Desde hace un tiempo, Jorge Prado se ha convertido en un actor consolidado. Con grandes participaciones en películas, ficciones de TV y en teatro independiente. En esta charla repasa momentos de su vida desde sus comienzos hasta el día de hoy.
Hace poco menos de 10 años, Jorge Prado, firmó su primer contrato como actor en cine, sin embargo, trabajó en más de 30 largometrajes. Lo que no deja de ser una constante en su vida, es que se anima a todo lo que se le presenta, ha pasado por gran cantidad de trabajos antes de iniciar su carrera como actor y cuenta con orgullo que hoy puede vivir de la profesión. Es un apasionado por el futbol y el rugby. Desde Llegas hicimos la entrevista en su casa, un complejo de departamentos que ha sido construido por los mismxs propietarixs que pertenecen al MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos). En la actualidad está filmando la quinta temporada de El Marginal y en la serie Santa Evita.
Los orígenes
Mi papá era mozo. A mi mamá y a mi tío, mi abuela los crió en una casa de familia cama dentro. Si bien mi madre era de un hogar pobre, pudo estudiar inglés, hacer obras en inglés, a ella todo lo norteamericano la apasionaba y veía mucho cine. Cuando tenía ocho años compraron un televisor en mi casa y miraba mucho cine subtitulado. Me veía todo el cine y mi mamá sabía la historia de todos los actores y le preguntaba de todo: ese vive y con quién está casado, ella era como libro gordo de Petete. Después empezamos a ir al cine. Trabajé en uno que se llama a Las Vegas, en Vicente Lopez, que quedaba enfrente de donde estudiaba. Repartia volantes en el cine y me miraba todas las películas que podía. Después mi mamá nos lleva a ver programas en vivo en Canal 9 y en el colegio siempre actuaba, bailaba, hice de prócer y hasta actué de “Beatle”.
Hubo un tiempo que fue…
Jugaba al rugby pero no me animaba tanto, cuando hice la colimba en Bahía Blanca, aproveche y me puse a jugar en la primera de un club. Ahí hice carrera y un montón de amigos. Me fui a Bahía Blanca porque me habían asignado una tarea en el edificio Libertador, le tenía que lustrar las botas a un general. Eso para mí era una cagada. Entonces pedí el pase, estuve en la infantería de Marina como traductor de inglés y dibujante técnico, al poco tiempo me fui por 4 meses en un barco en la Antártida como señalero de buque, esa experiencia me sirvió porque me reinventaba siempre. En ese momento, necesitaba hacer otra cosa más digna que estar lustrando botas a pedido de un milico.
Otros trabajos y militancia
En el año 75 participaba de la comisión interna era de la JTP repartía “La Evita montonera” adentro de la fábrica donde trabajaba, era la más grande de Latinoamérica en fabricar penicilina y estreptomicina, estaba por nacer mi hijo y tenía reuniones clandestinas. Con mis compañerxs tomamos la fábrica durante una semana, éramos dos mil empleados. Cuando se ponía picante la cosa en la época Isabel teníamos que salir a la calle, hacíamos piquetes, parábamos los colectivos, hacíamos bajar a la gente y le decíamos al colectivero que se desvíe para ir a plaza de Mayo.
Era un momento de mucho peligro, cuando tomábamos la fábrica, a la noche tarde me volvía a mi casa y al otro día temprano nos enterábamos que habían matado a algún compañero, que lo habían perseguido y cuando íbamos al velorio a la noche posterior revisábamos la corona con linternas a ver si habían puesto una bomba.
¿Cómo empezó todo?
Hace 35 años empecé a estudiar teatro. Estaba en un momento que queria hacer algo distinto y una amiga me dijo que había empezado a estudiar con Silvina Sabatter y como ella se había ido de viaje, empecé con Jorge Delia que en ese momento era el marido. Jorge me dio mucha confianza, me hizo confiar en mis propuestas, me enseñó los “yeites” del oficio. Mi primera obra como actor fue El Organito, él me llamo para trabajar. Trabajé en el Paracultural y mi primer película fue “Hombre mirando al sudeste”. Pero me reafirmé como actor cuando empecé a actuar solo e hice “Corazón delator” dirigida por Guillermo Ghio.
Momento de quiebre
Con Muere Monstruo Muere empecé a vivir de la actuación. Pero para que eso pase, en un momento empecé a decir que no. Mis compañeros actores me daban mucha confianza, me decían, “Prado, tenés que decir que no. Sos un actor excelente”. Me llamaban de Polka para un bolo chiquito, un policía que mete preso al protagonista lo lleva del brazo y le dice “Quédese ahí”. No podía decir que no a esas cosas. Y con el tiempo hice un cambio interno que tiene que ver con la confianza y con darse valor, me di cuenta que lo mío era singular, raro, empecé a ser consciente del capital que tengo. Aprendí que a cada director hay que ir sacándole la ficha. Ahora estoy filmando Santa Evita que dirigen Alejandro Maci y Rodrigo García, es un orgullo porque para mi ellos son dos grosos.
El presente
Estoy en una parte de mi vida donde me estoy haciendo cargo de varias cosas, de mi edad, de mi rol como hombre, como ser humano digamos. Me vengo preguntando hace rato ¿cuál es mi rol en esta vida?. Siempre fui de perfil bajo, muy tímido, hablaba muy poco, nadie sabía que yo estaba, siempre me pasó. Y me hice actor. Empecé a actuar y ahí me di cuenta que podía hacer cosas con la actuación y que la profesión tenia cosas para darme. Hay algo que me doy cuenta ahora que en mi profesión mucho vuelve desde el afecto, el reconocimiento que me sirvió para tener confianza en lo que hacía, necesitaba hacer un vuelco y desde ese momento mi vida cambió con la actuación. De hecho, tener mi casa con esta cooperativa me encuentra en un momento de solidez a nivel personal, en el cual no tengo que trabajar para pagar el alquiler. Siempre mi vida fue de mucho contraste, no tenía casa y mi hermana me prestaba una pieza, dormía en un colchón en el piso, mientras viajaba en un avión de Alitalia para ir a trabajar a Roma.