Llegas interiores: Héctor Díaz
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

Llegas interiores: Héctor Díaz

5 de julio de 2021

Como un eco, lo que pasó hace un año y medio sigue haciendo sonar sus (des)armónicos en el pentagrama de nuestras vidas. Desde Llegás Interiores seguimos curiosos, con ganas de saber cómo los protagonistas de ese evento masivo (todxs, sin excepción) pasaron y siguen atravesando este momento que se está haciendo definitivamente largo. En esta quinta entrega compartimos las vivencias de Héctor Díaz -actor, director y autor teatral- que con inteligencia y profundidad nos comparte lo que fue y sigue siendo su mundo puertas adentro. 

Intentando sintetizar, ¿cómo te pegó lo que empezó en 2020?

Inevitable hablar de momentos escalonados: pura ficción, lenta toma de conciencia, desconsuelo, oscuridad, reflexión, esperanza. Una especie de vida agregada que nos pusieron.

Cuando comenzó la pandemia, ¿cuánto imaginaste que duraría?

Poco, muy poco. Dos semanas, un mes.

¿Qué cosas buenas -si alguna- le encontraste?

Me entrenó la paciencia; me obligó a observarme sin compasión; me ayudó a ver situaciones en crudo, sin el tamiz de la neurosis; me hizo volver a extrañar (gente, espacios, momentos). Pero también algo me encontró a mí: la llegada de mi hija.

¿Tuviste cambio de hábitos, cuáles?

Sí. Venía trabajando bastante y eso me mantenía en movimiento constante así que, de golpe, hubo que poner el freno de mano y el motor sonó raro, quería seguir andando, andaba a velocidad crucero. Con el tiempo, empecé a prestarle más atención a la alimentación y al cuerpo. Cuando estoy trabajando, siento que el cuerpo se cuida solo. Algo que seguramente no es cierto, pero de lo que me es fácil convencerme. 

Mi hija (será mencionada m´ás de una vez), dio vuelta por completo la cotidianeidad habitual. Sería innumerable mencionar en qué rubros.  

Si conservaste tu trabajo, más allá de si lo hiciste o no desde tu casa, ¿cambió tu tarea específica? 

Mi tarea depende de la presencialidad (al menos, de la mía), así que dejó de haber “tarea específica”, tal como la concebía. De hecho, en un momento, se desdibujó tanto, que dudé de lo que creía que era. Sé que hay actores que no dudan que son actores, en cualquier circunstancia. No es mi caso. 

¿Vivías económicamente de actuar, dirigir, dar clases y/o derivados de la actividad?

Vivo de la actuación, principalmente. También dirigí varias veces y, en alguno de esos casos, fue un ingreso extra. Pero de la actuación en teatro, en particular, depende mi subsistencia.

¿Qué pensás de las salidas que adoptaron la comunidad y las instituciones, al no poder realizar teatro presencial? (Modos híbridos, Concurso Nuestro Teatro del TNA, Transmisiones online, Teatro por Zoom, Whatsapp, Convocatoria multiformato FIBA, etc).

Todos intentos valorables y sinceros de mantener la máquina en funcionamiento. El concurso que produjo el TNA, fue mi vuelta al trabajo presencial. Fue emocionante en muchos sentidos: desde volver a ver cuerpos reales en un escenario y ensayar diez días seguidos, hasta la logística que diseñó el teatro, para cuidarnos a todos. Tambie´n participé de una película (con mi mujer, Maida Andrenacci) constituída por una serie de relatos ambientados en pandemia. Nos dirigían a distancia, por zoom. Fue una experiencia muy rica, porque participamos activamente de la puesta, la elección de locaciones (dentro de nuestra propia casa), y algunos secretos de la luz. Tambie´n estuve en una serie web por zoom y en un par de obras de teatro con función en vivo por streaming. Todas estas experiencias fueron una gimnasia imprescindible para mantener cierta “tensión de la actuación”.

¿Cuál es tu opinión del teatro como actividad esencial?

Es una opinión inestable, digamos. Como toda actividad cultural, tiendo a pensar que es necesaria, que es un alimento para el espíritu ó, de mínima, un entretenimiento. Es un prisma con muchas caras. También tiene la de la superficialidad ó la de un bien de lujo. Lamentablemente se ha ido alejando de su origen popular. Sin embargo, particularmente en esta ciudad, hay un público fiel que parece no bajar las banderas y sostener a la actividad teatral, como si fuera esencial.  

¿Qué significa para vos la esencialidad?

Crecer, no dejar de aprender, leer, querer, seguir emocionándose, no olvidar de dónde venimos, elegir hacia dónde queremos ir. Y, demasiadas cosas más, obvio.

En términos de cosas a las que le atribuís importancia, ¿la escala de valores se mantuvo igual que en la pre-pandemia, o se alteró? ¿Cómo describirías ese proceso? 

En este punto, creo que mi escala de valores sufrió un cambio de un tamaño que todavía no puedo dimensionar. Pero está más relacionado con la presencia de mi hija que con la pandemia. Quizás, el hecho de ser padres/madres, a lo largo de la existencia humana, venga siendo lo más pandémico que tenemos. Y la escala de valores gira ciento ochenta grados. 

Pero si hago el intento de pensar solo en el Covid, sí, produjo alteraciones en mi escala de valores: mal ó bien, a la fuerza, volvemos a tomar algo de conciencia de que todos somos lo mismo y vamos juntos, andando, con las enormes diferencias de siempre, pero con un elemento unificador. Espero que eso redunde en la baja de los focos de fanatismo. No quiero ser romántico ni ingenuo, con este deseo, pero es sincero.

¿Qué esperás de 2021, con qué cosas nuevas -cotidianas o no tantas- te quedás de lo que llegó en pandemia? 

Espero que vayamos saliendo del túnel. Que al reencontrarnos, podamos recuperar terreno (como sociedad), seguir teniendo posibilidades de trabajo que impliquen desafíos. Soy consciente que todos estas son “esperanzas burguesas”.  Es difícil no sonar bienpensante, respecto de las esperanzas para todos: pero espero que “todos” podamos salir un poco más serenos de toda esta película y poder mirar al costado, no solo al frente, hacia un punto fijo propio.

Frente a esta segunda ola, ¿con qué ánimo te encuentra?

Fluctuante. Mantener cierto eje ya es difícil en condiciones normales. Después de un cataclismo, se desdibuja por completo y volver a enfocarse no es fácil. A cada momento uno tiene que mover el diafragma para volver a ver más nítido. Y ese va a ser un trabajo que va a llevar tiempo. 

¿Alguna reflexión que quieras agregar?

Los ojos de mi hija, me obligan a compartir su mirada. Y los veo llenos de alegría, de intensidad, de curiosidad, también de inconciencia. Ojalá algo de esa mirada de los niños, nos impregne.

Vera Czemerinski Autor
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