¿Será esta época recordada como la que más nos ocupamos en pensar en el equilibrio de nuestro trabajo/obligación/responsabilidad con el tiempo ocioso? Invitamos a Cecilia Meijide a pensar e indagar sobre su tiempo libre, dejando en claro que la improvisación y lo fortuito hacen su trabajo, mientras tanto, hace un recorrido por su infancia y lo necesario que es de vez en cuando volver a esos lugares de juego porque si.

¿Qué hago en mi tiempo libre? no sé, no estoy segura de tenerlo.

Me proponen escribir para Lado B. Me explican de qué se trata esta sección: qué hacemos cuando no escribimos, no damos clases o no actuamos. Yo pienso: hago de todo y todo es  de una gran responsabilidad.

Hago un ejercicio a partir de esta consigna:  recordar mi infancia. Pasaba mucho tiempo sola en casa (hermanas más grandes con grupos de amigos en común u horarios parecidos: en la primaria doble escolaridad, en la secundaria las salidas nocturnas). Yo siempre desfasada. Yo, mucho tiempo sola en casa. No lo recuerdo como algo triste sino todo lo contrario: era un espacio de construcción total, de creación de mundos. También la posibilidad de hacer alguna travesura o confeccionar alguna carta con calcomanías para algún integrante de la familia. La infancia está plagada de tiempo libre.

En esos espacios yo construía cosas:  o casitas con legos o espacios en mi habitación que podían ser el living de una casa o un bosque donde corría protegiendo a mis peluches de una catástrofe natural o una cancha de paleta. En la casa de mi papá, donde también me sucedía lo mismo pero no tenía muchas cosas mías, leía las revistas Humor, había cientos de pilas por todos lados: siempre arrancaba por las historietas de mi papá, después seguía con otras tiras o secciones que me interesaban. Cuando adolescente, si no estaba con mi propio grupo de amigos y amigas (otro espacio de invención interminable), se me daba por coser, otro modo de la construcción: de retazos sueltos me hacía un pantalón, una camisa, una falda. No siempre quedaban bien, lo importante era lo que experimentaba al hacerlo.

Ese, pienso, es el verdadero tiempo libre. Busco en el presente y me pregunto ¿Tengo esos espacios de nula obligación?

Esos momentos de construcción/invención que se dan a partir del “no tener nada que hacer” no ocurren demasiado en la adultez, al menos en la mía.  Para mí el “tiempo libre” es la ausencia total de responsabilidad. O también: un tiempo que se da sin planificarlo donde lo que allí ocurre me sorprende, donde se da espontáneamente una invención.

La maternidad se lleva el tiempo libre.

Hago una lista de cosas que hago cuando no trabajo: ver películas, leer novelas, ver obras de teatro, pasear con mi hijo, hacer ejercicio físico.

Es difícil separar la lectura, las películas u obras de teatro que leo o veo, del trabajo.

Ir a la plaza o pasear con mi hijo es una responsabilidad, él lo necesita.

La actividad física es una exigencia. Si no la hago, me duele todo, me atrofio.

Mi hijo me lleva bastante a esas zonas “libres” porque él está en ese momento de la vida de invención constante. Pueden ser unas cosquillas, luchas espontáneas, un juego de roles donde me ofrece un guión que tengo que seguir a rajatabla o un juego de mesa.

El tiempo libre es espontaneidad. 

En dónde sí se me da la improvisación es en los encuentros. Si hay tiempo “sin deberes” me suelen dar ganas de ver a alguien que extraño. No me gusta que la vida cotidiana y las exigencias arrollen la continuidad de los vínculos, así que lo intento.  En ese encuentro construiremos algo nuevo, si no sucede, tendré que inventar algo.

¿Que hago en mi tiempo libre? No sé con exactitud, dejo que me sorprenda cada vez que ocurre.

Cecilia Meijide
Actriz, directora, dramaturga

Dirigiendo “Alicia confusión” de Juan Ignacio Fernández a estrenar en 2021 y “El amor es una mierda” con Vanesa Maja funciones intermitentes