Hace unos cuantos años ofrecía talleres de encuadernación gratuitos. Estaban orientados a personas que tuvieran ganas de aprender el oficio para luego aplicarlo a la edición de libros de una editorial que también debían tener en mente fundar: era la única condición.
Cada una de las personas que aprendieron a encuadernar sabía qué debía publicar luego. En cada una de las clases la noción de éxito estaba definida por una serie de elementos que se moldeaban encuentro tras encuentro y, sin ningún apuro, cada editorial fundada construyó un catálogo con una brújula tan precisa como visible.
Resultó abrumador descubrir que los proyectos apenas si necesitaban un empujoncito para desplegar toda una serie de artefactos moldeados con la ternura de la convicción y la firmeza de la devoción por esa entidad inconmensurable llamada lector. Si bien cada proyecto gozaba de una gran cantidad de seguidores, cada día que pasaba se hacían firmes las convicciones de quien estaba a cargo de la editorial y eso atraía cada día a personas nuevas en su "perfil" de búsqueda.
Descubrimos, y confirmo cada semana, que las editoriales artesanales no tienen un perfil de lectora precisa. Cada persona que "consume" libros de editoriales artesanales tiene una participación completa en el ámbito de la búsqueda de expresiones artísticas de todo tipo; no hay un tipo de lectora, hay miles de tipos.
En cada proyecto artesanal se pueden encontrar hilos que conducen al corazón de la editora / encuadernadora. Y estos hilos muchas veces son pequeños filamentos que vibran con la tensión precisa de las experiencias literarias que generaron la necesidad de tener una editorial propia. No alcanzarán los ceros y unos para exhibir todas las propuestas que se ven a diario en el mundo real de la literatura hogareña, la micropyme literaria o el emprendimiento artesanal (como suelen generalizar los nomencladores de eventos que los financian a través de subsidios).
Estas escrituras "publicadas a mano" tienen una fuerza que convocan todo tipo de sensibilidades. No importa de qué lugar vengas, tenés una editorial artesanal que está trabajando para que matchees con sus ideas y autoras. Existen propuestas en formatos convencionales y formatos inauditos, tiradas cortas o cortísimas. Siempre ejemplares únicos, la alma mater que sustenta con fuerza astronómica la perdurabilidad de estos proyectos artísticos.
En el contexto actual de comunidades cibernéticas profundamente fieles a editoriales tradicionales, las artesanales vienen a demostrar que esa fidelidad es una ilusión; lectoras y lectores no tienen reparo en abroquelarse sobre un libro o una autora en particular para, acto seguido, desaparecer en el multitudinario mercado editorial que produce tanto atractivo. La fidelidad siempre fue un ancla y las lectoras no solo siempre lo supieron: al fin pueden practicar esta maravillosa gestualidad promiscua de bancar a muerte una editorial un día y al otro estar llenando auditorios de libros producidos por multinacionales.
Es una aventura, dicen los más consevadores. Es inevitable, decimos quienes trabajamos día a día, hilo a hilo, por cada uno de estos objetos preciosos que llevan sangre, sudor y lágrimas de alegría de los artesanos de la palabra. Es hora de levantar la voz y explicar, desde cada punto cardinal, lo mucho que se apoya y se financian proyectos artesanales sin tener pudor de reconocer que los best sellers de las empresas más grandes del país también nos llenan las bibliotecas con ideas y virtudes.
Eso sí, no olvidemos que lo más atractivo de todo ese movimiento artístico radica en la exhuberante singularidad de las propuestas. Y que cada libro no solo es único sino también irrepetible. Quizás de esa manera se pueda entusiasmar a cada una de las personas que alguna vez siquiera pensó una letra con intención de transmitir un sentimiento.
Foto: Amauta & Yaguar / “Nuestra raza, órgano de la colectividad de color. Archivo poético 1933-1935”
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Al fin un tour de force. Al fin un trabajo serio. Al fin una escritura que lame sobre el filo del límite y lo corre en un viaje trepidante. Al fin sentir la euforia de la escritura en la punta de los dedos al agarrar un libro.
Trabajado a lo largo de más de diez años, esta nueva novela de Federico Levín, de más de 400 páginas, es uno de los libros más intensos que vas a leer en años. La fuerza bruta de cada uno de los recursos literarios usados en el texto que acabamos de publicar no solo te deja sin aliento, también te va a movilizar esa escritura tan tuya que necesitaba un cimbronazo para ir más allá y mostrar tu capacidad de construir obra.
Nadie es inmune a esta novela.
No fue nada fácil respaldar este libro con detalles de encuadernación, pero es un orgullo poder mostrar el trabajo que acompaña esta obra inclasificable y explosiva.
¿Qué es la identidad? ¿Qué son los gritos en el atardecer de nuestra existencia? ¿En cuántos rincones de nuestras locaciones preferidas habita la locura? ¿Qué significa decir SOY, SERÁN, SEREMOS? ¿Quién te publica un libro de 400 páginas? ¿Qué pretendemos de lectoras y lectores cuando se ofrece una obra que te va a llevar meses leerla? ¿Por qué no hacen lo que todos? ¿Qué están haciendo?
Esta novela no es para cualquiera, lo sabemos. Esta novela es el gesto de esta pequeña editorial para buscar lectoras y lectores comprometidos con el arte que se produce a través de la literatura. Esta novela no llega a cada uno de ustedes en el mejor momento, lo sabemos. Pero ¿cuándo fue fácil defender una obra maestra en el preciso momento de su nacimiento?