LA.POCA.ELIPSIS
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LA.POCA.ELIPSIS

por Lucas Oliveira.

29 de julio de 2024

Las condiciones de producción actuales obligan a pensar nuevas estrategias de sostenibilidad. El mantra de los vendedores de cualquier rubro, entre lágrimas y puteadas, sigue siendo el mismo desde principio de año: se rompió la cadena de pagos. Esto quiere decir, sencilla y apocalípticamente, la debacle, la incertidumbre, las agachadas por doquier para conseguir un espacio pero hasta para colarse en la verdulería que vende a precio de pandemia o ninguneadas que solo se explican por el profundo estrés en el que se encuentran casi todos los actores sociales. Es un contexto en el que resulta ridículo ofrecer contenidos culturales por un precio justo. En más de una oportunidad quedó demostrado que la justicia no pasa de poética y, así las cosas, no le sirven a nadie para sostener un proyecto a largo plazo.

¿Las condiciones no pueden ser peores? Las condiciones no pueden ser peores. Pero hace unos años, cuando las condiciones estaban igual de peores, apenas pasado el terremoto social y político del 2001 también tuvimos que tomar decisiones totalmente caprichosas y en función de una exclusiva sobrevivencia. Los juegos del hambre son un poroto en el ambiente cultural cuando prima el instinto de supervivencia y, concedo que suena un poco masoquista, en el límite, en la falta, en la escacez, al menos en aquellos años, aparecieron un montón de proyectos que no tenían absolutamente nada que envidiarle a los más optimistas sobrevivientes de los peores traumas de la humanidad.

Es un momento de valientes. Donde la queja es una pérdida de tiempo que, incluso, en contexto de absoluta desintegración social, piantavotos. Quejarse ahuyenta más que las tapas de los libros españoles.

Ya no podés pagar ni la conexión a internet. Hay que salir a la calle, caminar y caminar porque no tenés ni para el colectivo, cruzarte con otros caminantes que por pudor andan con bolsas de compras como si ese clima apocalíptico de pandemia volviera a estar vigente. Al caminar encontrás a las personas en los techos que te saludan con un dedo en la sien para garantizar que te custodian los pasos, una forma de agradecer que estás ahí, dándolo todo, en busca de tu nuevo destino. Es hora de emprender en conjunto, levantar la voz y cajonear las maniqueas pretensiones de antaño para proponer una revuelta cultural, impropia a los ojos del stablishment.

Las editoriales artesanales hace años que están en ese camino y van a seguirlo mucho tiempo más. En este contexto van a triunfar sus discursos por sobre la maquinaria marquetinera de ricos y delicados que van a exponer sus fragilidades con orgullo a la espera de lamidas de un público que consideran esclavo. Cada día se oye más fuerte el rugido de los colectivos, las manadas que no tienen nada para perder. Y ahí, en ese proceso de intercambio y duelos estéticos es que vamos a ver prevalecer una verdad precisa: no hay crisis que pueda derrotar el talento, el atrevimiento, la desfachatez. Hoy, ahora y para siempre, ese para siempre que se dibuja en las eras sin futuro, se van a ver los movimientos más atrevidos de artistas que están escribiendo la historia una vez más. En esta sección vamos a festejar a esos artistas.


PREGUNTA A EDITORE INVITADE: JUAN PABLO COZZI


Foto: Federico Mercado

¿Por qué creés que al mercado editorial industrial (en el que están incluidos periodistas, medios de distintos orígenes y diferentes públicos y algunos autores y editores) le resulta tan difícil poner de relieve el aspecto político, de contenido, que tienen las editoriales artesanales y prefieren destacar más el aspecto estético, de forma?

Sinceramente, creo que para las grandes corporaciones editoriales las artesanales no existimos porque no tenemos (ni tendremos nunca) escala para competir en su mercado. Y es bastante probable que desde esa perspectiva se vaya delineando la mirada hegemónica sobre el fenómeno (o el movimiento, quizás) de las editoriales artesanales. Tengo la sospecha de que la construcción de hegemonía se da, en esta etapa de concentración, siempre de arriba hacia abajo, y que los medios gráficos o digitales que buscan posicionarse dentro del radio del mercado masivo son permeables a esa mirada hegemónica.

En buena hora, la búsqueda de las editoriales artesanales no tiene nada que ver con el mercado masivo (y eso también es un contenido político, una especie de currículum oculto de la autogestión en general y de la artesanalidad en especial). En este sentido, tal vez sí exista una percepción hermanada en las pequeñas editoriales independientes que, aunque utilicen medios industriales de producción, se sostienen en la autogestión y en un criterio emancipado del mandato corporativo.

Me gusta pensar que la proliferación de las artesanales responde a una lógica bien diferente. Por momentos emerge esporádica, como los hongos, por esporas, se diversifica y se manifiesta en simultáneo; y por momentos se conecta subterránea como la gramilla, se desarrolla rizomática y múltiple, interconectada y reticular. En cualquier caso, como no obedece a una lógica arbórea o radial, no puede ser pensada en términos de hegemonía, concentración ni competencia, que son el lenguaje de la industria neoliberal.

Volviendo a la pregunta, no creo que haya una resistencia deliberada por parte de los portavoces del mercado industrial a ningunear el contenido político de las editoriales artesanales, sino más bien una incomprensión: no pueden hablar de lo que no entienden. No es posible nombrar algo para lo que no hay palabras en tu lenguaje. Por eso se animan a hablar del contenido material y estético, y el emergente se convierte en un fenómeno de las artes visuales y no de los modos de producción.

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