Se hace camino al andar
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Lado B

Se hace camino al andar

16 de junio de 2021

Dolores Ocampo activa en su tiempo libre el placer por trasladarse por la ciudad en bici o caminando para olvidar, aunque sea por un rato, las obligaciones rutinarias.

 

Esos días, preferentemente soleados y primaverales, son ideales para dejarme llevar y caminar hasta que las piernas te avisan que ya es suficiente. Conocí barrios enteros, mi cabeza se perdió por calles que no había escuchado nombrar en mi vida. Sería muy egoísta de mi parte no decir que me acompaña un partener que tiene una gran memoria cartográfica y es por eso que me doy el lujo de no saber dónde estoy muchas veces. Caminando mi cabeza no está pensando en nada más que contemplar lo que me rodea, miro las casas, las calles (sobre todo el piso para no pisar nada desagradable), la variedad de árboles y los olores que salen de las casas. Y acá me detengo. Es muy complicado salir un domingo a media mañana y sentir el olor de tucos maravillosos, o asados a leña, o el olor adictivo de las panaderías un domingo. Mi consejo es desayunar bien y luego salir. Las horas no están estipuladas, el cuerpo me avisa que tengo que volver porque sabe que lo que caminé hasta ahí es lo mismo que tengo que caminar para regresar.

Pero quien me iba a decir que una pandemia mundial, no solo me iba a quitar la posibilidad de trabajar en teatro, sino que también me iba a restringir la cantidad de cuadras que podía caminar próximas a mi domicilio, caminar solo para hacer compras y ni siquiera tenía un perro para dar una vuelta. La sensación de un león enjaulado muchas veces la sentí, pero siempre fueron sensaciones que pude controlar. Sin embargo, esta realidad que nos tocó vivir, era real, no estaba en mi cabeza.

Para empezar con esta nueva etapa, tengo que contar que, sin razón aparente, hace un par de años me volví amante de los museos, algo que me resultaba ajeno a mi vida. Vaya a saber uno porque, se me dio por ver exposiciones de pinturas, me encantaban. No entendía de técnicas, solo contemplaba cuadros. Hasta ahí vamos bien. Bueno, esta pandemia en su etapa más cruda, también cerró los museos. Pero en mi cabeza sabía que en el fondo de un armario de mí casa, había una caja con pinturas y pinceles que me habían quedado de la facultad, y me anime a pintar. Empecé por mi hija y por mí juntas. Más allá del resultado, fue una experiencia tan placentera, otra vez mi cabeza no estaba en ningún lado, solo iba, era como un viaje. Entonces seguí pintando, pinté a mi pareja, luego a mi madre, luego a una amiga y a otra y a otra y la repercusión fue tan linda que hoy en día me piden cuadros de seres queridos, volviéndose una actividad que me encanta y que, de alguna manera, me rescató del encierro.

Sin embargo, un poco pintar se volvió trabajo, porque con cada cuadro, me enfrento a más desafíos, miro distintas técnicas y me animo a jugar con otros materiales. Es decir me estoy volviendo cada vez más exigente, entonces ese lugar de contemplación dejó de serlo para convertirse en un lugar de aprendizaje.

Por suerte ya para esa época podíamos volver a las caminatas. Sin embargo empecé a ver cada vez más bicicletas en la calle, y al no poder tomar colectivos me pareció un maravillosa forma de trasladarse, pero hacia aproximadamente veinte años que no subía a una bicicleta, fue un desafío volver a encontrarme arriba de una otra vez. Una amiga, que fue retratada, me presto su bici para que lo intente. En las primeras diez cuadras sentí que no habían pasado los años, pero claro, las cosas cambiaron. El mundo bici senda es tan nuevo que no conocía las reglas, ni la cercanía de las bicis que te cruzan, ni las zanjas en las intersecciones de las cuadras.

Entonces, cuando estaba por cruzar una calle, un taxi poco generoso cruzó a gran velocidad y me obligó a frenar de golpe. Mi pie fue a dar a una de esas zanjas provocando una caída en cámara lenta, pero lo suficientemente dolorosa, como para dejarme un gran moretón en la rodilla y un dolor de tres días en la cadera. Cuando todo indicaba que las caminatas volverían a ser parte de mi ocio, y la bicicleta prestada volvió a manos de su legítima dueña. Como por arte de magia, llegó a mis manos una bici de regalo, de alguien que también había retratado, una bici casi nueva, que no tenía uso porque estuvo estacionada mucho tiempo. Era tentador darle otra posibilidad y se la di.

Mi bici y yo ahora recorremos la ciudad, llegamos a conquistar barrios y parques que con las caminatas era más agotador llegar. Y quien sabe a dónde más me llevará, porque si algo entendí de estos tiempos, es que nunca sabré lo que vendrá, pero si estoy caminando o pedaleando la vida se vuelve más alegre.

 

Dolores Ocampo actriz y cantante

Revista Llegás Autor
+
ver más notas