Los cantos de sirenas de los medios de comunicación hegemónico con su rutina del nado sincronizado definen al último presidente radical como a un patriota sacrificado y prohombre de las instituciones olvidando la catástrofe socioeconómica y política que significo el gobierno de la alianza que venía a terminar con diez años de hegemonía menemista. La serie de Benjamín Avila se sumerge de lleno en ese tiempo conflictivo y tormentoso y juega con las posibilidades que brinda la ficción para reconstruir e imaginar esa Argentina de finales del siglo XXI que como sociedad todavía seguimos pensando discutiendo y metabolizando. La figura de De La Rúa como pro hombre demócrata esconde su contracara de representante recalcitrante del establishment. Su gobierno se caracterizó por un aislamiento político brutal basado en su rancio anti peronismo y en el sostenimiento a ultranza de la figura de Domingo Felipe Cavallo, el ministro emblema del menemismo.
El tono de la serie en sus mejores momentos es el del thriller político. Mientras vemos al presidente obstinado en sostener a Cavallo cueste lo que cueste también observamos a una serie de personajes laterales que son testigos en algunos casos y participes necesarios en otros del caos que inevitable se desencadenara. La serie de Avila puede pensarse como un tratado sobre el poder o sobre la falta del mismo y a la vez es una radiografía que nos permite entender ciertos conflictos que parecieran repetirse una y otra vez.
La caracterización de De La Rúa compuesto por Jean Pierre Noher es la de un personaje grotesco y solitario sumergido en un entorno intimo que no logra llegar a poder acordar una serie de acuerdos mínimos que le permitan sostenerse en el poder. Envuelto en la bruma de sus ensoñaciones imagina que es el encargado de terminar con la experiencia peronista. Esta idea del exterminio del otro que De La Rúa hace suya es una constante de las clases dominantes de este país desde el surgimiento del peronismo. Por otro lado el peronismo liderado por Eduardo Duhalde se debate entre tender algunos puentes de diálogo y la contemplación de la inoperancia de la que hace gala el gobierno radical.
La serie trae las evocaciones de un cine político en donde los diálogos son una de las claves de la puesta en escena y estos son sostenidos a su vez por una serie de actores notables.
Jean Pierre Noher compone a un presidente sin ningún tipo de poder encerrado en el sostenimiento cueste lo que cueste del plan de convertibilidad llevado a cabo por la dupla Menem-Cavallo. Sobre ese empecinamiento es que se produce el apocalipsis que le costara la vida a 39 personas durante el estado de sitio declarado luego de la poblada popular que se producirá cuando Cavallo interpretado notablemente por Luis Machín decida aplicar el corralito, una medida económica que le impedirá a la población retirar su dinero libremente de los bancos. La violencia política que aplico el gobierno de De La Rúa fue la continuación lógica de la violencia económica que el menemismo instauro desde su llegada al poder a comienzos de la década del 90 en lo que fue la segunda oleada neoliberal en el país. La serie muestra al binomio Dela Rúa- Cavallo como un matrimonio político por conveniencia que terminara encerrado en su inacción y terquedad. La caída del gobierno de la alianza llevará a la resolución del conflicto por medio de una interna peronista que terminará llevando a la presidencia a Duhalde. La serie muestra a este personaje como al líder del justicialismo que operara en las sombras favoreciendo la caída del mandatario radical. Avila describe a Duhalde como un personaje de comedia siempre vestido con su pijama y acompañado por su esposa chiche Duhalde compuesta de modo magistral por Alejandra Flechner. Las internas del justicialismo luego de la caída de De La Rúa reflejadas en la asunción de Rodríguez Saa juegan a ficcionar la rosca dirigencial demonizando de alguna manera la praxis política. La paradoja es que los mejores momentos de la serie son aquellos en los que Avila junto al guionista Mario Segade imaginan el detrás de escena de la tragedia económica y política que desencadeno el gobierno de la alianza. Diciembre 2001 al igual que Argentina 1985 se terminan constituyendo en documentos importantes para que las generaciones que no vivieron los últimos años del siglo XX comprendan el estado de situación al que las elites condenaron a las clases populares de este país. Solo entendiendo el proyecto económico que las clases dominantes tienen para nuestra nación podemos entender la lógica de la violencia política que sufrió nuestro país desde su constitución como estado nación. Esa funcionalidad política es la principal virtud de la serie de Avila. En estos tiempos de anomia recordar las causas de nuestras tragedias políticas es una virtud que pocas ficciones poseen. Solo entendiendo nuestra historia podremos solucionar los problemas que todavía hoy nos aquejan.
por Juan Pablo Susel
Diciembre 2001 (Argentina/2023) Dirección: benjamín Avila. Guion; Mario Segade. Fotografía: Christian Cottet. Música: Pedro Onetto. Edición: Gustavo Macri. Elenco: Jean Pierre Noher, Diego Cremonesi, Luis Machín, César Troncoso, Luis Luque, Nicolas Furtado, Alejandra Flechner, Manuel Callau, Ludovico Di Santo, Cecilia Rosetto, Fernan Mirás, Vando Villamil, Jorge Suárez, Manuel Vicente, Abián Vainstein.