los condimentos que se necesitan para triunfar.
Narrada en un estilo clásico, complementa suspenso y humor dentro de un género bien conocido por los votantes de la Academia, “las películas de juicio”. Producida por Amazon Studios (es su primera producción original en el país), cuenta con las alianzas de Victoria Alonso (la platense que escaló a Presidenta de Marvel) y Axel Kuschevatzky quien, según dicen, fue clave en el nexo con Amazon y en la campaña publicitaria de la película.
Su gran competidora, “la candidata”, es Sin novedades en el frente, producida, como se dijo, por Netflix, la máxima competidora de Amazon Prime Video. Queda por saber si Hollywood votará lo obvio o dará el batacazo que nos entregue el tercer Óscar (lo recibieron La historia oficial, de Luis Puenzo, y El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella). En nuestro país las predicciones son inevitables mientras se canta “quiero ganar el tercero / yo ya soy Campeón Mundial”.