Descifrando el ocio - Marina Glezer
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Lado B

Descifrando el ocio - Marina Glezer

14 de abril de 2021

Hoy llega a Lado B Marina Glezer, para contarnos de que forma encara su tiempo libre y como va construyendo su vida espiritual y emocionalmente en el tiempo ocioso.

El ocio, ¿cómo lo defino? El ocio: eso que te permite indagar por lugares desconocidos. Me interesa saber cómo lo define un diccionario. El ocio: “Actividad a la que se dedican como distracción los momentos de tiempo libre”. Ofrece sinónimos: descanso, inacción, inactividad. No coincido, el ocio es activo, aunque transcurre en una línea paralela al tiempo de las obligaciones porque nadie lo corre. El ocio va tranquilo, es manso pero siempre activo. Cómo no va a serlo, si el ocio es lo más puro, lo menos sujeto a objetivos rebuscados. Lo que sí descansa es la carga mental, la necesidad de cumplir. No pide requisitos el ocio, no cuenta con horarios. El ocio es hedonista, placentero por definición.

Cuando no tengo obligaciones intento conectar con otras dialécticas posibles, con otros idiomas que me enseñen algo distinto a lo que veo en la calle, en el celular, en el resto de la gente. La música es uno de esos idiomas, me permito conectar por un tiempo con la flauta traversa y que mi cuerpo se extienda, convertirme en una mujer-instrumento. Pero también puedo dejar de pensar en el cuerpo y tan sólo escuchar música, tan sólo hacer eso, ¡que es tanto! ¿Cuándo fue la última vez que le dedicaste tu tiempo a la música, que escuchaste con concentración un álbum?

Un tiempo ligero, libre ocioso, es uno que comienza cuando paso la mano por el lomo de los libros y elijo uno en el cual inmiscuirme. Puede ser una novela de Mariana Enríquez que me despierte emociones muy vivas y aún así tan ajenas a lo cotidiano. Otros días me gusta poner las manos a la obra, meter los dedos en la tierra y germinar, plantar, regar, transplantar. Ejercitar el olfato, el tacto y la vista para intentar comprender ese otro idioma vegetal. Ver crecer lo que comienza a la altura de los pies, sentirme muy grande, compleja, tal vez más compleja de lo necesario. Mi ocio también puede pasar por reciclar hasta que las cosas parezcan nuevas, por limar, esmaltar y volver a pintar la madera. Darle vida nueva a aquello que lo pedía, a aquello que se disfrutó tanto que precisaba renovarse para continuar.

El tiempo libre -aunque el tiempo como medida exacta de algo que transcurre nunca es libre- me permite organizar. Organizar todo lo que la mente se pregunta, tal vez no en la búsqueda de una respuesta pero sí permitiendo que ese flujo de preguntas no se obstaculice y pueda circular; es importante no dejar de preguntar(se).

Es verdad que el ocio no es exigente ni tiene horarios, pero eso no implica que llegue sólo porque sí. Hay que buscarlo, generarlo, nutrirlo. El ocio puede ser scrollear tres horas seguidas por la variada oferta de redes sociales o leer poesía 20 minutos, practicar una canción, tener una conversación con alguien que queremos, etc.

El Lado B, aquello que llevo a cabo tras bambalinas, construye la Marina que transita el otro lado, la que se encuentra con el mundo exterior, el orden, los mandatos, las expectativas ajenas; con los objetivos que nos ponemos para crecer en el trabajo, en los proyectos personales... El Lado B son los cimientos de la casa, las raíces del árbol que deseo ser. El ocio, para mí, es lo que alimenta el alma, lo que abre puertas y ventanas para estar en movimiento, armonizando el esfuerzo de la labor con el disfrute merecido.

 

Marina Glezer

Actriz, directora, dramaturga y conductora radial

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