En la secundaria, un profesor dijo que “ocio” y “negocio” eran opuestos. Negocio significaba la negación del ocio (nego-ocio). No sé por qué me acuerdo tanto de ese comentario ¿Será porque siempre tuve un desorden conceptual en relación a qué es el tiempo de ocio y del no ocio? ¿Negocio es lo mismo que trabajo? ¿El trabajo genera dinero? ¿El ocio necesariamente se siente bien? ¿Esfuerzo y ocio son incompatibles? Creo que aún tengo dificultades para responderme estas preguntas.  

Vivimos en una cultura en la que el arte no se convierte directamente en trabajo remunerado. Es habitual que los padres se preocupen ante una hija que se quiere dedicar al arte: ¿De qué va a trabajar? ¿Cómo se va a mantener? Una vez, mi padre, que siempre me apoyó en todo lo artístico y que se emociona cada vez que actúo, me preguntó: “¿cuándo vas a dejar el teatro y te vas a poner a trabajar en serio?” Después de años de terapia, pude comprender que esta pregunta tenía más que ver con sus frustraciones que con las mías, pero creo que durante mucho tiempo, y aún hoy, tengo dificultades para entender el por qué y el para qué de lo que hago. Se me filtra una voz que, cada vez que me pongo a tocar el piano, ver una película, cantar o bailar, me dice que eso no tiene sentido. Básicamente, mi tiempo libre está colmado de discusiones internas sobre el valor de lo que se me pueda ocurrir hacer. De hecho, me siento más libre cuando estoy trabajando: ensayando, dando clase, atendiendo y cuando estoy al servicio de un proyecto o de ayudar a otra persona.

 “¿Lo que hacemos, tiene que tener una utilidad? ¿Quién decide qué es útil y qué no? ¿Por qué insistimos tanto en ser productivos?” me pregunto fastidiosa. Quiero ser “productiva” pero también peleo con esa pretensión. Porque no sé ser productiva. En definitiva,  las cosas más productivas de mi vida surgieron, justamente, cuando me relajé. Las canciones de “24 de Septiembre, casi casi Primavera” nacieron un domingo de fiaca total. Me dejé de quejar de que no tenía nada que hacer, desatendí a esa voz que me cuestiona todo  y compuse cinco canciones que fueron el inicio de un espectáculo hermoso que me abre caminos. Cuando nuestro oficio es el arte o cuando logramos hacer un arte de nuestro oficio, trabajar, con todo el esfuerzo que implica, da placer. La idea de ocio y nego-ocio que expresaba mi profesor, a mi no me cierra.  

Esta lucha entre lo que quiero y lo que “debo” según mis patrones aprendidos, ya está caduca. Creo que lo difícil de dedicarse al arte, o de elegir trabajar de modo independiente, por fuera de una institución que ordene tus horarios, es justamente crearse una estructura para evitar las fugas de energía, por ejemplo, en mi caso, en discusiones internas que no llevan a ningún lado y… en ver redes sociales. Yo no sé si solo me aparecen a mí los anuncios sobre cómo vivir el cotidiano. Constantemente me encuentro con anunciantes que me dicen que me tengo que hacer listas, que tengo que optimizar mi tiempo y organizarme para llegar a ser una triunfadora. Solo me ponen nerviosa.  Prefiero estar inmersa en el desafío de vivir mi experiencia. Tardé, mejor dicho transité, como diez años en descubrir que tener un trabajo rutinario de lunes a viernes  no era lo mío. Y seguramente voy a seguir transitando experiencias que me ayudarán a crecer, y a liberar mi tiempo de ansiedades y exigencias, para que todo el tiempo de mi vida sea libre, haga lo que haga. Creo que eso es un buen negocio.

Caro Setton es actriz, compositora, psicóloga y maestra de teatro para niños y adolescentes.

Actualmente, está por reestrenar el espectáculo que creó junto con Silvia Kanter, "24 de Septiembre, casi casi Primavera", ganador de dos Premios Hugo ("Mejores letras de musical argentino" y "Mejor espectáculo musical para un solo intérprete") en el Teatro El Ojo, los sábados de noviembre