Una columna vertebrartesanal
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Letras - Notas

Una columna vertebrartesanal

por Maige Lozza Y Julieta Benedetto

6 de agosto de 2024

Para hacer cosas que queremos resolver seguimos recetas. Las anotamos en alguna libreta o papelito, o le preguntamos a familiares amigxs, vecinxs o buscamos en internet. Precisamos recetas, nos da calma saber que alguien ya hizo lo que queremos hacer y que nos cuente cómo es, cuáles fueron las dificultades o desafíos con los que se encontraron, qué vueltas le pudieron dar, qué descubrieron en el proceso, porque la receta es eso, una guía.

Y esto ¿cómo se vincula con hacer libros artesanales? Bueno, quienes los hacemos seguimos algo parecido a una receta, sumando mucho condimento oral, ese que se degusta al compartir, comentar, intercambiar. Así como se transmitían las recetas de antes. Hechas a base de práctica y búsqueda, de contemplación, de anotaciones, de momentos de prueba y error, prueba y acierto, y así, entendiendo que no siempre tenemos los mismos ingredientes y que cada cosa lleva su tiempo, ¿puede que sea una idea romantizada? Puede. ¿Puede que estos tiempos acelerados no permitan darnos esos espacios? Puede. 

Para hacer libros la receta es la misma desde hace siglos: textos y dibujos, hojas, tinta, hilo, pegamento y no mucho más. Bueno, sí, el tiempo, las ganas y un poco de locura. 

Porque sí, somos loquillas por los libros. Eso es lo que somos las personas que llevamos adelante editoriales artesanales, ¿qué dudas caben? Observemos: hacemos cosas que hace décadas pueden resolverse de forma automática, lo que toma una hora en imprenta son días de trabajo en el taller. ¿Por qué lo hacemos así? Porque para nosotras los libros hechos a mano tienen otro sabor, otro disfrute al paladar lector, igual que la comida casera. Y sabemos que las recetas sirven para empezar, pero si queremos lograr algo más exquisito tendremos que aventurarnos a explorar los detalles y dedicarnos a jugar sin miedo a equivocarnos. Aceptar la falla como parte del trabajo, la búsqueda y el camino porque los errores muchas veces son descubrimientos sorprendentes si le damos espacio. Y así, cada libro se convierte en un artefacto único, impensado y construido desde el encanto.

Lo bueno es que tanto en la cocina de los libros como en la de los alimentos, es para nutrir el cuerpo y el alma, más allá del grado de especialización, que va desde lo más básico y rudimentario a lo más sofisticado.

Quienes seguimos este camino descubrimos la libertad de hacer cosas de forma autónoma, en nuestras casas, con los materiales que disponemos. No se requiere gran inversión para hacer libros de esta manera, porque podemos hacer solo un ejemplar, con cartones reciclados, reutilizando hojas, escribiendo a mano. Lo que se necesita es inventiva, tiempo y deseo de probar, experimentar y construir objetos donde alojar y compartir palabras e imágenes con lectores contemporáneos y, quién sabe, lectores por venir. 

Creemos que en esta época de neofeudalismo las artes-sanas serán nuestro refugio y nuestra posibilidad, por eso alentamos a compartir con niñas/os y jóvenes estos saberes del hacer, a transmitir los oficios y sus secretos, los usos y funciones de las herramientas. En la moda de la Inteligencia Artificial, trabajamos la Inteligencia Artesanal; manos que piensan, siguen presentes y son necesarias más que nunca porque conjugan el cuerpo, la mente y el espíritu para crear el mundo y hacer material la virtualidad de ideas y pensamientos. Vamos contracorriente porque sabemos que en los orígenes podremos encontrar alimento para volver a nacer, una y otra vez.

PREGUNTA A EDITORE INVITADE: LAURA QUESADA

INDUSTRIA MÍNIMA ES UN PROYECTO EDITORIAL QUE FLUYE CON UNA POTENCIA ABRUMADORA ENTRE DISEÑO Y POESÍA. ¿EN QUÉ SENTIDO CREÉS QUE ESA FLUIDEZ FAVORECE AL ASPECTO COMERCIAL DE UNA EDITORIAL ARTESANAL, EN GENERAL Y A INDUSTRIA MÍNIMA, EN PARTICULAR? ¿HAS ENCONTRADO LÍMITES INFRANQUEABLES? 

INDUSTRIA MÍNIMA nace del interés por pensar libros posibles desde una perspectiva experimental y vinculada a prácticas artísticas propias, entre las artes visuales y la literatura. En este proyecto el diseño solo es una herramienta que permite que los libros (hechos a mano uno a uno) tengan la funcionalidad necesaria, no es un fin en sí mismo. Subrayo esta diferencia, que muchas veces genera confusión, ya que el diseño está pensado para dar soluciones y el arte lo que mejor sabe dar son problemas: problema entendido como generador de preguntas y suponiendo que el arte impulsa a la reflexión. Hay una voluntad, desde lo editorial, de generar nuevas lecturas/preguntas, poniendo en diálogo textos de autoras de principios de siglo XX con cuestiones bien contemporáneas, en publicaciones cuya materialidad sume capas de sentido y no sea solo un formato bonito. Tal vez estos procedimientos puedan interpelar a determinadxs lectorxs o fetichistas del libro y entonces se producen intercambios muy nutritivos, sobre todo en el ámbito de las ferias editoriales. 

No pienso en un/a lector/a ni en un plan a seguir, solo tengo en cuenta la coherencia del catálogo de una manera intuitiva. Es un modo de hacer que tomo de la pintura y creo que funciona bien en el campo de la edición experimental. 

Si esto favorece el aspecto comercial no lo sé, porque “lo comercial” es un misterio para mí. En este caso particular, solo es determinante en la medida que permita seguir sosteniendo el proyecto. 

Respecto de si encuentro límites infranqueables en la tarea, debo decir que me interesa trabajar desde la restricción, hacer más con menos; hay límites autoimpuestos, como la decisión de publicar textos poco conocidos y cortos; el uso de formas simples y colores planos en las portadas y, fundamental, que nada se torne demasiado serio. Es la lógica de una industria de lo mínimo y parte de una decisión ética y estética, en definitiva, política. Pensar en libros con papeles caros o modos de producción que no están al alcance de mi realidad mataría el proyecto. 

Y la verdad es que los límites externos siempre están en alguna parte, no solo en lo económico, por lo que no queda otra que actuar en consecuencia: sin resignación, pero con inteligencia. Y en ese sentido, la escena actual de la edición artesanal es el mejor ejemplo.

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LAURA QUESADA / @INDUSTRIA.MÍNIMA
Es editora del proyecto editorial industria mínima. Es pintora –da clases de pintura y clínicas de acompañamiento a artistas visuales– guionista y poeta (publicó El hielo en las manos, Santos Locos 2022 y Apología 3, Letras del Sur 2016).
 

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