Tiempo de todo - Mariela Kantor
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Lado B

Tiempo de todo - Mariela Kantor

11 de agosto de 2021

Hoy Mariela Kantor nos cuenta como es su interior, su mundo solitario a través de este escrito en el que habla de cómo transcurre su tiempo de ocio.    

En Octubre estrena "Limítrofe, la pastora del sol", en el teatro Timbre 4, con dirección de Florencia Bendersky.

En septiembre abre su Taller de actuación para adultos y jóvenes

 

Si pienso en el ocio, a priori se me viene a la cabeza que es un estado de mi ser que mimosea con el no saber, que coquetea con un vacío. Un algo que supuestamente hay que llenar.

El ocio, eso que se da en el "tiempo libre". ¿Libre de qué? El "tiempo libre" está lleno de tiempo. Tiempo de todo.

No recuerdo de chica aburriéndome mucho. Alguna vez seguramente sí, pero nada habitual. Siempre estaba haciendo algo, encontraba alguna cosa y la hacía mi mundo.

Mi cuerpo fue mi compañero. Moverme y mirar. Solía pasar el rato moviéndome y mirando.

Una vida movida de: paleta y pelotita, bailar, girar sentada en la silla del comedor, el elástico, la soga, el delegado con la pelota, bailar, la mancha pelota, correr, inventar recorridos sin pisar las líneas que separaban las baldosas (o sí), verticales y otros yuyos, en la cama, en el sillón, en cualquier suelo y sobre la pared de tablitas de madera, saltar, el skate, los flippers, bailar, la bicicleta, la música que borbotoneaba del tocadiscos amado, cantos y movimientos, dibujar pintar con lápices crayones marcadores hojas blancas, bailar, espejos con muecas.

Una vida de mirar todo lo que llamaba mi atención: bebés y chicxs chiquitxs, gente besarse con lengua, nubes con formas, nidos de horneros en los postes de luz de las rutas, caracoles con bicho adentro, caracoles sin bicho adentro, mariposas, las vetas negras en el piso de madera, siempre caras encontradas en lo que fuera que mirara, escarcha en la vereda, programas de tv para reír y para llorar, fotos.

Hoy día mi ocio es otra cosa.

El ocio es cuando me quedo con la vista fija en una imagen cualquiera, mientras mi mente viaja a la vez a los lugares más cercanos y a las zonas más lejanas de mi universo, a los asuntos más transitados y a los desconocidos, a los fantaseados deseados soñados y a los temidos, a los banales y a los más hondos. Todo en un torbellino remolino de desorden. Mis ojos se clavan en un punto, muy abiertos, como enhielados, sin querer pestañear y queriendo aguantar ese estado, haciendo durar el tiempo en mi frecuencia, hasta que el ardor se apodera de mi mirada y no me queda otra alternativa que parpadear y con suerte, seguir en ese mismo punto fijo, aunque casi siempre eso reciente ya es pasado.

El ocio es mis conversaciones en voz alta con otrxs seres que no están conversando conmigo, que básicamente no están en el momento en que converso con ellxs. Simulacros de conversaciones en los que doy lugar y tiempo a sus intervenciones mudas, y que a su vez dan pie a mis palabras onomatopeyas, gestos gritados, susurrados, nerviosos, irónicos, vehementes. Respuestas de mí para mí, en voz alta para conmigo.

El ocio es lavar platos, cubiertos, ollas y vasos minuciosamente, mientras pienso en el tipo de sociedad en que vivimos, en cómo hacer para ganar más guita y que la guita no sea un tema y así no tener que pensar en la guita, en cómo está organizado el mundo, en que todxs alguna vez fuimos bebés, en que soy muy ingenua para muchas cosas y casi que me paso, en que me cuesta resumir y no sé hacer cuadros sinópticos, en las tierras despobladas y las tierras explotadas de gente, en las cosas que quiero hacer y aún no hice.

El ocio es cantar de a dos y con guitarra canciones de dos cancioneros eternos, mezclados, probar voces y reír mientras la salamandra con troncos está encendida o no.

El ocio es probar risas que no me son propias mientras me baño. Es inventarme situaciones que no están sucediendo y jugar a que sí.

El ocio es pensar en mi papá y en todas sus formas de nombrarme.

El ocio es recordar mi casa de la calle Aráoz, con la estufa prendida color naranja en invierno y la ropa calentita en la base de ladrillos, con las cortinas naranjas moverse mientras el sol les entraba de lleno y las encendía. 

 

Mariela Kantor

Actriz, docente, coach actoral

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