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La vida en sociedad oscila entre momentos, donde la tensión es evidente ya que determinadas estructuras de poder salen a la luz, permitiéndonos ver el verdadero funcionamiento de las cosas. Los que pretenden dominar tiemblan ante esas situaciones que desnudan la realidad tal como es. En otros momentos esa misma tensión permanece oculta ante la vista de las mayorías. El ejército de seres anónimos que comprende una sociedad en general transita sus vidas en el silencio del anonimato, muchas veces llevando a cuestas pesadas mochilas. Durante el siglo XX una serie de instituciones como la escuela, el manicomio o la fábrica cumplían el rol de incorporar, controlar y someter a los sujetos al orden social y de evitar los estallidos en donde el status imperante cruje. Amparados en ese orden disciplinario y represivo los manicomios se tomaron una serie de atribuciones sobre los cuerpos de las personas que padecían trastornos vinculados a la salud mental. Dejar Romero de Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian ponen el foco en esta cuestión en particular analizando el proceso de desmanicomializacion del hospital neuropsiquiátrico Alejandro Korn, más conocido como Melchor Romero. En los últimos años el llamado movimiento de desmanicomialización puso en jaque esas estructuras que, escudadas en un saber científico y médico, funcionaban como brazo represivo del estado violentando los cuerpos de los sujetos padecientes. Dejar Romero narra esa anónima historia de la ignominia.
En la película se expone, gracias a la recuperación de cartas de pacientes, las torturas y humillaciones que sufrían los internos de la institución. Dejar Romero también da cuenta del estado de precariedad en que transitan su vida los pacientes externados ante el abandono de un estado que sobrecarga en los profesionales de la salud mental la supervivencia de las personas que ya por fuera del orden institucional tienen que rehacer su vida. Esa libertad imponente, y que por momentos pareciera difícil de poder sobrellevar, puede construirse gracias al trabajo de esos profesionales que sostienen con amorosidad el tránsito del encierro a la libertad en personas que muchas veces llevan consigo el peso de la represión y el encierro durante mucho tiempo en sus vidas.
Entendemos que muchas veces, como sociedad, prejuzgamos a las minorías y a las personas que, por no encajar de forma convencional en situaciones de la vida cotidiana, terminan sufriendo diversas formas de hostigamiento y, por parte del estado, son dejadas de lado con intención abandónica. A lo largo del documental podemos observar y profundizar en la cruda realidad de muchas de estas personas, que, a pesar de todo, sienten y anhelan, al igual que cualquiera, un hogar cálido en compañía de seres queridos. El arte se convierte en algo fundamental para ellos cuando se trata de realizar actividades donde se les pide expresarse emocionalmente. Algunos dibujan, otros cantan y unos pocos bailan. Pero siempre hay algo en común: necesitan estar comunicados, coexistiendo con los amigos y relacionándose. Al igual que nosotros, buscan el sentido de pertenencia y la idea de formar un hogar en el que puedan vivir y ejercer sus derechos como ciudadanos. La importancia de la asistencia es fundamental para algunos de los externados.
Un expaciente intenta subir unas escaleras sin barandas ante la atenta mirada de los profesionales que observan si existe la posibilidad de que él pueda repetir la acción nuevamente cuando esté solo, sin riesgo de caer al vacío.
Sin esa presencia, que contiene y abraza la libertad obtenida, sería imposible de consolidarse para las personas que necesitan un apoyo. Estos profesionales son los mismos que cobran sueldos miserables y son hostigados permanentemente en redes sociales y medios de comunicación solo por esgrimir un pensamiento crítico ante las carencias evidentes que muestran las políticas estatales de los últimos años. Giles Deleuze, en un texto fundacional de la filosofía contemporánea llamado "Posdata sobre las sociedades de control" explicaba el pasaje de un tipo de sociedad disciplinaria en donde las instituciones, como la escuela y el manicomio, regían la vida de las personas hacia un nuevo modelo de sociedad llamada de control en donde los sujetos son abandonados por esas instituciones y estas son controladas al aire libre. El problema del sujeto emancipado no es tal cuando este logra incorporarse a las demandas de la sociedad. Esa es la encrucijada que da cuenta Dejar Romero, una película que no nos dice cómo se resuelven los problemas de la sociedad en la que vivimos, pero que le da voz y rostro a esos seres anónimos que hacen lo que pueden con su vida, por fuera de los mecanismos represivos de un estado que, al distinto, a lo largo de la historia, solo buscó exterminarlo. Ante ese orden atroz, la posibilidad de un mañana liberado deja de ser una utopía para transformarse en la posibilidad de un nuevo inicio. Al fin y al cabo, todos nos merecemos tener la posibilidad de volver a empezar.
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DEJAR ROMERO
Documental, Argentina, 2024. 77'
Dirección: Alejandro Fernández Moujan y Hernán Khourian
MALBA
Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415
Domingos 18 h