Nosotros, los náufragos

En 1989, para el catálogo de la exhibición de su obra en la CDS Gallery de Nueva York, Jorge Michel termina su presentación diciendo “dejen que la gloria y la fortuna intenten alcanzarme, si pueden. Déjenme?correr por delante del camino y del tiempo”. Catálogo para una familia podría ser, lícitamente, el documental sobre un poco conocido -para el común de la gente- artista plástico argentino, un hombre que además fue marinero, poeta y publicista de fuste y que también incursionó en el cortometraje, en tiempos en que hacer cine en el país significaba una empresa heroica. Pero no, no es un panegírico sobre un artista a descubrir, ni tampoco el encuentro entre dos extraños, un abuelo y un nieto, a través de un padre que conoce al suyo siendo adulto y que cuando nace su hijo no tenía su apellido para darle (un padre que se rehúsa a ser filmado para esta película). Y tampoco es un documental sobre la insoslayable generación del ’60 en la vida artística argentina, por más que muchos de quienes integraron esa generación a través del Instituto Di Tella brinden testimonio en este documental acerca de la obra -y la vida- de Jorge Michel. Quizás la esencia de este trabajo, íntimo y laborioso, se encuentre en el último tercio de su metraje, cuando comenzamos a descubrir, hoy, casi en un sentido borgeano, la patria dispersa de nuestra cultura envuelta en láminas de fibra, que no de papel, en el depósito de aquella galería de arte que nombrábamos al principio. En este preciso momento ya poco importa que Jorge Michel haya sido el segundo marido de Josefina Robirosa, que con ella y los hijos de ella hayan vivido en una casa-taller de formas circulares, que sus bancos escultóricos requirieran tanto trabajo físico como intelectual, que sus esculturas en piedra y madera estén tallados “con un amor descarado e irónico por los materiales y por la artesanía” -según dijera Michael Brenson, crítico de The New York Times-, y que Juan Jorge Fariña fuera el hijo que dejó de ver desde el principio de su vida y al que, sin embargo, le dedica Acerca de los naufragios, su libro de poemas de 1962. Es que Iair Michel Attias, el realizador de esta película, quizás no tenga broncas pasadas por las que tomarse revancha, y tal vez prefiera fundar otra memoria, esa que persiste y perdura más allá del propio tiempo. Esa memoria mucho menos lábil que la que dictan los intereses sentimentales, esa memoria evidente y que a lo mejor recién descubriremos cuando alguien corte el pasto y le prestemos atención a ciertas formas que se edifican frente a nuestros ojos, formas que encierran páginas de historia que nosotros no hemos escrito y que sin embargo forman parte de nuestra herencia. Porque bien lo dijo Jorge Michel con esa voz poética que deja un surco al escurrirse: “pero hablemos solamente del náufrago / porque a veces es un vendedor de pájaros / o un marinero / o nosotros y nuestros antepasados”.