La máscara Foucault hace un repaso de la vida intelectual y privada del pensador francés. Su autor Tomás Abraham toma prestadas herramientas epistémicas para hacer una lectura de las producciones políticas locales. La biopolítica en la Argentina.
Paul Preciado disecciona al género biográfico de dos formas: una como exterior a la vida, que pretende utilizar la escritura como instrumento de representación para producir un esquema detallado del tiempo y de la acción. La segunda forma la entiende como una tecnología de la subjetividad, como una práctica performativa de producción de vida. Tomando el lenguaje médico como metáfora dirá que la primera se entiende como Anatomía Patológica (enfrentándose al objeto muerto o como si lo estuviera), mientras que la segunda se piensa a sí misma como una Fisiología: texto y cuerpo funcionan siempre como órganos vitales. Cuando describe la primera se refiere al libro Derrida de Benoits Peeters; la segunda es una biografía de Michel Foucault, o mejor dicho de su departamento en el 295 de la rue de Vaugirard escrita por Mathieu Lindon bajo el título Lo que quiere decir amar. También Tomás Abraham en La máscara Foucault se refiere a esta locación como punto de cruce de lo público y lo privado, de lo académico y lo amoroso. “¿Las biografías completan los sistemas de pensamiento?”, pregunta Abraham quien en la obertura del capítulo más intimista del libro retrata los afectos, las visitas de alumnos, amantes, las formas monacales de su trabajo intelectual y sus viajes a San Francisco donde el look Lether de Foucault no desentonaba. Era una marica dura más. ¿Hay relación entre vida y obra? ¿Hay vida o hay solo discurso? Es la cuestión resistente. “No hay reflejos entre las prácticas eróticas y la producción discursiva. Ni lo hay entre la gastronómica y el trabajo intelectual. No hay tobogán epistémico. Respecto del deber, no lo hay, no se trata de deudas. Pero es lógico que si un escritor escribe sobre los efectos de la mescalina, sepa de qué se trata. Hay comentaristas que ni siquiera están a la altura de los panelistas que chusmean sobre la farándula que asocian el análisis de Foucault sobre el poder con sus placeres masoquistas. Como si las tesis de Max Weber sobre la burocracia fueran la expresión de su colección de lapiceras y el orden obsesivo de su escritorio. La filosofía de Foucault es una tarea bastante más creativa.”, responde Abraham separando claramente los dos elementos en pugna.
Es conocida la reverencia del Filósofo argentino nacido en Rumania sobre su maestro: el recuerdo de su voz metálica en los claustros Parisinos de su formación, su rigurosidad y su honestidad intelectual. Sin embargo en el capítulo 7 donde se narra una anécdota donde el autor de Las palabras y Las cosas se arrebata frente a representantes de la antipsiquitría ( David Cooper) aludiendo que “que no había diferencia entre una violación y un puñetazo en la cara” o que en caso de abuso infantil no había que perder de vista “la seducción de los niños”, Tomás Abraham marca un límite personal. ¿Cuál son las fronteras ante un pensamiento tan libertario? “El límite – como lo dice el mismo Foucault – es lo abominable, sólo que lo abominable no es lo mismo para todos. En esa conversación entre adultos irresponsables y un poco tontos, se ignora que el niño o niña no acaba y el grande sí. No es una relación ni pareja ni consentida. Respecto del golpe de puño la violación, estimo que las consecuencias en la víctima están lejos de ser las mismas”. A veces los intelectuales derrapan en su afán por extender lo posible. Son los riesgos que hay que correr.
Hacer vivir y dejar morir: Biopolítica en la Argentina.
Durante el Kirchnerismo, junto con Juan José Sebrelli, Beatriz Sarlo y Santiago Kovadloff, entre otros, Tomás Abraham era una voz intelectual requerida por medios opositores para analizar las prácticas del poder. Un poder que le resultaba sospechoso y frívolo en temas sensibles (por ejemplo el vínculo del anterior gobierno con los derechos humanos. “Esta gente jugó con los bienes civilizatorios”). Abraham apoyó abiertamente a Hermes Binner, y en sus anteriores libros, entre ellos Historias de la Argentina deseada y La lechuza y el Caracol, trata de describir la maldición política/histórica de nuestro país. Pensar la política es parte central de su trabajo. En La máscara Foucault desde una hermenéutica biopolítica se analizan tres productos sociales con manufactura argentina: el gaucho – como construcción literaria-, el inmigrante – como individuo clave del slogan “gobernar es poblar” de Alberdi, y Milagros Sala – como interfase del Poder populista y una comunidad aborigen violenta y degradada. Este concepto hit de Foucault (Biopolítica) se describe por primera vez en La Voluntad de Saber, primer tomo de Historia de la sexualidad como: “… centrado en el cuerpo-especie (…) que sirve como soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlas variar, todos estos problemas los toma a su cargo una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la población”. Junto al concepto de anatomopolítica (el cuerpo como máquina) se dará inicio a la era del Bio-poder.
¿Cómo puede leerse la Argentina desde las regulaciones Biopolíticas?
– La biopolítica tiene que ver con la política cuyo sujeto son las poblaciones en cuanto masas de individuos que comen, se enferman, se alojan, migran, se educan, y mueren. Nuestro país fue un laboratorio biopolítico extraordinario por el que en cuatro décadas casi quintuplicó su población. Por supuesto que fue caótico, produjo una ingente crisis de crecimiento. Lo mismo ocurrió en los países europeos con la urbanización acelerada durante la revolución industrial. Creo que hoy en día, el nuevo dato de la vida de nuestras poblaciones tiene que ver con un estado de crisis ya no de crecimiento sino de deterioro y decadencia. Las estadísticas lo confirman. Revertir esa curva es la tarea de las futuras generaciones.
Volviendo a las clasificaciones de Preciado podría decirse que La máscara Foucault es una biografía cercana a la Fisiología, pero no solo del “autor” francés si no de nuestra propia Historia, de nuestras costumbres, nuestras Ideas y nuestros textos culturales. Historia, costumbres, Ideas y cultura: todas Tecnologías de producción de subjetividad que merecen por lo menos ser revisadas y puestas a punto nuevamente para desacelerar el deterioro y la decadencia.