Él le saca jugo a la fruta, recostado sobre el pasto bajo el sol abrasador. Ve pasar las vacas sin nombre y los caballos con nombre. Ella no ve, pero escucha el arrullo del río, el canto lastimoso del chajá y la voz de él que le habla del campo que se pierde en el horizonte. Ella también contará después, mucho después, sobre ese tiempo de amor rural.
Esta fábula de verano del premiado dramaturgo y director Luis Cano participó del FIBA y, con una apuesta al trabajo sutil, poco pretencioso y de gran sensibilidad, logró cautivar. Cuenta la historia de Claudia y Alejandro. Amor de verano. Hay decisiones en el aire que pueden cambiar la vida. Hace calor en el campo, ella lleva vendas en los ojos por una enfermedad y se está enamorando; él quiere ser vendedor de kerosene algún día.
Con el lirismo en primer plano, el texto discurre manso y sinuoso, dejándose perder con belleza para retomar. Retrata esa nostalgia anticipatoria de los flechazos intensos, de las promesas que eran para siempre pero cambian con la distancia o la estación.
El contraste entre lo urbano y lo rural funciona como tensor. La posibilidad de dejar el pueblo, de ensanchar los confines del mundo, ganarle al miedo y ser explorador. Cano eligió como protagonistas a dos actores de gran expresividad: Laura López Moyano y Marcelo Minnino. Cada uno aporta su tono en una mezcla balanceada. Mientras él entrega la placidez campestre, ella trae cierta aspereza más urbana que atenúa el lirismo.
El título de la obra está inspirado en un pájaro. El nombre del Chajá significa “escapa”. Viven en pareja toda su vida y, según dicen algunos, con su grito de alerta que corta el aire uno llora hasta morir cuando el otro ya no está.
Dramaturgia y Dirección: Luis Cano. Actúan: Laura López Moyano y Marcelo Minnino.