La danza y sus batallas
Sección Danza - Revista Llegás
Danza - Notas

La danza y sus batallas

12 de agosto de 2024

Juan Onofri Barbato es director, coreógrafo, docente y gestor cultural. Disciplinas que motorizan cada creación autogestiva de quien también fuera fundador de KM29, aquel grupo que creaba piezas de danza contemporánea entre artistas de formación heterogénea y ámbitos sociales y culturales dispares.

Desde 2017 dirige junto con su compañera Elisa Carricajo la sala Planta Investigación & Creación Transversal, espacio en el que volvió a poner el cuerpo en escena con Vendo humo, obra codirigida con Carricajo en la que predominaba el cruce de lenguajes y donde descubrió que había llegado a lugares insospechados, a tocar un borde que hoy lo encuentra con la corporalidad en su mejor estado. “Volví a bailar”, enfatiza en diálogo con Llegás y lleno de una vitalidad que se derrama hacia su nuevo proyecto, más coreográfico y físico que Vendo humo: “estoy en proceso, con preguntas muy coreográficas y de investigación corporal, bailando solo bastante y considerando la danza en mi cuerpo más que nunca en mi vida”, afirma.

Su entusiasmo se contagia en un contexto bastante hostil y complejo para producir danza contemporánea debido a las precarias condiciones de producción, sin pensar siquiera que sea rentable, como refiere Onofri: “estoy por cumplir 41 y sé cómo producirme, pero no sé cómo hace alguien que está iniciando para hacer su primera obra; si no tenés sala ni contactos, es imposible, muy desalentador”, señala el director que agrega “yo puedo establecer acuerdos con personas que trabajen en mi equipo o armar otro tipo de esquema de trabajo, pero poner alguien en la escena a que ponga su cuerpo a la intensidad que a mí me interesa y decirle que no le voy a pagar o que le pagaré poquísimo no, para eso pongo mi cuerpo”.

A pesar de este panorama desalentador, el coreógrafo se refiere con esperanza a las próximas elecciones de la Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza, una lucha que también acompañó en distintos momentos en primeras filas, pero que tuvo que dejar para dedicarse a la sala. “Valoro muchísimo a las compañeras que vienen trabajando intensamente hace muchos años. Me parece súper importante en este momento que hay un nivel de vaciamiento terrible, poner la energía en un gremio cuando lo que no hay es trabajo”, expresa mientras señala la valentía y el carácter anticapitalista del acto: “es como ponerse una sala de teatro en vez de una distribuidora o un garaje, o vender el espacio, comprar dos deptos y armar un Airbnb; cada uno elige sus batallas, si lo lees con las leyes del capitalismo no tiene ningún sentido”, sentencia el director.

Una de sus batallas, quizás podríamos decir la única ganada en este contexto, es sentirse cómodo y “encontrado” con su danza en este nuevo proyecto. Algo que no disfrutaba pese a haber realizado la carrera de formación del Taller del Teatro San Martín y haber bailado solo en escena. “Me terminé de permitir ser un bailarín, que siempre estuvo retenido, problematizado, en tensión para mí; creo que tenía una forma de percibirme en escena que no habilitaba el placer”, dice refiriéndose al presente. “La sensación que tengo ahora es totalmente novedosa, de darme una libertad que no tenía”, agrega luego de 20 años de recorrido, agradecido de lo que tiene en su cuerpo para investigar: “un cuerpo que está bien para moverse, es el motor principal de mi prueba coreográfica”, reconoce el director e intérprete de este nuevo proyecto aún sin nombre que está pensando para espacios abiertos como una terraza, o públicos como un parque.

Uno de los procedimientos del proyecto tiene que ver con algo que él llama “de sustracción sonora”, que describe así: “yo escucho música en unos auriculares muy chiquititos tipo intraurales que no se ven, bailo un guion sonoro mío que el público no escucha, hago una traducción sobre lo que voy escuchando mientras afuera hay unos micrófonos que toman el sonido de mi cuerpo, de los pies en el piso, agitaciones, respiraciones, fricciones, pasos; hay un proceso sobre la captura real que toman los micrófonos, y dos líneas: un sonido directo y otro intervenido, esa es la experiencia musical del trabajo”, adelanta y sugiere la posibilidad de mostrar parte del proceso en las carpas de circo abandonadas y enrejadas de lo que fue Polo circo: “es bastante linda la imagen para este momento, me parece que lo voy a hacer ahí para tener un registro, es cerca de Planta y podría hacerlo en el marco de Llegás”.

Onofri se resiste a vincularse con alguna institución en este contexto precario porque entiende que es imposible armar un vínculo serio, por eso sostiene que prefiere hacerlo gratis en una plaza. “Me gusta algo de lo radical punk de hacerlo así, mando un link de Google map y nos vemos a las 4 de la tarde”, comenta desde su mirada de activista escénico.

Planta formará parte del Festival Llegás que este 2024 está cumpliendo 20 años de existencia. Según anuncia Onofri “participa la sala con funciones de dos obras y estamos viendo si logramos organizar una feria de editoriales artesanales que me pareció un hermosa idea que nos trajo la revista Llegás”.

Aunque el estado fascista ataque al arte por su posibilidad de libertad crítica, de cuestionamiento de lo establecido y de disputa simbólica y territorial, no se agotan las batallas.

FOTO: Sebastián Arpesella

Dulcinea Segura Autor
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