¿Cuál es el límite de la cordura? ¿Y el de la dominación? ¿Cuán invisibles son las relaciones de poder que unen a cada persona con las instituciones y entre sí? ¿Hasta dónde es útil (y hasta dónde perverso) comprender los mínimos resquicios del funcionamiento del sistema? ¿Cómo dejar de reproducir la opresión de unos sobre otros? ¿Es posible des-alienarnos?
Éstas y muchas otras preguntas son las que recorren la mente del espectador durante la (¿última?) clase de Claudia Pérez Espinosa, una profesora universitaria, doctora en Sociología por la UBA que ha dedicado su vida a “la Academia”. Esa entelequia, de la que como platea formamos parte, representa el fantasma que recorre su mente y más allá de estudiantes, intelectuales o colegas funciona como un micromundo que da cuenta del comportamiento estigmatizante de toda la sociedad. Señalar y excluir tranquiliza, y aunque haya supuestas posibilidades de redención, la sentencia es firme. Loco se es, o no se es.
La puesta naturalista sólo se corre de su registro hacia el final para resolver el conflicto dramatúrgico a través de un recurso evasivo que ofrece, lejos de la sutileza que recorrió toda la obra, definiciones. Allí es cuando logra ¿apaciguar? a los espectadores quienes hasta entonces estuvieron inquietos, expectantes, ansiosos por la compleja humanidad que Andrea Garrote, en la piel de Pérez Espinosa, les supo ofrecer. Por todo eso vale la pena Pundonor. Y el final, mejor olvidar.
Dramaturgia: Andrea Garrote. Dirección: Andrea Garrote y Rafael Spregelburd. Interpretación: Andrea Garrote. Espacio Callejón, Humahuaca 3759; sábados a las 20.30; $300 y $260.