A simple vista el fantasma de la familia Rampante es una película para un público muy reducido que narra los conflictos en un grupo de teatro independiente de finales de la primera década del siglo XXI en Buenos Aires. La película de Leandro Tolchinsky reflexiona con certeza acerca del profesionalismo y el amateurismo al interior de dicha compañía construyendo un relato universal que se aleja del detalle específico para pensar tensiones universales acerca del arte y las condiciones de creación pero que también se atreve a pensar la relación dialéctica entre autoridad y libertad al interior de (cualquier) proceso creativo.
Como ocurre con cualquier film que se aleja de los relatos convencionales que vemos todo el tiempo en plataformas o en el cine los primeros momentos son de extrañeza. En esos primeros instantes Tolchinsky nos sumerge en el trabajo que realiza el escuadrón volante en el escenario. Vemos el oficio de esos actores encantadores que proviniendo de los márgenes del teatro profesional llevan adelante sus rutinas ante la mirada atenta y festiva de su público.
El fantasma de la familia Rampante parte de ese punto inicial para luego complejizar las cosas.
Gestionar el caos de modo colectivo es de alguna manera la intención de los integrantes del escuadrón volante. Lo interesante de la película es marcar las dificultades y complejidades que implica poder llevar a cabo ese proyecto saliéndose del paradigma verticalista que implica la lógica de la dirección. Durante la hora y cuarto de película en ningún momento la tensión oscila entre buenos y malos sino que todo tiende a problematizar en términos complejos el vínculo entre anarquía y orden que necesita cualquier tipo de material artístico que se precie de tal.
Los problemas entre el colectivo de actores y el director Alejandro Schiappacasse surgen cuando el proyecto en cuestión es hacer una versión libre de Ubú rey, la obra de Alfred Jarry. Luego de meses de idas y vueltas la tensión entre la organización que demanda el director y la libertad que reclaman los actores lleva todo a un punto muerto en el que los caminos de la compañía y del director se bifurcaran.
Hasta ahí lo que la película muestra de modo ostensible pero la riqueza que muestra El fantasma de la familia Rampante tiene que ver con el retrato épocal de una ciudad en donde de modo subterráneo se producía arte de calidad y en donde las divisiones entre profesionalismo y amateurismo se borroneaban hasta hacerse indistinguibles. Era una época de la ciudad en donde se podía ir a ver slams de poesía y espectáculos de varieté a cualquier hora en cualquier día de la semana.
La película nos muestra una especie de utopía libre-creadora que se gestó al calor de un momento político muy diferente al que estamos viviendo. El clímax definitivo de la película en donde Schiappacasse y el grupo de actores deciden separarse debería pensarse al calor del presente. Ahí vemos a trabajadores de la escena teatral de la ciudad de Buenos Aires poniéndole el cuerpo al proceso creativo. Las disidencias respecto a la búsqueda artística no son tan importantes como el conmovedor gesto de dejar la piel por puro amor al arte.
Tolchinsky como también logro Rosario Blefari con su diario del dinero nos dejan emocionados sin hacer alardes acerca de la importancia del arte en la sociedad. La cámara ubicada en el lugar indicado siguiendo los pasos de cada uno de los integrantes del proyecto dan cuenta de una pedagogía amorosa de trabajo que termina siendo una reflexión profunda y universal sobre la importancia del arte en la sociedad y de la necesidad de que haya espacios donde circule el aire.
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EL FANTASMA DE LA FAMILIA RAMPANTE
Dirección: Leandro Tolchinsky
Argentina, 2024